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Los bolos, otro símbolo castrista


Los “Bolos” iniciaron el trasiego de objetos con los cubanos. Sus rublos le permitían comprar en las tiendas que tenían para ellos y los más avispados vendían los productos a sus cercanos colaboradores cubanos.

Entre los símbolos más significativos que grafican al periodo castrista como el “patria o muerte”, los CDR, el trabajo voluntario y la libreta de abastecimiento, tienen un lugar por derecho propio, dentro de esa vanguardia, los inefables “Bolos”.

“Bolos” o “Bolas” fue el nombre como bautizaron los cubanos en un principio a todos aquellos que llegaron de la “hermana” Unión Soviética para ayudarnos a “construir” el socialismo a imagen y semejanza de ellos. (¡Cuánto honor en un principio para ser después cuanto horror!)

Los hombres “Bolos”, ataviados con camisas de nylon, que cuando el sol bullanguero y ardiente de la isla los atrapaba, les sacaba olores inmortales debajo de sus axilas, y algunas féminas bolas, quienes con sus piernas llenas de pelos, fornidas, a veces también emanaban un olor significativo al mezclarse sus perfumes con el sudor, fueron figuras exóticas que llegaron a la isla de la noche a la mañana.

Fue una época de total inundación soviética dentro de la vida del cubano. Era necesario desintoxicarnos del “American way of life” y por eso el agradecido gobierno revolucionario, en su afán desmesurado por asemejarnos más a los amigos, nos recetaba muñequitos, ropa, documentales, películas, carros, libros, armas, comida enlatada, construcciones y más. Todo Made in CCPP.

En fin se consumió de todo lo inimaginablemente bolo para todos, eso sin mencionar a los entusiastas que les pusieron nombres a sus hijos criollos, que van desde el Pavel de “Así se templó el acero” hasta la Valentina y Yuri, de los primeros cosmonautas, entre otros.

Aquellos “Bolos” que llegaron a Cuba, ya escamados del socialismo en su país, también nos demostraron que, pese a su andar “victorioso” por el arduo camino de la construcción del socialismo, ellos también sabían cómo sobrevivir y nos iniciaron en algo vital para la subsistencia, dentro de la teoría del melenudo Carlitos Marx: el mercado negro.

Los “Bolos” iniciaron el trasiego de objetos con los cubanos. Sus rublos le permitían comprar en las tiendas que tenían para ellos y los más avispados vendían los productos a sus cercanos colaboradores cubanos.

Según las leyendas urbanas el apelativo “Bolo” fue nominado a nuestros amigos debido a la tosquedad del terminado en sus productos industriales, duraderos, pero sin estética. Luego, el término se internacionalizó y para un criollo tan bolo era un búlgaro como un ruso o un polaco.

Posteriormente vino el paso de enviar chicos y chicas de la isla del Caribe, con sus desbordadas hormonas explosivas de ritmo, colorido, pasión y sexo a estudiar en las Universidades de la Unión Soviética, donde no solo pasó el águila, sino otras cosas más terrestres y comenzó la procreación genética del producto cubano-soviético en todas las tonalidades.

Los negros cubanos, soslayados en el amor por las féminas de piel rosada de su país, en aquellos primeros años, encontraron un mercado que los solicitaba de manera exigente por las tierras de los zares y por supuesto ellos también multiplicaron sus esfuerzos con resultados evidentes que se advierte en la tez pigmentada de muchas chicas rusas contemporáneas.

Precisamente en el propio Moscú, nos contaba el fraterno Álvaro Alba, quien estudió en los convulsos 80 en esa ciudad que no cree en lagrimas, la embajada cubana trató de enmendar la página con el nombrecito de Bolos y lanzó un comunicado general a los becarios que a partir de ese momento estaba prohibido decirles bolos a los bolos, sino era necesario llamarlos ¡primos!

Por supuesto la intención quedó dentro de todas las intenciones programadas por la eficiente revolución cubana: en nada. Los cubanos siguieron con su identificación usual de llamarlos Bolos. Y aunque para cualquier cubano de esas etapas el nombre de Bolos significaba parte del gracejo y la inventiva criolla, un artículo que leí en un sitio de Internet descarta esa paternidad.

De acuerdo a ese texto el novelista Ezra Pound Speanking calificaba como bolos a los agentes de la KGB rusa en 1942 y asegura que la Mauser C96 de cañón corto recibió el apodo de "Mauser Bolo", porque entre 1921 y 1930 el gobierno ruso (soviético a partir de 1922) compró una gran cantidad de pistolas de ese modelo. El adjetivo bolo se usaba como abreviación de "bolchevique".

Asegura ese comentario que el escritor G. R. Singletin-Gates escribió un libro titulado: “Bolos& Barishynas: being an account of the doings of the sadleir-Jackson Brigade, and Althan Flotilla, on the North Nvina during the summer, 1919” donde se usa el termino Bolo en numerosas ocasiones y nunca aclara de que se trata, lo cual resulta evidente que en el Londres de 1920 todos sabían que significaba un Bolo.

Sea de quien sea la paternidad, lo cierto es que los Bolos dejaron una huella en varias generaciones de cubanos, quienes entablaron solidas amistades y formaron familias con aquellos extranjeros llegados a la isla, los cuales sin dudas fueron las primeras víctimas del injusto sistema que decide en las vidas de las personas y no respeta sus más sagrados derechos humanos.

Luego, cuando llegaron la perestroiska y el glasnot, se pudo comprender todo lo que ellos sufrieron dentro del sistema del partido único y totalitario con sus nefastos gulag o campos de concentración. Esa revelación descarnada se la debemos a los Bolos, quienes formaron parte de nuestras vidas dentro de este medio siglo de purgante castrista.

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