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Umberto Eco, un joven novelista de 80 años


El novelista italiano publica este mes un libro en el que reflexiona sobre el conocimiento y la ficción.

Lo que muchos esperaban desde hace largo tiempo, que el novelista italiano Umberto Eco contara en un libro sus inicios como narrador, acaba de suceder: el escritor y semiólogo a punto de cumplir los 80 años publica este mes, "Confesiones de un joven novelista".

En el libro Eco reflexiona sobre el conocimiento y la ficción, al tiempo que explica cómo se convirtió de ensayista en el autor de "El Nombre de la Rosa", y de muchas otras novelas que escribiría después como El péndulo de Focault (1988), La isla del día de antes (1994), Baudolino (2000), La Misteriosa llama de la reina Loana (2003) y El Cementerio de Praga (2010).

Se trata de un conjunto de ensayos en los que el escritor (en la actualidad se desempeña como director de la Escuela Superior de Estudios Humanísticos de la Universidad de Bolonia) analiza el proceso de preparación de sus personajes y los escenarios en donde estos habitan.

Según la editorial Lumen, encargada de la publicación del libro, Eco subraya la "buscada ambigüedad" en que muchas veces incurre el novelista para que sus lectores se sientan libres, para que interpreten los textos como deseen.

Eco confiesa, en entrevista con la agencia EFE, prestar más atención a la ficción que a los ensayos porque, aunque se considera académico de profesión, como novelista asegura no ser más que un aficionado.

A las eternas preguntas que siempre enfrentan los creadores artísticos y literarios sobre si es la inspiración o el trabajo disciplinado lo que prevalece a la hora de construir una obra, sostiene que "inspiración" es una mala palabra que los autores tramposos utilizan para parecer intelectualmente respetables. "Como dice el viejo refrán, el genio es un diez por ciento inspiración y en un noventa por ciento transpiración".

Como el periodista polaco Ryszard Kapuscinski cuando afirmaba que para escribir una página hay que haber devorado una biblioteca, o como Hemingway cuando explicaba que él tenía que conocer y describir en detalles sobre los pobladores de Cojimar (aunque éstos no aparezcan en la novela) para narrar una jornada de pesca de su personaje Santiago en "El Viejo y el Mar", Eco asegura que, por ejemplo, para contar en "El Péndulo de Foucault" que las editoriales Manuzio y Garamond están en dos edificios adyacentes entre los cuales se ha construido una acera escalonada, se pasó mucho tiempo dibujando varios planos e imaginándose el aspecto de ese angosto pasaje.

"En la novela menciono brevemente los escalones, y el lector pasa por ellos con paso largo, sin -creo- fijarse demasiado en ellos, pero para mí eran cruciales y, de no haberlos dibujado, hubiera sido incapaz de continuar con mi historia".

Quizá otra cosa distinta no quería decir Faulkner, quien solía repetir que para escribir sólo tenemos el espacio de un sello de correos, pero si se profundiza debajo de ese sello encontramos un planeta entero.

Todo apunta a que "Confesiones de un joven novelista", el acontecimiento literario que tanto han esperado los admiradores de la obra de Eco, puede ser una inestimable oportunidad para hurgar debajo del sello Faulkneriano.

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