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Tulito se fue a la guerra


En Angola perdieron la vida más de 2 mil cubanos, quienes lucharon, según el slogan del régimen castrista, para afincar una sociedad mejor, sin explotación, ni la huella colonizadora.

Tulito se fue a la guerra con dolor y pena ante la incertidumbre de sobrevivir y muy diferente de Mambrú, que no volvió, el si regresó un tiempo después para su modesta casita en Centro Habana.

Tulito fue uno de los más de 300 mil soldados cubanos que envió el líder de todos los lideres cuando en su máximo ego jugó a imitar a Napoleón e intervino en el conflicto más largo y cruento sostenido en África: Angola.

De más está decir que la piel de Tulito es pigmentada, muy pigmentada. El castrismo enroló a una gran mayoría de su ejército para la campaña africana entre los negros de la isla para que fuera más fácil la empatía, esa fue una de las argumentaciones que justificó el gran volumen de negros reenviados al continente de sus ancestros.

En realidad fueron por aquello de que los negros en la historia de Cuba siempre pelean con valor a pesar de que nunca después consiguen una equidad social. Los negros son iguales que los blancos para recibir balazos, pero luego no son similares a la hora de recibir beneficios dentro de la sociedad, una diferencia que nos lastra desde los mismos inicios de la republica y ahora en el castrismo se ahonda mas.

Tulito fue engatusado como otros tantos miles de jóvenes en aquellas melodramáticas escenas donde los dirigentes castristas reclutaban a su carne de cañón. Como si fuera la iniciación de una secta secreta citaban a sus presas a un teatro y cuando todos estaban sentados, las cortinas se abrían y aparecía un jerarca del partido o un militar de cierto rango, quien con voz grave decía.

-Por sus meritos ustedes fueron escogidos para cumplir de forma voluntaria una misión internacionalista. Aquellos que no estén de acuerdo pueden salir y den sus nombres a la salida.

¡Candela!, ¡den sus nombres afuera!, todos sabían que significaba eso y solo los muy valientes y aquellos que ya no les importaba ascender dentro del sistema castrista abandonaban los recintos.

Tan pronto se quedaban solos con la mayoría de sus víctimas les revelaban que todos saldrían para un país a cumplir el “sagrado deber del internacionalismo”. Por cierto, si eso era tan sagrado ¿cómo fue que los hijos de los dirigentes no pelearon en esas guerras organizadas por sus sacrificados padres y el sacro deber?

En fin, en Angola perdieron la vida más de 2 mil cubanos, quienes lucharon, según el slogan del régimen castrista, para afincar una sociedad mejor, sin explotación, ni la huella colonizadora. De no ser por las enormes pérdidas que representó para el pueblo cubano esa guerra, tanto en el orden de vidas como materiales, habría que echar una carcajada, porque ahora la explotación no la practican los portugueses, sino los mismos que el castrismo impulsó al poder.

Sí, porque Angola es uno de los países más corruptos en el mundo y pese a que su economía creció, gracias al petróleo, en un impresionante 400 por ciento en los últimos años, de acuerdo a estimados oficiales, la gran mayoría de la población sigue en la pobreza.

El sistema autoritario del presidente Eduardo Dos Santos facilita esa corrupción de la cual se beneficia su familia, principales allegados y otros miembros del partido gobernante. Dos Santos, bautizado de manera burlona entre los jerarcas castristas bajo el nombre de Barbarito Diez, como aquel respetable músico cubano, controla todavía el poder e incluso consiguió una nueva constitución que le permitirá seguir frente a los destinos del país por 13 años más.

De acuerdo a datos oficiales del régimen castrista, por Angola llegaron a pasar 377,033 militares cubanos y más de 50 mil cooperantes civiles. Las tropas cubanas llegaron en octubre de 1975 y los últimos soldados regresaron a Cuba el 25 de mayo de 1991. Dos años antes en la llamada Operación Tributo, el 7 de diciembre, llevaron a Cuba los restos de aquellos cubanos caídos en combate y enterrados en el cementerio dentro de la misión militar en Luanda, más 160 de Etiopia y 113 de otros países.

El castrismo reconoce que sus bajas fueron 2 mil, sin embargo resulta sospechoso que después de 16 años de combates y escaramuzas, al terminar la guerra, según cifras del gobierno angolano, 500 mil personas perdieran la vida, cuatro millones fueron refugiados y unos 100 mil sufrieron mutilaciones debido a las minas antipersonal y el ejército cubano solo soportó dos mil muertos.

Tal vez algún día sabremos con certeza que esa cifra de fallecidos en África, junto a otras cantidades ofrecidas por el régimen de La Habana en otros ámbitos, fue falseada o manipulada.

Lo cierto es que pese a todo ese cuadro de dolor y pena, el negro Tulito, un tipo alegre, con una sonrisa grande, siempre de un buen humor contagioso, jaranero y compartidor consiguió escapar a la muerte, pero no lo hizo completo. Volvió para su casa con una herida en la cabeza que lo limitó desde ese entonces.

Yo deje de verlo y amigos en común me decían que ya no reía como antes, que muy a menudo se quedaba lelo, distraído, ya no se concentraba. Muchas veces no reconocía a los socios. Hace pocos días otro entrañable amigo de aquella bonita época en que se compartían los sorbos de cervezas y se bailaba hasta el amanecer me dijo que Tulito murió en La Habana debido a la secuela del balazo en la cabeza.

¿Cuántos cubanos mas como Tulito regresaron heridos, mutilados o enfermos mentalmente de aquella loca guerra que no reportó ninguna utilidad al pueblo cubano y donde se gastó no solo innumerables recursos, que necesitaba la población con urgencia, sino que se perdieron tantas vidas?

Por lo pronto la muerte de Tulito, hay que achacársela también a esa guerra de Angola. Es culpa del régimen, sin lugar a dudas porque a decir verdad Tulito, junto a los miles de compatriotas embarcados dentro de esa trampa, se fue a la guerra y nunca debió irse. Y si alguien lo duda, pregúntenles a la madre de Tulito y a todas las madres de esos desaparecidos, quienes como en la canción infantil de de Mambrú nunca dejaran de tener dolor y pena.

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