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Raúl Castro y el Hilton


Los miembros de la delegación a Trinidad Tobago que encabezó Raúl Castro experimentaron en carne propia lo que durante un largo periodo de tiempo y forma humillante sufrieron los cubanos dentro de la isla.

De verdad que no tiene nombre la trastada del hotel Hilton Trinidad al principal heredero del gobierno cubano durante la pasada reunión de los miembros de la Comunidad de Estados del Caribe al no dejarlo hospedarse en esa instalación.

Señores eso no se hace. Mira que dejarlo con las ganas de gozar los beneficios del lujo que brinda ese centro turístico, donde todas las habitaciones tienen balcón privado con excelentes vistas hacia la ciudad. Un hotel recién renovado con 27 suites y clasificado como el más espectacular de Trinidad Tobago y en que podía participar de su reunión sin tener que movilizarse y a solo 40 minutos de aeropuerto, por aquello que decía Rubén Blades,… “si hay problemas salir mandao”.

Óigame, hay que ser desconsiderado con el presidente socialista. Sobre todo porque se tuvo que mudar al hotel Kapok, un hospedaje clasificado como el número cinco en ese país caribeño. ¡No hay derecho señores imperialistas!

Por supuesto ante esa incomodidad provocada por su enemigo del imperio, todos los delegados se solidarizaron con Castro II. Todos protestaron por esa irregularidad de manera enérgica y todos… ¡!se quedaron después en el Hilton!

Tampoco hay que exagerar, parece que pensaron los otros 12 jefes de misiones.

Ahora, ¿nadie le dijo al sublíder del socialismo cubano que hay una ley prohibitiva? Y esto se dice sin ánimo de cuestionar a los inteligentes asesores del presidente cubano que seguro lo aconsejan en temas tan humanos como ofrecer reformas novedosas a los ciudadanos en la isla de lo que siempre fueron sus derechos, como vender sus propiedades y crear negocios particulares o que los campesinos comercialicen de manera directa, sin necesidad del intermediario estatal. ¡Qué humano es el gobierno cubano!

Compañeros asesores no es una “podría” para que sean tronados y le quiten el carro y los viajes. Solo es un comentario. ¿O es que el sublíder no hizo caso a las recomendaciones y se dejó llevar por la memoria de su hermano enfermo, quien en 1995 estuvo hospedado en ese mismo hotel y ahora se lo sugirió?

¿Y es que acaso el general no tiene quien le escriba y lo informe que un año después de estar su hermano mayor, el Congreso estadounidense aprobó la Ley Helms-Burton, lo cual hizo más severas las sanciones a las compañías que realizan negocios con Cuba?

Vale decir que la aplicación de esa ley fue como respuesta al derribo de las avionetas de hermanos al rescate que el propio Raúl Castro decidió abatir, bajo orden directa de su jefe y hermano, por la violación al espacio aéreo de esas naves contrarrevolucionarias.

Porque compañeros, la soberanía hay que defenderla a cualquier costo, aun cuando sean aviones indefensos, sin armas y sea catalogado por los medios burgueses como un asesinato. ¡Hay que enseñarles a estos gusanos quien manda en Cuba!

Es bueno aclarar que el argumento del espacio nacional vulnerado hay que soslayarlo, porque su héroe preso en los Estados Unidos, Gerardo Hernández, miembro de la célula avispa, admitió que los ataques de los aviones de combate a las naves de Hermanos al rescate si ocurrieron en espacio aéreo internacional. La Habana nunca respondió este punto que tal vez desconocen aquellos que defienden por el mundo su categoría de oveja amenazada, cuando en realidad es el verdadero lobo de la historia.

Pero volvamos a Trinidad y Tobago y el chasco del general. Si acaso sus acuciosos consejeros dejaron pasar por alto esos detallitos definitivos para hospedarse en el Hilton, ¿cómo es posible que no le dijeran que ya un hecho similar ocurrió en el 2007 cuando un grupo de representantes del turismo cubano no lo dejaron registrarse en un Hotel Hilton de Noruega?

Tanto en Noruega, como Trinidad Tobago, sus economías abiertas permiten la presencia de empresas privadas extranjeras y aunque se encuentran en sus respectivos territorios esas compañías se deben a las leyes de su país.

El canciller de Trinidad, Suruj Rambachan, declaró, luego del incidente, que su país “respeta las leyes internacionales y hasta que esto -las disposiciones del embargo de Estados Unidos contra Cuba- cambie, no será posible realizar el evento en el Hilton”.

El hotel es propiedad del gobierno de Trinidad y Tobago pero lo administra Hilton, que está obligado a obedecer los requisitos del embargo porque está registrado en los Estados Unidos.

Sin embargo ninguna ley declarada, ni en la constitución de la república, ni dentro del código penal de Cuba y restringía la entrada a los hoteles en la isla de sus ciudadanos. Los cubanos ni siquiera cuando llegaban sus familiares del exterior y querían pagar la estancia le permitieron quedarse en un hotel cubano abanderado de las “justas” leyes socialistas.

Los miembros de la delegación a Trinidad Tobago que encabezó Raúl Castro experimentaron en carne propia lo que durante un largo periodo de tiempo y forma humillante sufrieron los cubanos dentro de la isla.

Los ciudadanos cubanos no solo fueron expulsados de los hoteles de su país, sino que los propios trabajadores de esos mismos hoteles, cuando los empresarios españoles comenzaron a dirigir esas instalaciones turísticas, en la francachela de las sociedades mixtas creadas por el régimen para no perder el poder, lo primero que hicieron fue despedir a negros y personas que no consideraban jóvenes.

Un ejemplo de esa política violatoria con las leyes laborales del país fue el caso del Habana Libre, administrado por el Grupo Guitar Hotels que dejó fuera a cantineros emblemáticos como los hermanos Moya o “La maldad”, del bar “Antillas”, conocido por todos como “Las cañitas” por registrarse en esa condiciones de viejos o negros.

Y pese a la ley que limita la presencia de los funcionarios cubanos, el hotel Hilton trató de conseguir una licencia para proveer el servicio a la delegación castrista, solución muy diferente a lo realizado en el 2005 por Meliá-Habana que prohibió la celebración de una recepción por la fiesta nacional checa al invitar los europeos a las Damas de blanco, entre un grupo de opositores y considerarlo las autoridades cubanas que era una actividad contrarrevolucionaria.

¿Y bajo qué ley el gobierno cubano censuró aquella fiesta de ciudadanos cubanos en suelo cubano?, ¿bajo qué ley los ciudadanos no tienen la movilidad de asistir o participar en reuniones o establecimientos dentro de su propio país? Muy fácil, la única ley que impera desde hace más de 50 años en Cuba: la de los hermanos Castro.

El mal rato del hotel seguro se le pasó al general cuando consultó sus estados de cuenta del “Republik Bank” de Trinidad y Tobago, institución bancaria por la cual efectúa sus operaciones con Estados Unidos y la cual le permite filtrarse en el tejido financiero internacional y que precisamente radica en ese país caribeño.

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