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Una alianza mortal, otra necesaria


En esta imagen de archivo opositores al mandatario Nicolás Maduro protestan en las calles de San Cristóbal, estado de Táchira. (AFP0.
En esta imagen de archivo opositores al mandatario Nicolás Maduro protestan en las calles de San Cristóbal, estado de Táchira. (AFP0.

El régimen cubano es la única dictadura con proyección transnacional, con prácticas sistemáticamente injerencistas que ha conocido el continente. Un régimen que ha victimizado a sus ciudadanos, también a otros de muchos países por su naturaleza subversiva e imperialista.

No se ajustaría a la verdad titular al castrismo como el primer y único promotor de la desestabilización política en el hemisferio, pero ha sido el más constante y efectivo en ese propósito, gestión que cobró un segundo aire a partir del momento en que Hugo Chávez llegó al poder.

Chávez y Castro integraron una dupla peligrosa para las democracias y sus defensores. El cubano aportó los conocimientos y experiencias acumuladas en 40 años de dictadura y el venezolano puso a la orden de Castro las riquezas del pueblo venezolano y una renovada propuesta, el Socialismo del Siglo XXI, con la que capturó a muchos tontos útiles y compañeros de viaje, tanto venezolanos como extranjeros.

Esos que siempre están ávidos de un alumbramiento político, que necesitan un Mesías que les cure de envidias y frustraciones, lo recibieron con pasión desbordada al igual que a Fidel Castro décadas antes. La obcecación fue tan grande que ni aun cuando el golpista decidió “conducir a Venezuela al mar de la felicidad cubano”, fueron capaces de romper el encantamiento.

La victoria chavista y su subordinación a Fidel Castro, incentivo el populismo en importantes países del hemisferio, sin que sus partidarios entraran a considerar que el populismo y el populismo marxista en particular, solo han dispensado muerte, miedo, pérdida de derechos y miseria.

Otros seguidores

Venezuela, Nicaragua y Bolivia importaron todos los males implantado en Cuba. Un régimen de carácter unipersonal con leyes y funcionarios que la jerarquía maneja a su antojo, cuyos derivados inmediatos son la intolerancia, el sectarismo y la miseria junto a un empobrecimiento moral del ciudadano que lo transforma en siervo de cualquier burócrata.

Cuba ha sido la víctima más emblemática de propuestas salvadoras que generalizan la indigencia e incrementan las injusticias. La isla ha sido sujeto de todos los males mencionados, razón por la cual sigue padeciendo un régimen de terror desde hace sesenta años, siendo lo más funesto que a pesar de sus fracasos ha contado con una clientela en el continente dispuesta a subvertir el orden político de sus respectivos países para imponer el modelo que propugna.

Venezuela ejemplifica en el presente los horrores de una catástrofe social y lo dificultoso que es superarla, aunque un sinnúmero de ciudadanos lo procure.

La represión y el desconocimiento de los reclamos de la mayoría son una constante, y la ignorancia y rechazo a las campañas de solidaridad internacional, salvo que impliquen acciones concretas y no simples denuncias y reclamos, no pasan de ser para estos déspotas simples dolores de cabeza.

El régimen castrista ha sido muy pernicioso para Cuba, pero todo parece indicar que la tragedia venezolana es la más devastadora que ha conocido América.

El castrismo original ejerció en las primeras décadas de su incubación un férreo control social que no dejaba espacio a decisiones individuales por importantes que fueran sus promotores, manejo que sirvió para controlar la corrupción y las contradicciones sociales,

Esta situación ha cambiado drásticamente en los últimos años con las generaciones de relevo en las medias y altas posiciones de gobierno, formadas básicamente por los descendientes de la jerarquía histórica. El relevo generacional castrista disfruta las riquezas como el más hedonista de los boliburgueses chavista.

En Cuba solo los elegidos podían disfrutar de ciertos conocimientos y fortunas, en Venezuela no ha sido así.

Con la ineficiencia del chavismo y sus secuelas Nicolás Maduro y Diosdado Cabello nunca han podido controlar la corrupción, lo que ha convertido a ese régimen en el máximo representante de lo que es el crimen organizado en el poder.

Las jerarquías de ambos regímenes están estrechamente vinculadas, la sobrevivencia de uno es vital para que el otro subsista, así que los hijos de ambos pueblos deben bregar en pareja para alcanzar la libertad, aunque la destrucción causada por Castro y Chávez será un lastre muy difícil de deshacer y por largos años estarán afectando negativamente a Cuba y Venezuela.

NOTA DEL EDITOR: Esta opinión del autor es de su exclusiva responsabilidad y no representa los puntos de vista de Radio Television Martí.

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    Pedro Corzo

    Pedro Corzo, Santa Clara, 1943. Trabajó en Radio Martí desde 1998 hasta el 2021. Conferencista y escritor. Residió en Venezuela durante doce años y colaboró allí en varios medios de información.

    Es presentador del programa Opiniones de WLRN, Canal 17 y columnista de El Nuevo Herald. Ha producido varios documentales históricos, entre ellos Zapata, Boitel y Los Sin Derechos.

    Entre sus libros se cuentan Cuba, Cronología, Perfiles del Poder, La Porfía de la Razón, Guevara Anatomía de un Mito,  Cuba, Desplazados y Pueblos Cautivos y El Espionaje Cubano en Estados Unidos. 

    En mayo del 2017 recibió la Medalla de la Libertad que otorga el gobernador del estado de la Florida.

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