Enlaces de accesibilidad

El bueno, el alto y los feos


La torcida lógica de un espectro dictatorial desconoce el lado humano de las tragedias, porque su visión del mundo está lastrada por la política

El hombre más alto del mundo se pasea por La Habana. El turco Sultán Kosen, con sus 2.47 metros de estatura, ha causado asombro en la capital cubana, donde se encuentra en visita turística.

Además de estar registrado en la edición 2010 del libro Guinness de Récords Mundiales por su estatura, Kosen también ostenta la marca de manos y pies más grandes, 27,5 y 36,5 centímetros respectivamente, lo que representa un número 60 de calzado.

En cierto sentido, la publicidad que genera su presencia tiene mucho de sintonía con la realidad nacional. En Cuba no hay mucho pan, pero lo que sí abunda es el circo.

De circense pudiera catalogarse la última “reflexión” de Fidel Castro, en la que minimiza la catástrofe del Tsunami en Japón al compararla con la situación en Libia. La torcida lógica de un espectro dictatorial desconoce el lado humano de las tragedias, porque su visión del mundo está lastrada por la política.

Es la misma filosofía que se desprende de los comentarios de Raúl Castro en 2002, cuando aseguró que si un prisionero afgano lograba huir de la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo, su gobierno lo devolvería a las tropas norteamericanas, si es “que queda algo”, en burda referencia a la red de minas antipersonales establecida por el régimen alrededor de la base.

Sus feos comentarios se hicieron realidad con la reciente muerte de un joven de 16 años que jugaba con una de esas minas junto a sus compañeros de clase en la escuela Pável Rojo García, en el poblado de Boquerón, vecino a la Base Naval.

Lo que constituye motivo de chiste para los Tiranos, representa la tragedia de la vida cotidiana para los cubanos. Evidentemente, a ninguno de los dos Castros les importa “lo que quedó” del joven o su hermano de 10 años de edad, quien se encuentra en condición crítica en el hospital pediátrico Pedro A. Pérez, de la ciudad de Guantánamo.

A diferencia del poeta John Donne, para quien “la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la Humanidad”, para el régimen la muerte de cualquier hombre es escalón de provecho político del sistema.

En contraste con estas declaraciones, a sólo horas de haber recuperado parcialmente su libertad, el Dr. Oscar Elías Biscet anunciaba su decisión de permanecer en Cuba hasta lograr su misión de libertad y democracia, expresando categóricamente: “por eso estoy aquí en Cuba, para que nuestro pueblo pueda vivir felizmente. Sólo la felicidad se podrá alcanzar cuando todos nosotros seamos libres. Por eso, hasta que mi pueblo no sea libre y viva en prosperidad, no me marcharé de este país”.

Es la vocación y no el tamaño, la que determina la estatura de los dirigentes políticos. El verdadero asombro en Cuba no lo causa la última atracción dentro de un trágico país de feria, sino la visión de hombres como el Dr. Biscet para lograr el fin del estado de cosas que hacen agonizar a la nación cubana. Si queremos un cambio verdadero, es desde estas alturas que se debe contemplar a la nación cubana.

XS
SM
MD
LG