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Aproximación a Alabado Seas


EL PAPA FRANCISCO LLEGA A ECUADOR
EL PAPA FRANCISCO LLEGA A ECUADOR

Por venir Francisco del cristianismo latinoamericano, cuyo marco es un capitalismo periférico y subalterno, conoce a fondo los peligros de ese ángulo egoísta del capital

En su encíclica Alabado Seas, el papa Francisco se acerca sin temor a la crisis más acuciante y desintegradora que afronta la humanidad actual, el envenenamiento y el daño irreversible a la Tierra.

No cabe duda que por venir Francisco del cristianismo latinoamericano, cuyo marco es un capitalismo periférico y subalterno, conoce a fondo los peligros de ese ángulo egoísta del capital que acumula riquezas en unas pocas manos a costa de la exclusión y de la pobreza de las grandes mayorías en los países pobres y en los propios bolsones de pobreza existentes en los países desarrollados.

Por eso el papa Francisco proyecta sin dobleces en todas sus intervenciones como pastor, el sueño del Jesús histórico, caminante incansable que proclama el reino de la justicia, el amor y la paz entre los seres humanos.

Con anterioridad a esta Encíclica sobre el medio ambiente, ya había priorizado el Papa las coordenadas principales de su pontificado en la Familia, los Pobres y los Inmigrantes.

Nuestra Casa Común.

Ahora con una mirada profética y paradigmática de largo alcance, el Sumo Pontífice se acerca a la Casa Común para defenderla con la misma pasión de San Francisco de Asís, que la invocaba como “una hermana con la que compartimos la existencia o como una madre bella que nos acoge entre sus brazos”.

El Papa hace una invitación urgente al diálogo entre todos para reflexionar sobre el desafío ambiental que vivimos y para entender que el impacto más grave de cualquier alteración en la tierra, recae en los más necesitados.

Por eso la propuesta de ‘Alabado Seas, es para una ecología integral, que cuide el medio ambiente, los mares, las aguas, los bosques y el ecosistema donde convivimos. Y lo incorpore claramente todo a las dimensiones de las necesidades humanas. Lamentablemente los esfuerzos en busca de soluciones concretas, se frustran, según la voz autorizada del Pontífice, “por el rechazo de los poderosos y por la indiferencia de muchos”.

De ahí la crisis del agua potable que priva a los pobres de un derecho humano fundamental, donde radica el derecho a la vida y a su dignidad inalienable, por exponer solo un detalle muy punzante del deterioro.

Esta Carta Encíclica se agrega al Magisterio social de la Iglesia Católica para ayudarnos a reconocer la grandeza, la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta para salir a cuidar nuestro planeta Tierra o la Casa Común, como gusta llamar el Pontífice.

Antecedentes anticotestamentarios

No podemos negar la certeza crítica del papa Francisco cuando describe el continuo daño a la naturaleza como “una pequeña señal de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad”.

Sabe el Pontífice que la solución requerirá de un alto grado de sacrificio, a lo que calificó de una “audaz revolución cultural” en todo el mundo.

Podrán publicarse libros, cuartillas y opiniones tratando de desconocer el deterioro del medio ambiente, pero la muerte por hambre de niños en zonas desgarradas, la destrucción de los bosques, la sed angustiante de tantos y el crecimiento del nivel del mar que hunde la tierra para desaparecerla para siempre, son realidades a la mano y a la vista de todos, que desmienten estas argucias.

Alabado Sea se convierte en la primera encíclica de un Papa -en toda la historia de la Iglesia Católica- dedicada a la protección del medio ambiente y dirigida a todos los seres humanos sin distinción para salvarla. Y en sus prolegómenos, el papa Francisco coloca toda la riqueza histórica-espiritual de los relatos de la creación en el libro del Génesis, basados en sus tres relaciones vitales con Dios, con el prójimo y con la tierra.

Según la propia Biblia, estas tres relaciones vitales se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de nosotros. La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas. El mandato del libro del Génesis nos dice “dominar la tierra, labrarla y cuidarla”. Lamentablemente este equilibrio de cuidado se ha convertido en un conflicto casi atroz por destruirla.

También los Profetas nos invitan a recobrar la confianza y la fortaleza en el Dios todopoderoso que creó el Universo: “el Señor es un Dios eterno, creador de la tierra hasta sus bordes, no se cansa ni fatiga, por lo que es imposible escrutar su inteligencia, al cansado da vigor, y al que no tiene fuerzas le acrecienta la energía”. (Is 40/28-29).

El Papa no olvida que el salto tecnológico ha sido una contribución al mejoramiento de las condiciones de vida en sentido concreto para algunos, pero denuncia que ese avance innegable conlleva un ángulo de dominio tecnocrático que viene destruyendo la naturaleza que es de todos y al que se suman la explotación infantil, el abandono de los ancianos y una infinidad de formas dominio que quiebran la dignidad de la persona humana.

La Encíclica afronta dos encrucijadas ineludibles del mundo del siglo XXI. Lo indispensable de incorporar el valor del trabajo para no excluir al ser humano. Y el cuidado del clima como bien común, que nos viene a todos de la mano del Creador.

Ecología Integral

Los estudios científicos, indican que la causa principal del calentamiento global, somos los humanos y ese? “consumismo inmoral” y exagerado que ha llevado a la sociedad a un comportamiento que permite la degradación continua del medio ambiente.

La Encíclica nos invita a todos, sin exclusion, a una conversion ecológica. El punto de partida es “apostar por otro estilo de vida que ejerza una sana presión sobre quienes detentan el poder político, económico y social”, porque los recursos de la tierra están siendo depradados por una actividad económica, commercial y productiva que destruye nuestra Casa Común.

No es un invento del papa Francisco que la pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios.

El papa Francisco pone el dedo en la llaga cuando afirma que los países en desarrollo o los países pobres están a la merced de las naciones industrializadas que explotan sus recursos para su beneficio propio, sin importarles la pobreza que los aplasta, en una relación proporcional que el Papa califica como “estructuralmente perversa”.

Paralelamente la Encíclica hace un llamado a la creación de instituciones internacionales fuertes. Se necesitan regulaciones a nivel gubernamental para frenar el calentamiento global, pero es esencial que sean eficientes y organizadas con la potestad de “sancionar a quienes incumplan las normas.?”

El Papa pide un cambio de perspectiva ética global para cuidar de la naturaleza y hacer que los pueblos sean la prioridad.

Basta recordar las bombas atómicas lanzadas en pleno siglo XX, como el gran despliegue tecnológico ostentado por el nazismo, por el comunismo y por otros regímenes totalitarios al servicio de la matanza de millones de personas, sin olvidar que hoy la guerra posee un instrumental cada vez más mortífero.

La espiritualidad de Jesús de Nazaret, afirma el Papa, “propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo».

Podemos vivir bien, decentemente, pero sin aplastar al vecino, por el solo hecho que sea un vecino pobre, fue el mensaje del papa Francisco.

“Más allá del sol“, afirma el Sumo Pontífice, al final nos encontraremos cara a cara frente a la infinita belleza de Dios (cf. 1 Co 13,12) y podremos leer con feliz admiración el misterio del universo, que participará con nosotros de la plenitud sin fin.

Cuando tomamos conciencia del reflejo de Dios que hay en todo lo que existe, el corazón experimenta el deseo de adorar al Señor por todas sus criaturas y junto con ellas, como se expresa en el precioso himno de san Francisco de Asís: «Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas”.

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