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Historias de Rancheadores


Los rancheadores políticos del régimen y sus perros libran una batalla perdida, porque nadie puede capturar la Historia.

En los últimos tiempos el escenario cubano se asemeja cada vez más a un campo de batalla. Desde todos los ángulos y en todas las direcciones se suceden los ataques contra cualquier asomo de disidencia u oposición, que para el caso de la dictadura ambas denominaciones representan lo mismo y reciben la misma respuesta: cero tolerancia. Se ha llegado incluso hasta experimentar con armas nunca antes usadas, como es el caso de los gases lacrimógenos, los cascos, y los escudos antimotines desplegados en el asalto a la casa de Marino Antomarchit en Santiago de Cuba.

Una de las últimas novedades son los blogueros oficialistas, quizás la versión moderna de las unidades de “agitación y propaganda” de antaño. A cada escaramuza en el terreno le precede o sigue un verdadero aluvión de comentarios en diferentes sitios controlados por el gobierno cubano, o alguno de sus personeros. Este auténtico bombardeo virtual es tan intenso, que ya no distingue en ablandar las posiciones de enemigos o amigos.

Nada de esto ocurre al azar, como lo demuestran la medida de los tiempos y la naturaleza de los actores. En una maniobra táctica, las estrellas del bloguerismo oficial Iroel Sánchez y el novelesco Yohandry arremetieron previamente contra Pablo Milanés, para ceder paso después a las diatribas de Silvio Rodríguez, quien acusó en su blog Segunda Cita a su ex compañero de armas, o mejor dicho, de guitarras, de causar “daños internos” al sistema con sus críticas en Miami. Primero los perros y después los rancheadores, al más puro estilo de la época colonial.

En otra singular coincidencia, ambos sujetos enfilaron sus ordenadores contra el Padre José Conrado Rodríguez, a quien acusaron de agente de la CIA, justo el mismo día que Jaime Ortega y Alamino declaraba a la prensa que “esto es parte del ambiente nuevo de cambio que hay en Cuba”, al encabezar la procesión y los festejos por la llegada al pueblo de Madruga de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre. El Cardenal estuvo muy cansado para recibir a las Damas, pero no le costó ningún trabajo pronunciar loas al régimen, en medio del clima de violencia más serio desatado contra la oposición noviolenta en la Isla.

Horas después, el Arzobispado de La Habana aseguró en un comunicado que “el gobierno cubano, ante estas situaciones, ha comunicado a la Iglesia que desde ningún centro de decisión nacional se ha dado la orden de agredir a estas personas”. Siguiendo la lógica de estos comunicados, la cuestión radica entonces en los ordenadores, quién ordena a quién, cuándo, cómo y dónde, o qué computadora se utiliza.

Como todo el mundo sabe, Yohandry no existe, es un equipo de redacción al estilo Corín Tellado, dirigido por la contrainteligencia castrista, la misma institución represiva que conforma las turbas que agreden a las Damas de Blanco y dirige los asaltos contra viviendas de opositores. La misma que maneja la Oficina de Informatización que supuestamente dirige Iroel Sánchez, ex director del Instituto Cubano del Libro. El cambio de oficina no representa nada, puesto que después de todo, Iroel sigue trabajando en la misma línea, fabricación de historias. El problema es que cada vez resulta más difícil encontrar quien las compre, porque el colorín colorado sencillamente pasó de moda.

Los campos están bien delimitados, las líneas bien trazadas, y cada vez son más los que deciden deslindarse del castrismo, llámese como pretenda llamarse. De nada valen los intentos por recapturar o neutralizar a los renegados, porque salirse del barco se está convirtiendo en la nueva tendencia política en Cuba. Es el signo de los tiempos, y no funciona en base a ordenadores o comunicados.

Los rancheadores políticos del régimen y sus perros libran una batalla perdida, porque nadie puede capturar la Historia. Siempre ha sido, y será, más rápida y certera que la voluntad humana.

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