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Redes que agitan


Las condiciones en Cuba pueden ser otras, quizás falta todavía un largo camino para llegar al punto en que las redes puedan convertirse en un agente de cambio.

La Primavera Árabe es probablemente uno de los fenómenos más apasionantes de los últimos años. Está generando cada día nuevos análisis. A medida que nos alejamos de la fiebre que levantaron los hechos en Túnez y Egipto vamos conociendo nuevos detalles que nos dan renovados motivos para alimentar nuestro optimismo. Unas buenas vibraciones basadas en la fuerza que llega a través de las nuevas tecnologías. Y es que, a pesar de no ser las responsables únicas del golpe de gracia que pulveriza a los autócratas, sí es una herramienta central -y ya fundamental- para todos aquellos que viven en países que todavía deben recorrer el largo camino que conduce a la libertad.

El estudio en particular lo han llevado a cabo investigadores del departamento de Comunicación de la Universidad de Washington y se enmarca dentro del llamado Proyecto en Tecnología de la Información Política e Islam. Las conclusiones del informe vienen a reflejar, con cifras, datos concretos, el análisis de tráfico de tweets en Twitter, perfiles en Facebook, posts en blogs y sitios web de medios de comunicación, el papel medular de las nuevas tecnologías en las revoluciones que pusieron fin a dos largos regímenes autocráticos.

Tres claves han sido identificadas para entender el éxito de las revueltas que componen la llamada Primavera Árabe. Por una parte, las redes sociales movilizaron a un grupo demográfico con el que no contaban los analistas y expertos y que resulta clave para el cambio: jóvenes, urbanos y habilidosos en el uso de las herramientas digitales. En segundo lugar, los debates y conversaciones políticas en las redes sociales fueron la antesala de los acontecimientos que luego tenían lugar en el espacio público. Finalmente, la porosidad extrema de las redes sociales, con plataformas comunes para cualquier país -como ya Twitter, Youtube o Facebook-, derramaron por toda la región las ideas de libertad y democracia. La censura fue sorteada por los activistas gracias a la ayuda y el apoyo tecnológico desde el exterior, que salvaguardó en algunos momentos la conectividad de los activistas, a pesar de la suspensión del servicio de Internet ordenado por los dictadores.

Está claro que los índices de conexión en Cuba están por los suelos y en límites mucho más inferiores que los que había en Túnez y Egipto en el momento de la revoluciones. Tampoco se debe pretender que lo sucedido en esos países se reproduzca tal cual en Cuba en forma de levantamiento popular, pero lo que resulta evidente es que las redes sociales imponen un nuevo escenario comunicativo difícil de sortear incluso para un régimen autoritario como el cubano. El efecto de la existencia de estas herramientas ya ha provocado que cambien algunas cosas y, a pesar de que los jerarcas del régimen se vean obligados a sacar pecho de vez en cuando para mostrar que sus botas pisotean soberanamente la Isla y sus ciudadanos, saben perfectamente que no es así. Una parte de su poder, el que implica un control sobre la información, ya les ha sido retirado. La censura aplicada por años está siendo el alpiste que alimenta las ansias de muchos en la Isla por conseguir información con visos de credibilidad. A más censura, a más distorsión de la realidad y a más ocultación de lo que sucede, tanto en el propio país como en el exterior, más interés habrá por conocer a través de Internet lo que cuentan fuentes alternativas de información. La pérdida de credibilidad es también otra de las consecuencias naturales y lógicas de 52 años de incumplimiento de promesas.

Los regímenes autoritarios están tomando nota sobre todo lo que acontece alrededor de Internet y las redes sociales. Recientemente en China las autoridades han anunciado nuevas medidas de control para Weibo, el Twitter chino. En Cuba, ni tan siquiera es necesario aplicar medidas de este tipo cuando la principal medida es precisamente no aplicar ninguna. El régimen castrista ha dejado en punto muerto cualquier iniciativa que pueda tener un impacto positivo en la alfabetización digital de los ciudadanos de a pie. Internet está tan terriblemente basado en la idea de libertad y democracia que se clava como una estaca en el corazón mismo de la base que sostiene el régimen, su opresión y su dictadura. Desarrollar Internet, con su áurea de democratización, sería letal. Pero los cambios que el régimen no quiera hacer en este terreno los tendrá que hacer cediendo a la presión ciudadana e internacional, que cada día será más fuerte.

El estudio de la Universidad de Washington muestra claramente la eficacia de las redes sociales en su función de impulso de los procesos de cambio cuando existe esa inquietud en un amplio sector de la sociedad. Por sí solas, las redes sociales no hubieran causado tanta agitación en el norte de África, pero lo que está claro, como sostienen los autores del informe, es que las tecnologías de la información -incluyendo los móviles e Internet- alteraron la capacidad de los ciudadanos y los actores de la sociedad civil para incidir en la política doméstica. Las redes sociales como Facebook, Twitter y Youtube tienen varios tipos de impacto en los sistemas locales de la comunicación política. Las redes proveen de nuevas posibilidades y herramientas para los movimientos sociales para responder a las condiciones que se dan en sus países. Lo que está claro es que la capacidad de producir y consumir contenido político, independiente de las élites sociales, es algo importante porque el sentido público de compartir quejas y el potencial para el cambio pueden desarrollarse rápidamente. Lo reflejan las cifras analizadas.

Las condiciones en Cuba pueden ser otras, quizás falta todavía un largo camino para llegar al punto en que las redes puedan convertirse en un agente de cambio. En este sentido, hay que esperar a ver qué pasa con el cable, también observar si el proceso de envejecimiento de la población progresivo en la Isla va a suponer también un efecto para reforzar la resignación en la mayoría de la población, o bien lo contrario. En este momento, cada cual es libre de confiar o desconfiar sobre el futuro. Pero algún día su desconfianza podría verse sorprendida felizmente por una inesperada reacción desde la base y no precisamente a partir de los movimientos opositores tradicionales, como ha pasado en Túnez y Egipto.

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