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Ankara: Sin faldas, y a lo serio


Safak Pavey recibe el premio de Mujer Coraje en el 2012
Safak Pavey recibe el premio de Mujer Coraje en el 2012
La revolución más profunda y radical del siglo XX es la que llevó a cabo en 1923 Mustafa Kemal – más conocido por Atatürk – en Turquía. Hizo de un país islámico, atrasado, monárquico e inmovilista y que usaba el alfabeto árabe, una nación moderna, republicana, laica, democrática y de alfabeto latino.

Ahora la segunda revolución política turca les he quitado las faldas a las mujeres. En realidad es una evolución del proceso modernizante de Atatürk quien prescribió que en el Parlamento nacional las mujeres tan solo podían ir más a cabeza descubierta (para demostrar así la laicización que prescindía del velo obligatorio del Islam) y ataviadas con faldas.

Pero la Turquía de hoy en día es sumamente dinámica pese a la reorientación hacia una sociedad cada vez más creyente y las mujeres van ataviadas como en cualquier lugar de Estados Unidos o Europa y usan el velo islámico a concorde con sus creencias.

Con las faldas el problema resultó más arduo. No sólo se aferraban a esa norma los nostálgicos de las reformas de Atatürk, sino que todos los conservadores habían hecho de la muy femenina prenda una especie de estandarte partidista en el Parlamento de Ankara.

Los republicanos laicistas “de siempre” veían en la libertad de indumentaria femenina un triunfo más del partido islamista AKP y su actual primer ministro, Tayyp Erdogan. Se negaban en redondo a que se les quitasen las faldas a las parlamentarias.

Hasta que en 2011 Safak Pavey, una candidata de la oposición, obtuvo un escaño parlamentario.

Y es que la diputada Pavey perdió una pierna en un accidente de tráfico y se desplaza la mayor parte del tiempo en una silla de ruedas que, llevando falda, deja a la vista la prótesis.

Aquí hay que señalar que la señora Pavey no solicitó nunca un cambio de las reglas parlamentarias de indumentaria y hasta se sintió dolida de que su invalidez fuera caballo de batalla entre laicos y creyentes.

Pero la dignidad y el sentido común acabaron imponiéndose: el portavoz del Parlamento decidió que la “norma faldera” quedaría en suspenso aunque no se cambiase la legislación y que, a partir de ahora, la mujeres pudieran llevar los pantalones en el Parlamento y… no sólo en casa.
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