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Pensar en Cuba más allá del deslumbramiento


Un hombre chequea sus documentos antes de viajar, en el aeropuerto José Martí de La Habana.
Un hombre chequea sus documentos antes de viajar, en el aeropuerto José Martí de La Habana.

Sería válido pensar entonces en Cuba, más allá del deslumbramiento de conocer otras latitudes, la libertad, luego de tantos años de encierro en nuestra isla.

Aprovechar las oportunidades que ofrecen las salidas al exterior para los miembros de la sociedad civil cubana puede definitivamente resultar inigualable, no solo para dar a conocerse en lo individual como miembro o dirigente de un grupo o movimiento determinado sino como el espacio faltante para conocer por dónde andan los países en materia social, política y construcción de sus democracias y dar a conocer en voz propia sus experiencias de vida, sus acciones y resultados por el cambio democrático en Cuba.

Ganar como es lógico mayor número de seguidores o al menos informados de primera mano de la realidad de la Isla, conocer a amigos, que solo se conocían online o por teléfono, tomar experiencia, conseguir algún apoyo material de mucha necesidad para la sociedad civil, dada sus carencias conocidas y asaltos a que son sometidos por los cuerpos represivos cubanos.

En fin poner en contexto el caso de las violaciones de los derechos humanos por el gobierno cubano. Múltiples son las oportunidades y posibles ventajas a obtener, pero se cree que estas últimas para que sean verdaderas en su real significado, vistas como directamente proporcional a un avance concreto para el logro de las transformaciones necesarias por la libertad de Cuba, dependerán de que cada uno de los viajeros cubanos piense en primer lugar en el país, y luego en los intereses personales, profesionales, de contratación, etc., loables, pero no los imprescindibles para la consolidación del cambio social cubano.

Las fisuras en el discurso, en el exterior de nuestra sociedad civil, la falta de una visión más menos coherente respecto a lo que ocurre y se hace cotidianamente por sus miembros en todo el país, puede constituir un factor de hundimiento de los esfuerzos de los muchos que luchan verdaderamente por la nación. No mostrar conocimiento sustancial de las potencialidades, más que las debilidades (aunque no deben esconderse) que tiene la oposición en la actualidad, en relación a preparación, proyecciones estratégicas de lucha pacífica confrontativa e institucional, subvalorar a unos y ensalzar a otros, puede además de ofrecer una visión tergiversada de nuestra realidad, ser muy dañino para la causa común de los que incluso cometan estos “errores”.

No se trata de asumir un discurso de unidad total de las fuerzas opositoras y civilistas, que no existe sino de asumir la responsabilidad, que implica el llamarse miembros de una sociedad civil, que ha emergido por la necesidad única de transformar nuestro país en todos los órdenes, para vivir en democracia y prosperidad para todos. Y donde aprovechar el apoyo internacional es vital.

Sería válido pensar entonces en Cuba, más allá del deslumbramiento de conocer otras latitudes, la libertad, luego de tantos años de encierro en nuestra isla.
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