Arte y Cultura
"Historia de un amor" en la Cárcel de Boniato

El autor comparte la conmovedora historia de dos jóvenes cubanos
Mi esposa y yo sostuvimos una intensa relación profesional con la música durante más de cuarenta años, yo sin ser músico, ella siéndolo, y esa relación incluyó la presentación de numerosos espectáculos donde ambos intentamos, además ser fieles a nuestras respectivas vocaciones y ganarnos la vida honradamente, paliar nuestra necesidad de repatriarnos a través del cancionero popular iberoamericano; de remontarnos –a través de la música y de todo lo que esos proyectos comprendían: entrevistas a viejos compositores e intérpretes, rescate de canciones olvidadas, proyección de imágenes en el escenario, reimpresión y distribución de documentos curiosos– al entorno natal, tan distinto de aquél donde la historia de nuestro país había dispuesto que transcurriera nuestra juventud.
Nos entusiasmaba la posibilidad de proporcionar a otros cubanos, exiliados como nosotros, al tiempo que mitigábamos nuestra propia inconformidad, la ilusión de situarse a salvo de la realidad circundante y los tiempos en curso, y de visitar imaginariamente, desde la penumbra de la sala de un auditorio, épocas y ámbitos más amables. Todos y cada uno de aquellos proyectos giraban en torno a un tema específico, y a partir de ese tema, además de escogerse la frase que servía para identificarlos, se seleccionaba el repertorio, se redactaba un guión y se organizaba la publicidad.
El concierto correspondiente al domingo 17 de mayo de 1998 adoptó el título de una canción de Fernando Eleta Almarán (Panamá, 1921-2011) compuesta en 1954; una canción que llegó al cine, se insertó en la discografía de algunos de los principales intérpretes hispanoamericanos de la segunda mitad del siglo XX y aún goza de popularidad: Historia de un amor. Imposible pensar en un título más acorde con nuestros planes de aquel año: a través de la radio y la prensa escrita, y durante los dos meses que antecedieron al evento, Mara y yo exhortamos a los residentes del sur de la Florida a escribirnos diciéndonos cuáles eran sus canciones predilectas y a explicarnos las razones de esa predilección, qué habían significado esas canciones en sus vidas. Los participantes debían facilitarnos, además de sus nombres, su número de teléfono, porque la exhortación incluía una promesa: Mara y yo nos comprometíamos a escoger cinco de aquellas cartas, invitar a sus autores al concierto, leer sus historias ante el público e interpretar cada una de las composiciones mencionadas por ellos.
La respuesta superó nuestras expectativas: dos o tres de aquellas cartas nos conmovieron profundamente y conmovieron a los cientos de personas reunidas aquella tarde en el Miami-Dade County Auditorium. Imposible leerlas sin emoción. Imposible cantar las canciones a las que aludían sin sentir, por unos instantes, que todos éramos los autores de esas cartas. Imposible ver a aquellos hombres y mujeres, de la mano de sus cónyuges o solos, porque éstos ya habían fallecido, ponerse de pie en medio del auditorio y recibir, sonriendo o sollozando, una ovación, sin sentir todo el peso de la historia más reciente de Cuba aplastándonos.
Mara y yo conservamos esas cinco cartas. La celebración del próximo "Día de los Enamorados" me las ha recordado. He decidido publicar una de ellas para festejar la admirable historia que narra. Beatriz Martínez, su autora, falleció en 2010. Ignoro si Néstor Penedo, su esposo, vive: nadie ha podido darme fe de su paradero. La última vez que le vi era su sombra: la salud flaqueaba y la desaparición de su mujer lo había desolado.
El lector debe tener presente que a la lectura pública de esta carta sucedió, aquella tarde de 1998, la interpretación de la canción que la carta menciona.
4 de abril de 1998
Mara y Orlando:
Todo comenzó cuando me disponía a salir de Cuba para España en 1963. Fui a despedirme de mi hermano que se encontraba preso en la Cárcel de Boniato, en Oriente, por motivos políticos.
Esperábamos en un espacio cercado, en un patio interior de la prisión; esperábamos nerviosamente, pues desde las 7 de la mañana estábamos en los trámites.
Al mediodía, por un pasillo lateral, venían los presos en fila. Al reconocer a mi hermano, su esposa y yo corrimos hacia la cerca que nos separaba. En ese momento vi al joven que lo seguía y me miraba fijamente: quedé como petrificada cuando nuestras miradas se encontraron; el clásico flechazo de amor a primera vista. Después de las presentaciones supe que él era el compañero de celda de mi hermano. A Néstor lo visitaba su papá, coyuntura que aproveché para dejar a mi cuñada hablar libremente con mi hermano, pedir permiso y sentarme en un banco cercano a Néstor. Nuestras familias se conocían de las visitas a Isla de Pinos, pero nosotros no nos conocíamos.
La visita transcurrió trivialmente, con algunas preguntas: gustos por la música, películas y actividades de todo tipo. Hasta que el penetrante sonido de un timbre eléctrico puso fin a la conversación. Y llegó la despedida. Después de abrazar y besar a mi hermano, le tocó el turno a Néstor. Las piernas me temblaron cuando llegué a su lado. Él, sonriente, me cantó bajito: "Bésame, bésame mucho, como si fuera esta tarde la última vez..." ¿Qué creen que hice? Lo besé. Fue el beso más tierno y ardiente que me hayan dado jamás.
Salí totalmente trastornada de la prisión. Esa noche no pude dormir en el viaje de regreso a La Habana. Mi cuñada me hacía bromas, si me iba o no para España. A los pocos días viajé a Madrid y desde allí le escribí a mi hermano y le envié una postal a Néstor. Nunca recibí respuesta, pues el sistema carcelario tenía prohibidas las cartas al exterior. A los tres meses regresé. El "como si fuera esta tarde la última vez" me angustiaba terriblemente. Cuando quise repetir la visita descubrí que en ese momento sólo daban permisos a madres y esposas. Haciendo el cuento corto: en la correspondencia que establecimos, decidimos casarnos por poder para que yo pudiera visitarlo. Mi hermano estimó que estábamos locos. Y así se produjo un matrimonio a larga distancia.
Cuando Néstor fue puesto en libertad, 3 años después, mi papá dijo: "Hay que ir a la notaría para oficializarlo todo, porque éste es un matrimonio de mentirita". Una semana después se consumó verdaderamente, con todas las de la ley. 35 años después sentimos la misma emoción al escuchar "Bésame mucho", nuestra canción.
Quién iba a decirle a Consuelo Velázquez (México, 1916-2005) que su canción, una de las más célebres del siglo XX, no sólo acabaría siendo susurrada por un preso político al oído de una joven en una cárcel de Cuba, sino dando inicio a una relación que mantendría unidos a ambos por el resto de sus vidas.
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Camila Cabello celebra a su abuela, quien se estrena como novelista con "Los boleros que he vivido"

Camila Cabello reconoce a las mujeres fuertes en su vida por su éxito como artista y como persona. Así que era natural que ella estuviera allí para celebrar el hito de su abuela: la publicación de una novela.
El libro en español, "Los boleros que he vivido", es un proyecto soñado por décadas por su abuela, Mercedes Rodríguez.
La cantante de "Havana" viajó la semana pasada a Málaga, España, para celebrar y ayudar a promover el libro de Rodríguez, que cuenta la historia de una mujer que se separa de su esposo después de muchos años de matrimonio. A lo largo de sus 329 páginas, su historia presenta los esfuerzos de la mujer por reunirse con su hija y sus nietas en Estados Unidos, una trama que refleja los acontecimientos en la vida de la familia de Cabello.
"Al final lo terminé muy rápido, realmente, muy rápido porque es la historia de mi vida y yo todavía tengo buena memoria", dijo Rodríguez.
Rodríguez, de 75 años, nació en Cuba al igual que Cabello, de 26. La cantante vivió parte de su infancia en México y luego migró con su madre a Estados Unidos, donde su padre las alcanzó un tiempo después.
Su hermana Sofía Isabella nació en Estados Unidos. Su madre, Sinuhé, es cubana y su padre, Alejandro, es mexicano.
Mientras Rodríguez hablaba sobre la novela, Cabello sostenía su mano. "Mi familia es una parte tan grande de quién soy, es una parte tan grande de quién soy como artista, y es una parte muy grande de mi música", dijo Cabello.
La música es como un personaje más en la novela, en la que cada capítulo lleva el nombre de un bolero, género musical de letras románticas originado en Cuba que se volvió muy popular en la primera mitad del siglo XX en toda Latinoamérica. Para Rodríguez, la música es esencial: "Es algo con lo que ningún ser humano puede dejar de vivir para ser feliz", dijo la autora.
Sobre la forma en la que la música ha impactado en la vida de su famosa nieta, Rodríguez dijo: "La lleva en la sangre, tiene fotos de 2 años con un micrófono en la mano y con la radio puesta".
"Yo la oigo cantar en un concierto, por ejemplo, y me falta hasta el aire, me emociona tanto, es que no puedo explicártelo, es algo superior, es algo que yo nunca había sentido en mi vida, verla en un escenario cantando u oír un disco de ella".
La canción favorita de Rodríguez en el repertorio de Cabello es "Never Be the Same", la cual dijo: "No la puedo oír porque hago el ridículo, inmediatamente empiezo a llorar".
Otros favoritos de su familia incluyen música cubana, astros pop como Alejandro Sanz o Luis Miguel, y el favorito en inglés de la abuela de Cabello: Ed Sheeran.
Cabello dijo que siente una conexión especial con las mujeres de su familia, un linaje que se extiende a la abuela de su abuela, a quien Rodríguez llamaba Isabelita.
"Siento que no sería como soy hoy, si no fuera por el hecho de que mi familia tiene mujeres tan fuertes. Todas ellas mujeres que han tenido personalidades fuertes y que han hecho las cosas a su manera", dijo Cabello, al mencionar cómo su tatarabuela estaba "pensando realmente adelantada a su tiempo en términos de sexualidad y relaciones". (Cabello señala que es un tema que explora su abuela en "Los boleros que he vivido").
"Mi mamá siempre ha sido de esa manera, ella", dijo Cabello en referencia a Rodríguez, "siempre ha sido igual, mi hermana, quien tiene 15 años, es así también. Pensadoras muy independientes".
Fallece en Cuba el popular actor Rubén Breña

Falleció este jueves el actor cubano Rubén Breña Río, quien desde hace días se encontraba ingresado de gravedad en el capitalino Hospital Hermanos Ameijeiras, según reportó la página de Facebook "Cubaactores" y la prensa oficialista en la Isla.
Breña, que estaba internado en terapia intensiva, presentaba una gastritis erosiva, según sus allegados, que pidieron ayuda en las redes sociales para conseguir el tratamiento. El pasado miércoles, el centro médico les respondió diciendo que contaban "con todo lo necesario" para su atención.
El actor incursionó en la radio, la televisión, el cine y el teatro.
Nació en Pinar del Río en 1953, estudió en la Escuela Nacional de Dirección Teatral del Ministerio de Cultura y formó parte de los grupos teatrales Zafarrancho y Trotamundos.
Los cubanos lo recuerdan por su participación sobre las tablas en: “Los gemelos”, “Los amaneceres son aquí apacibles o El bizco”; en las telenovelas “Tierra Brava”, “Cuando el agua regresa a la tierra”, “Si me pudieras querer”, “Gato encerrado”, “Salir de noche” e “Historias de fuego” y en la pantalla grande, por su actuación en “Guantanamera”, “Pon tu pensamiento en mí”, “Amor vertical”, “Las noches de Constantinopla”, “Roble de olor”, “Lista de espera” y “Habanece”.
Fue merecedor, entre otros, del Premio Actuar, por “Obra de la Vida”, otorgado por la Agencia Artística de Artes Escénicas Actuar en 2019 y el Premio Pequeña Pantalla, otorgado por la TV cubana en 2021.
Biden reconoce a poeta cubanoamericano con Medalla Nacional de las Humanidades

El presidente Joe Biden reconoció el martes al poeta cubanoamericano Richard Blanco con la Medalla Nacional de las Humanidades, el premio más importante que el gobierno de Estados Unidos otorga a artistas y entidades.
El escritor fue galardonado "por dar vida a la identidad y la idea de Estados Unidos".
"Poeta y autor galardonado, profesor y orador público e hijo de inmigrantes cubanos, la poderosa narración de Richard Blanco desafía los límites de la cultura, el género y la clase mientras celebra la promesa de los más altos ideales de nuestra nación", reconocieron en la ceremonia de entrega que tuvo lugar en la Casa Blanca.
Entre los galardonados con la Medalla Nacional de las Artes y de las Humanidades estuvieron reconocidas figuras como los músicos José Feliciano, Bruce Springsteen y Gladys Knight, la actriz Julia Louis-Dreyfus, la diseñadora Vera Wang y los escritores Walter Isaacson y Amy Tan, entre otros.
En sus redes sociales, el poeta criado en Miami y escogido en 2013 por el expresidente Barack Obama para leer un poema en el acto de inauguración presidencial, agradeció a Biden y al Fondo Nacional para las Humanidades por este "tremendo honor".
"Me siento honrado de unirme a este estimado grupo como receptor de la Medalla Nacional de Humanidades. Al crecer tuve muy poco acceso a los libros y las humanidades. Debo mis logros a mis padres y sus sacrificios al emigrar a los Estados Unidos desde Cuba, huyendo del régimen opresivo de Castro para poder vivir en una sociedad democrática", escribió Blanco, quien destacó el importante papel de las humanidades en la educación.
En agosto de 2015 viajó a La Habana para leer su poema "Cosas del mar" en el acto de izado de la bandera de Estados Unidos en la embajada estadounidense, considerado uno de los momentos más significativos del acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, impulsado por Obama y el general Raúl Castro.
Blanco ha publicado entre otros títulos los poemarios "City of a Hundred Fires", "Directions to The Beach of the Dead" y "Looking for The Gulf Motel". Ha ganado el Premio de Poesía de la universidad de Pittsburgh y el Premio PEN American Center Beyond Margins.
Jean-François Fogel, de la literatura a lo digital

Nos conocimos a través de la literatura, nos unieron numerosos escritores que él me dio a conocer mediante un folleto literario en gran formato publicado por el diario Libération en los años ochenta, en coautoría con Daniel Rondeau, cuyo título interpelaba en francés: Pour quoi écrivez-vous? ¿Por qué escribe usted? Eran entrevistas a numerosos escritores reconocidos. Jean-François Fogel me condujo de tal modo a leer a Samuel Beckett; y entonces, de la lectura de Beckett, así como de la de Paul Morand, fundamos una amistad que durará y trascenderá más allá de cualquier suceso, una amistad en la que la literatura tomaba un espacio esencial; y luego Cuba.
En Cuba ocurrió el gran reencuentro, durante los pérfidos años noventa; recorrimos los lugares más insólitos y peligrosos en aras de investigar para su libro ‘Fin de Siglo en La Habana’, coescrito con Bertrand Rosenthal. En aquella ocasión me regaló uno de las obras más bellas y precisas en su brevedad y por contenido sobre literatura cubana, titulado ‘La Havana’, coescrito con Olivier Rollin y Jean-Louis Vaudoyer. Entonces debió marcharse, regresar a París para culminar la obra con la que defendió sin descanso la libertad de mi país, y para no volver nunca más a La Habana, aunque lo intentó, pero las autoridades castristas no se lo permitieron. Con el tiempo, después de haber publicado dos artículos míos en Le Monde, un diplomático del régimen lo visitó de improviso para comunicarle que le dejarían regresar a la isla si paraba de publicarme en el periódico; su respuesta fue: “El planeta es grande, mi misión en la isla va más allá de algo físico”.
Desde allá yo, y él desde aquí, en París, seguimos escribiéndonos acerca de “magnifiques” autores, de libros recientes; lo mismo sobre su ‘Morand Express’ quae sobre el Nobel, V. S. Naipul, de quien era también muy leal, o de un próximo libro político acerca de Pablo Escobar.
Fogel había leído mis manuscritos en La Habana, el primero en leerlos y el primero en darme opiniones claras y ánimos para que continuara escribiendo pasara lo que pasara. Así fue. Publiqué mi primera novela en Francia, ‘Sangre azul’, en 1993, con todos los riesgos que eso implicaba en la época; cuando envié la segunda, bien distinta en tema y en estructura, ‘La nada cotidiana’, Jean-François sirvió de mensajero e intermediario para que el editor percibiera la importancia de ese libro en mi vida y en la vida de los cubanos.
Me faltan las palabras para describir y agradecer todo lo que le debo a Jean-François Fogel. Además de su serena y sincera amistad, era mi guía, mi modelo, mi protector, mi hermano. Hoy se ha ido de este mundo; y no puedo con mi alma, es como si se me hubiera vaciado el cuerpo. Ayer en la tarde, al salir del hospital, después de haberle sostenido su mano y de haberle hablado con la esperanza de que pudiera oírme, nuestra vida juntos fue pasando reveladora en mi mente y velando todo lo abrumador de esta ciudad que otrora fue lo contrario, de una belleza incalculable, supuestamente inquebrantable.
Al exiliarme en París, él se hallaba inmerso en renovar el periódico Le Monde, le Nouveau Monde, el sueño se le iba en ese proyecto que se convirtió en un enorme éxito editorial y periodístico. Desde entonces devino uno de los grandes traspasadores de sabiduría, porque creía firmemente en la literatura y en el periodismo, tanto impreso como digital. Porque llegó el momento en que supo avizorar que lo digital se dirigía hacia mundos (ahora sí) desconocidos, nuevos y apasionantes; entonces hizo de esa fórmula de investigación y enseñanza una especie de escuela espiritual y numérica. Con Bruno Patino publicó dos libros sobre el tema. Desde la Fundación de Periodismo Gabriel García Márquez, regó su maestría y discreto liderazgo. También publicó un libro sobre otra de sus querencias: el rugby. De ahí que yo deviniera aficionada a ese deporte. En la Facultad de Sciences-Po (Ciencias Políticas) en París, difundió reglas de escritura y de pensamiento, ideas sobre Hispanoamérica.
Discreto, puntual, presente siempre cuando más le necesitábamos, cercano desde donde estuviera, la mano abierta para ayudar y resolver sin erigirse más que en amigo, las heroicidades proclamadas no iban con él. Sin embargo, era y es un héroe, el héroe de sus familiares, de sus lectores, sus amigos, el mío. El único amigo de Daniel Rondeau, a quien hoy heredo, y el único mío. El amigo de Héctor Feliciano y Bruno Patino, ambos hasta el final ahí a su vera. El salvador que me liberó de un mundo perverso y atribulado y me introdujo en un nuevo mundo reinventado por él desde su preciada y valiosa biblioteca. Gracias, bro, hermano mío, descansa en paz. ¿Qué me voy a hacer ahora en esta ciudad sin ti?
“El Matadero”, del cubano Fernando Fraguela, mejor documental del Festival de Cine de Málaga (VIDEO)

La película cubana “El Matadero”, del director Fernando Fraguela, ganó la Biznaga de Plata al Mejor Documental en el Festival de Cine de Málaga (sur de España).
“La selección oficial al concurso fue inesperada, pero más aún la premiación. Es una película que hice en plena pandemia, un documental autorreferencial para hacer catarsis sobre cuestiones de mi infancia y juventud, y lo que fue vivir en El Calero, Pinar del Río”, afirmó el cineasta en declaraciones a Radio Televisión Martí.
“El Matadero” aborda la cría de cerdos en un barrio de edificios de Pinar del Río, donde los vecinos luchan por sobrevivir. Su tesis es que “el matadero se convierte cada vez más en el barrio”, y viceversa.
Fraguela no esperaba que la película “se pudiera entender completamente fuera de Cuba, ni mucho menos”, por lo que le sorprendió la excelente acogida de la crítica española.
“Mucha alegría y sorpresa porque haya ocurrido algo así con el cine cubano, que normalmente no tiene tanta visibilidad, por desgracia”, dijo.
Para el director, la película narra “una realidad que permanece en Cuba”.
“En 2021, cuando la filmé, estábamos en plena pandemia, y ya la escasez era bastante. Hoy, en 2023, todo esto es mucho peor. Y más en lugares apartados de la realidad de La Habana”, valoró.
El creador espera que el reconocimiento sirva para ayudar a los cineastas cubanos exiliados en España: “Somos unos cuantos, y estamos intentando hacer cine en la diáspora, que es algo bien difícil”.
Fernando Fraguela (1991) se graduó en Dirección de Cine en 2018 en la Universidad de las Artes y en 2019 del semestre de Documentary Video Production in Havana, por la NYU Tisch School of the Arts. Entre sus filmes aparecen “Mujeres que sueñan un país” (2023), “Existen, resistencia del arte urbano en Cuba” (2023), “Sueños al pairo” (2020) y “Las desdichas de un hombre” (2018).
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