Las campanas comenzaron a redoblar tristemente en Roma.
“El Santo Padre falleció esta noche a las 9.37 P.M. (hora de Roma) en su departamento privado. Se han puesto en marcha todos los procedimientos establecidos en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis escrita por Juan Pablo Segundo el 22 de febrero de 1996”, dijo el anuncio formulado por el vocero Joaquín Navarro Valls y distribuido a la prensa por correo electrónico.
Unas pocas horas antes, el Vaticano había informado el sábado que el Papa estaba “gravísimo” pero que respondía a sus asesores.
Poco antes de la divulgación del comunicado, fuentes médicas citadas en la prensa italiana aseguraron que el Papa perdía intermitentemente el conocimiento y que estaba “en situación irreversible”. En horas de la mañana del sábado el portavoz papal Joaquín Navarro Valls ya había informado que “las condiciones generales cardio-respiratorias y metabólicas del Santo Padre” se mantenían “sustancialmente invariables y, por lo tanto, gravísimas”.
Navarro Valls añadió que desde “el amanecer de hoy (sábado) se ha empezado a observar un inicio de pérdida del conocimiento”, pero a seguidas dijo que “no se puede hablar de coma”. A veces, manifestó el portavoz, “cierra los ojos y a veces vuelve a abrirlos... y cuando oye hablar, a veces reacciona”.
Navarro Valls dijo además que a las 7:30 AM. del sábado se había celebrado una misa en presencia del Santo Padre. Las imágenes de televisión mostraron numerosa concurrencia de gente joven, hombres y mujeres.
Miles de miradas seguían convergiendo el sábado por la noche en la Plaza de San Pedro en dirección a la ventana del aposento privado del Papa en el Palacio Vaticano. Se escuchaba el murmullo de centenares de oraciones. Existía el sentimiento casi unánime de que allí estaban despidiendo poco a poco al Sumo Pontífice agonizante.
De vez en cuando el murmullo de los rezos era sofocado por los aplausos de numerosos grupos de jóvenes que hacían para manifestar su admiración y sus sentimientos de cariño por Juan Pablo Segundo.