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La constitución no garantiza un futuro económico de prosperidad para los cubanos


Un campesino trabaja frente a su bohío en el poblado de Jiguaní, en la provincia de Granma.
Un campesino trabaja frente a su bohío en el poblado de Jiguaní, en la provincia de Granma.

Una economía sin derechos de propiedad, empresas privadas, mercado como instrumento de asignación de recursos y libertades económicas no puede ir a ningún sitio, de la misma forma que un barco no puede navegar en el océano si no tiene una brújula que le permita orientarse en noches oscuras.

Hay toda una corriente de pensamiento económico, la Escuela Austríaca, que plantea, desde la perspectiva del análisis económico del derecho, que las instituciones que definen las reglas del juego, y de forma particular, los derechos de propiedad, son fundamentales para el orden económico y reducir la incertidumbre inherente al mismo[1].

La constitución que se somete al voto de los cubanos este 24 de febrero mantiene un status quo que no ha servido para que la economía funcione. Al contrario, entierra todas las esperanzas, si es que un día las hubo, de que el régimen comunista de La Habana reflexione sobre la vía emprendida hacia el desastre en que viven todos los cubanos.

Una mujer cocina en la calle en un barrio de La Habana.
Una mujer cocina en la calle en un barrio de La Habana.

Lejos de hacerlo, las medidas y disposiciones contenidas en el Título II profundizan en aspectos nefastos para la economía de un país, como la prohibición de un marco jurídico privado para el desarrollo de la economía, a la vez que dejan atrás las tímidas reformas emprendidas por el “raulismo” a partir de 2006.

Dicho de otro modo, bajo la constitución que se vota hoy en Cuba nunca habrá economía de derechos de propiedad privada, ni mercado libre para la asignación de los recursos, ni libre empresa privada en cualquier sector o actividad, ni libertad para construir planes de ahorro o de pensiones privados, ni libertad de elección para asistir a la educación privada o recibir asistencia sanitaria privada, entre otros.

El marco de la actividad privada continúa sometido al absoluto predominio del estado castrista, la planificación central de la economía y consignas como orden, control y disciplina como referencia cuartelaria de las autoridades para dirigir las transacciones económicas. Nada nuevo. Un desierto aislado del resto del mundo en el que ningún país, salvo la caduca Corea del Norte, cree actualmente, basado en el modelo económico que se vino abajo con el muro de Berlín hace más de tres décadas.

El régimen castrista se enroca en sus posiciones históricas para defender como eje central del modelo, una entelequia denominada “propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios de producción” gestionada por el estado omnipresente. Nada es de nadie y todos los activos productivos y económicos de la nación pasan al control estatal.

La definición de las formas de propiedad es tan mediocre y anacrónica que difícilmente se puede aceptar con el rigor necesario. Los recursos económicos se detraen de manera directa de la productividad de los trabajadores (que perciben los salarios más bajos del mundo) y de los beneficios empresariales, por un estado que representa más del 80% del PIB generado en la economía, y que año tras año mantiene un déficit estructural, incapaz de cerrar la brecha de gastos e ingresos, financiado con bonos soberanos de un Banco central sin autonomía. Un modelo ingobernable, improductivo, ineficiente que no ofrece garantía alguna ni credibilidad internacional.

Por otra parte, se abren pequeños espacios para el ejercicio de un número reducido, y controlado, de actividades por cuenta propia, a las que se prohíbe expresamente crecer y aumentar la riqueza, que es la lógica de la economía de mercado. Por el contrario, los extranjeros sí que podrán ejercer sus derechos económicos en Cuba, algo que se niega a los nacionales. Pero incluso en este caso, el marco para las operaciones es tan rígido e intervencionista que difícil será que la inversión internacional se pueda sentir atraída por el ordenamiento económico de Cuba.

Una mujer camina frente a Clandestina, una tienda privada en La Habana.
Una mujer camina frente a Clandestina, una tienda privada en La Habana.

La empresa estatal sigue siendo el eje del sistema económico y recibe la máxima protección en el texto constitucional.

Las instituciones económicas no surgen de la nada porque sí, al contrario, se crean y se garantizan por las naciones para asegurar la viabilidad de las transacciones entre los agentes económicos y la sostenibilidad de la economía. Sin ellas, nada puede ir bien, y el ejemplo más cercano lo tenemos los cubanos en los últimos 60 años, y es más que suficiente. Venezuela, otro tanto. La destrucción sistemática de las instituciones jurídicas que rigen el funcionamiento de la economía arrasa con la esencia básica de la misma.

La vía en sentido contrario, como la emprendida por chinos, vietnamitas o europeos del este, tras superar paréntesis totalitarios estalinistas, ha permitido recuperar las economías, crecer, mejorar la prosperidad de sus habitantes y garantizar un marco estable para la actividad económica.

Si la constitución sale aprobada, el futuro de la economía cubana no va a cambiar mucho con respecto a su situación de los últimos 60 años. Empeorará, porque llueve sobre mojado, y nadie otorga credibilidad o confianza a una economía que desdeña las reglas básicas de funcionamiento del sistema económico mundial.

Aislada y autobloqueada del exterior por la decisión de sus dirigentes, la economía cubana no tendrá futuro, ni será sostenible, alargando en el tiempo los procesos destructivos que la atenazan, y lo que es peor, sin encontrar su rumbo.

La alternativa responsable es reclamar para la economía cubana instituciones compatibles con el modelo de economía libre de mercado y de empresa privada que rige en el resto del mundo. Un sistema que Cuba ya disfrutó, y mostró su extraordinaria utilidad para la nación. Basta con comparar los indicadores de 1959 con los países más avanzados del planeta.

Cualquier intento de frenar este proceso, por otra parte lógico, de adaptación a lo que funciona en todas las economías del mundo, no permitirá a los cubanos vivir mejor y disfrutar plenamente de sus vidas, viendo realizados sus sueños.

[1] Para consultar, Vol. 21 número 2, 2018, del Quaterly Hournal of Austrian Economics, dedicado especialmente a ello.

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