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Los senderos del cambio: empoderamiento, comunicación y estrategia


Un activista empoderado a través del conocimiento y el entrenamiento es capaz de transmitir este empoderamiento a su entorno, y una comunidad empoderada está en posición de diseñar una estrategia de acuerdo a sus propias realidades.

Uno de los retos fundamentales en la lucha por la democracia en Cuba hoy en día es la participación popular. Si echamos una mirada al tejido de la sociedad civil independiente dentro de la Isla, podemos ver que existen representantes en casi cada rincón del país pero de alguna manera, esto no se ha materializado aún en un movimiento nacional de ningún tipo.

Un elemento clave para revertir esta situación es asumir una visión estratégica en importantes sectores de la oposición interna. La inmensa mayoría de los activistas coinciden en que el principal obstáculo para masificar la oposición es el miedo, por lo tanto se hace imperativo establecer como primer paso iniciativas destinadas a conseguir que la población lo supere, o aprenda a seguir adelante a pesar del miedo. Existen muchos factores que inciden en esta realidad, entre los cuales destaca la ausencia de un sentido de empoderamiento, ese firme conocimiento de que cada individuo está dotado de poder para cambiar el medio en que vive.

Esta ausencia de empoderamiento generalmente conduce a la idea de que el cambio va a suceder por “generación espontánea”, con gente (dentro o fuera del gobierno) repentinamente volviéndose en contra del régimen gracias a un milagroso evento en particular, o incluso peor, la idea de que el cambio va a ocurrir como resultado de las acciones de poderes extraordinarios provenientes del mundo exterior, en una suerte de Deus Ex Machina política. La Historia, y la propia realidad dentro de Cuba, han demostrado con creces que ambas teorías carecen de fundamento.

El primer cambio tiene que ocurrir, lógicamente, dentro de la mente de la población cubana, para de ahí subir en la escala social y generar una transformación de la sociedad en pleno. Como ya hemos visto, el primer paso es transitar de un sentimiento de falta de poder a un sentido de empoderamiento, basado en la construcción de capacidades dentro de cada individuo. Esto se puede obtener por medio de la transmisión de experiencias exitosas de lucha noviolenta contra regímenes totalitarios o post totalitarios como Polonia o Serbia, o casos más recientes como los de Egipto y Túnez.

A pesar de las obvias diferencias, así como las dictaduras comparten rasgos y técnicas similares de opresión, también los movimientos anti dictatoriales se nutren de las experiencias de sus antecesores y poseen tácticas comunes. Una vez que los activistas adquieren este sentido de empoderamiento, están ya en condiciones de trasmitirlo a su entorno, usando los medios de comunicación a su alcance.

Pero la comunicación no debe ser entendida como la mera trasmisión de información, sino que debe tener además un significado práctico y un rostro concreto, lo que se conoce en términos de activismo como “comunicación dirigida”. Esto significa que no sólo se emite a través de artificios técnicos como los laptops, memorias flash o teléfonos celulares, sino también de persona a persona, con un énfasis en información que motive y prepare a las personas para que asuman el rol que les corresponde, de protagonistas de su propio destino. No se trata de lanzar “semillas al viento”.

El uso de esta comunicación dirigida le permite a los activistas transmitir personalmente el empoderamiento que ya han adquirido a quienes les rodean, con el fin de generar una identidad nacional de oposición basada en la noción de que es factible generar el cambio por cuenta propia. Esta visión compartida ha sido un factor clave de cualquier movimiento de cambio político en La Historia y, en la medida en que el ciudadano común comience a reconocerse como parte de un esfuerzo nacional por el cambio democrático, se crean las bases para el diseño de una estrategia acorde a esta nueva visión.

Así que la ruta hacia promover la organización y participación a nivel nacional de la sociedad civil en Cuba debe transitar por estos tres elementos básicos: empoderamiento, comunicación y estrategia. Un activista empoderado a través del conocimiento y el entrenamiento es capaz de transmitir este empoderamiento a su entorno, y una comunidad empoderada está en posición de diseñar una estrategia de acuerdo a sus propias realidades. La conjunción de estos factores provee una visión clara del cambio, promovido desde la base hacia la cúpula, y con una dinámica propia que no cuenta con fuerzas ajenas al control de los activistas. Este cambio sí puede ser calificado como fundamental y duradero, porque tiene sus raíces en los cimientos de cualquier sociedad, que es el pueblo.

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