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La hora del recuento y de la marcha unida


La guerra del 68 no logró la independencia de Cuba, pero sí impulsó la integración racial.

[A Antonia (León) Bonora, una mulata a la que un sargento español le negó el apellido]

Antonia era una institución en la familia Riopedre. Cuidó de mi abuela, de mí y de mi hijo. Era una más entre nosotros. Jamás noté la más mínima discordia. El respeto y el cariño por ella era absoluto. Murió en el exilio a la edad de cien años.

En su Nueva Historia de Cuba (1986), el desaparecido historiador cubano, Herminio Portell-Vilá, destaca que "entre todas las guerras de independencia de las dos América, Cuba fue la única que comenzó con la libertad de los esclavos y la abolición de la esclavitud".

Para los bolcheviques isleños esto no tiene valor alguno. Ellos se refieren con desdén a la guerra de 1868 aduciendo que fue una guerra de hacendados. Parecen ignorar que Atenas, Inglaterra y la Unión Americana (los modelos del mundo moderno), "pasaron de la aristocracia a la democracia sin excluir de la política a los aristócratas".

La guerra del 68 no logró la independencia de Cuba, pero sí impulsó la integración racial. Diecisiete años más tarde cuando estalla la guerra de 1895, ya no era posible la independencia sin la participación de la población negra de la isla. El carácter demográfico de la población de Cuba había cambiado radicalmente.

En su libro Política y Militarismo en la Independencia de Cuba (2000), José M. Hernández cita fuentes según las cuales entre 70 y 80 por ciento de los libertadores eran negros. También lo eran 22 de los 140 generales mambises. Constituían el 40% de la alta oficialidad del ejército cubano en armas.

Según Portell-Vilá, "El censo de 1907 dio la cifra de la población de color como 608,967 personas en un total de 2,048,980 habitantes, lo que representaba menos de 30% de la población del país". Hugh Thomas, The Pursuit of Freedom (1971), ofrece cifras parecidas. Todas ellas reflejan el precio que pagó este segmento de la población cubana.

Thomas señala que Cuba había quedado aniquilada. Sus pérdidas eran proporcionalmente comparables a las sufridas por Rusia en la segunda guerra mundial. ¿De dónde salieron entonces esos dos millones de habitantes?

Mientras que los derrotados soldados españoles salian por un muelle rumbo a España, por otro desembarcaban en La Habana miles de peninsulares. Gracias al Tratado de París, España había perdido la guerra pero había ocupado de nuevo la isla.

Thomas observa que "el flujo de inmigrantes españoles era probablemente más intolerante que las familias que habían vivido en Cuba por generaciones". Sin vínculo alguno con la guerra de independencia, era natural que los recién llegados miraran a los cubanos como unos bandidos. De suerte que hay motivos para sospechar que el acuerdo entre Washington y Madrid impidió que Cuba se convirtiera en una república negra.

Los hijos de esta inmigración peninsular masiva nacidos en Cuba después de 1898, con una edad promedio de 40 años al triunfo de la revolución, fueron los que tomaron el poder en Cuba en 1959. Querían instaurar de nuevo el coloniamismo europeo, pero no contaron con la "selección natural".

Provocaron el éxodo masivo de la clase media cubana y le abrieron el camino a la población negra y mulata de la isla. ¿Justicia divina?

Antes de 1959, Cuba era la única isla predominantemente europea del Caribe, ahora ocupa un lugar coherente en el Arco de las Antillas.

Cuba es hoy un país predominantemente negro, en el que los descendientes de africanos llenan las cárceles y viven al margen de la sociedad. No tienen voz ni voto en los destinos de la nación aun cuando fueron ellos los que pusieron los muertos en las aventuras del Gran Capitán.

Conviene aclarar que los negros cubanos nunca abogaron por una república separatista, pero el factor demográfico los favorece. Si pudieran apelar libremente a la formula sudafricana de un hombre un voto, no hay porque dudar que ya Cuba tendría un presidente negro.

Estados Unidos, por ejemplo, no tenía necesidad de un presidente afroamericano (como le llaman por acá), lo eligieron por sus méritos. Pero en Cuba, donde aún gobiernan los cachorros de Fernando VII, impera un régimen absolutista.

Nadie puede esperar que las cosas cambien tranquilamente porque el régimen cubano tiene una estructura de clan: sus miembros provienen de un antecesor común (Fidel Castro) y poseen derechos y asumen responsabilidades de carácter colectivo.

Pero en diez años esa fauna se habrá extinguido. Por lo tanto, los negros cubanos deben prepararse con la sabiduría milenaria de la tierra que fue cuna de la humanidad. No hay la menor duda de que prevalecerán si son prudentes y actúan con paciencia y serenidad.

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