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El increíble fruto del nacionalismo tropical


 Comienzo del curso escolar 2015-2016. Foto EFE.
Comienzo del curso escolar 2015-2016. Foto EFE.

Un cubano-saharauí con profundo acento “de la calle” se siente ofendido con el video en el que una nicaragüense despotrica de los migrantes cubanos. Él es un agradecido de “la revolución”.

La crisis migratoria de cubanos en Centroamérica, aún sin solución, arroja ángulos de la noticia aparentemente muy reveladores. Internet se encarga de distribuir estos ángulos y fomentar un pasatiempo en lo que ocurre un desenlace. Tal es el caso del video de una nicaragüense que, con lenguaje soez, responde a una cubana ofendida porque Nicaragua cerró su frontera.

La cubana había recordado todo lo que Cuba dio (o sea, el castrismo) al país centroamericano, en materia de educación y colaboraciones de todo tipo para asegurarse un “socio” en la región. Lo recordaba la mujer cubana sin contar el militarismo de ida y vuelta instaurado por años entre los dos países. Los hermanos Ortega y su élite tuvieron (a lo mejor tienen) casas “de protocolo” en la isla donde se discuten planes secretos. A no dudar que el cierre de la frontera haya sido uno de ellos.

La mujer nicaragüense habló muy mal de los cubanos que llegaban a Nicaragua (presumiblemente en los años 80). Dice que los nicaragüenses les mataban el hambre. Pero estas “perlas” no son las más inquietantes, sino las que salen de la boca de alguien que le responde, nada más y nada menos que desde Noruega.

Un cubano-saharaui con profundo acento “de la calle” se siente ofendido con el video de la nicaragüense. Él es un agradecido de la revolución cubana. No lo dice exactamente así, sino se refiere a la ayuda de Cuba y a los cubanos. Cuba, sabemos, es el régimen, la dirección del gobierno.

Kory Ahmed nació en Sahara Occidental y luego se trasladó a Cuba para estudiar la secundaria básica. Más tarde estudió Inglés en la universidad, también en Cuba. Con una camiseta que es la bandera cubana, arremete contra la mujer nicaragüense en una rabiosa defensa nacionalista, yendo más lejos de las gracias por su educación. También agradece una idiosincrasia, una cultura popular que lo ayuda a triunfar en Noruega. Ese matiz exótico de la isla del Caribe es sin dudas un valor añadido en un país tan frío y con escasa luz.

Nadie diría que Kory Ahmed no es cubano. Es más, el internauta es el producto cubano que Castro sembró como parte de su política “internacionalista”. Por pura casualidad, quien escribe estas líneas estudió la secundaria básica en una beca de Güira de Melena donde había estudiantes saharauis. Eran miembros del Frente Polisario (Frente por la Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro); hablaban español porque parte del norte de África había sido ocupada por España. Luego la vida se encargaría de proporcionarles un acento cubano a los que se quedaron en la isla. Como es el caso de Kory. ¿Quién quita que él y un servidor estudiaron en la misma escuela en el campo?

En su defensa a ultranza de la identidad nacional cubana, Kory hace un alegato al sistema de enseñanza “revolucionario”, pero pasa por alto un detalle: Los saharauis –los extranjeros en general- dormían en un sitio protegido y tenían mejores condiciones de vida que los cubanos. Esa diferencia debió haberla notado, aunque probablemente no la recuerde. No es justo que tuvieran mejores colchones y una atención reservada. Los adolescentes que éramos entonces no mirábamos el plan con algo verdaderamente grave, sino como algo raro.

Las cosas no han cambiado mucho, excepto que ya no llegan tantos estudiantes a Cuba con becas gratuitas. El régimen intenta cobrarles el peaje. El trabajo de siembra y recolección de propaganda está hecho, incluso en alguien que, sin querer -como suponemos es el caso de este saharaui- jura que todos los cubanos, de lo bien educados que estamos, triunfamos en cualquier lugar del mundo.

Este servidor podría decir todo lo contrario, según su experiencia de 12 años en Barcelona. Uno triunfa en el plano personal por otras razones, no precisamente nacionalistas.

Pero Kory Ahemed no está solo. Un actor de cine y televisión español, Willy Toledo, miembro del partido Izquierda Unida, hace campaña por la protección de los saharauis que permanecen en territorios ocupados. Por otra parte, la comunidad cubana movilizada en las redes por el tema migratorio ha encontrado en Kory un punto en común: el nacionalismo. El trasfondo –la esencia del problema en este caso- se comporta como lo menos importante.

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    Jorge Ignacio Pérez

    Nació en La Habana en 1965. Luego de ser tanquista en el servicio militar obligatorio, se graduó en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana, en 1992. Trabajó como redactor y fotógrafo de prensa, columnista de teatro y editor en varias publicaciones de la isla. En 2001 se exilió en Barcelona, hasta el año 2012 en que se afincó en Miami, donde reside actualmente. Fue editor del portal on line de asuntos cubanos Cubanet.org. Desde 2007 lleva el blog personal Segunda Naturaleza. Además del libro de memorias Historias de depiladoras y batidoras americanas (Neo Club Press Ediciones, 2014), tiene otro inédito titulado Pasajeros en tránsito.

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