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Gobernar, el gran tesoro


Morales afirmó que si el niño que tuvo en 2007 con Gabriela Zapata vive, quiere quedarse con él. Efe.
Morales afirmó que si el niño que tuvo en 2007 con Gabriela Zapata vive, quiere quedarse con él. Efe.

El propósito es presentar a los líderes políticos que utilizan los mecanismos democráticos para acceder al Gobierno y, cuando lo asumen, procuran legitimar la extensión de sus mandatos cambiando y reformando, según el caso, las cartas magnas de sus respectivos países.

En una conocida serie de televisión, el personaje principal, Francis Underwood, un político ambicioso y sin escrúpulos, afirma que es más importante tener poder que poseer una gran fortuna. Esta condición caracteriza a muchas personas, particularmente políticos, que consideran la autoridad como el componente más importante de su existencia.

La ambición de poder y procurar por todos los medios perpetuarse en el mismo, no es potestativo de los caudillos latinoamericanos. Aunque contamos en este hemisferio con el dictador que por más años ha gobernado en todo el orbe en los tiempos modernos, Fidel Castro.

Pero ni Castro, Augusto Pinochet o Rafael Leónidas Trujillo, algunos de sus émulos más notorios, son objetivo de esta columna.

El propósito es presentar a los líderes políticos que utilizan los mecanismos democráticos para acceder al Gobierno y, cuando lo asumen, procuran legitimar la extensión de sus mandatos cambiando y reformando, según el caso, las cartas magnas de sus respectivos países.

El ejemplo más próximo en el tiempo es la intentona frustrada de Evo Morales de eternizarse en la Presidencia de Bolivia. Electo en 2005, volvió a postularse en 2009 en el marco del concepto de refundación nacional.

En 2015 repitió y ganó pero, no satisfecha su ambición continuista, intentó este año una reforma constitucional con vistas a un cuarto mandato en el que cosechó un rotundo fracaso.

El más connotado de estos caudillos de urnas fue Hugo Chávez Frías.

La primera elección de Chávez fue en 1998, la constitución que promovió, confeccionada a su medida, le permitió postularse en 2000, 2006 y 2012. El último mandato fue interrumpido por su muerte, pero se puede afirmar que, de estar vivo, estaría preparando una nueva candidatura a la Presidencia porque su afición al poder era tan enfermiza como la de los Castro.

Otro embaucador de oficio es Daniel Ortega, el gobernante que más autoridad ha acumulado en la historia de Nicaragua, por encima de la familia Somoza.

Lideró un Gobierno de facto por seis años. Posteriormente, fue electo presidente en 1985, perdiendo las elecciones de 1990. Como no estaba saciado, se postuló en 1996 y 2001, hasta ganar en 2006 y 2011.

Ortega reformó la constitución en 2014, estableciendo la reelección presidencial indefinida, lo que le convierte en el candidato ideal en los comicios de este año.

Rafael Correa es otro autócrata que gusta del juego de refundar naciones.

El ecuatoriano fue electo por primera vez en 2006. Pero, siguiendo el patrón de sus pares del despotismo electoral, promovió una nueva constitución que le permitió una segunda elección que extendió su mandato, en 2009; para volver a aspirar en 2013, gestando otra reforma constitucional que le aprueba la reelección indefinida, 2015, aunque el mandatario afirma que no se presentara en los sufragios del próximo año.

Por supuesto que los caudillos del "Socialismo del siglo XXI" no son los únicos que gustan de la autoridad hasta el hastío.

Hay líderes democráticos que también gozan en extremo de los placeres del poder y quisieran eternizarse, pero se ajustan a la leyes y esperan el tiempo que marcan las constituciones de sus países para buscar la reelección.

Entre los que amenazan con regresar se destaca Luis Inacio Lula da Silva, el caudillo del PT que gobernó a Brasil por dos periodos, y apoyó a su sustituta Dilma Rousseff, con el fin de que la mandataria le respaldara en un eventual retorno.

Sin embargo, las posibilidades de retorno de Lula se aprecian muy difíciles si se consideran los escándalos por corrupción en los que se encuentra envuelto su partido y que la propia mandataria haya declarado que Lula da Silva, es "objeto de una gran injusticia", consecuencia de las denuncias en su contra por supuesto blanqueo de dinero y ocultación de patrimonio.

Hay quienes afirman que algunos políticos son adictos al poder y dependen tanto de su ejercicio que no usufructuarlo les produce grandes trastornos emocionales y de salud, condición que les motiva a retenerlo o reconquistarlo cuando lo pierden.

A fin de cuentas, como diría uno de los muchos abogados de los demonios que están dentro de todos, hay que aceptar que ellos tienen responsabilidad porque sus ambiciones ilimitadas tienden a generar ingobernabilidad y caos, pero los verdaderos culpables son sus electores quienes, haciendo uso del privilegio ciudadano, empiedran las avenidas por la que los autócratas con respaldo popular, sepultan el Estado de derecho.

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    Pedro Corzo

    Pedro Corzo, Santa Clara, 1943. Trabajó en Radio Martí desde 1998 hasta el 2021. Conferencista y escritor. Residió en Venezuela durante doce años y colaboró allí en varios medios de información.

    Es presentador del programa Opiniones de WLRN, Canal 17 y columnista de El Nuevo Herald. Ha producido varios documentales históricos, entre ellos Zapata, Boitel y Los Sin Derechos.

    Entre sus libros se cuentan Cuba, Cronología, Perfiles del Poder, La Porfía de la Razón, Guevara Anatomía de un Mito,  Cuba, Desplazados y Pueblos Cautivos y El Espionaje Cubano en Estados Unidos. 

    En mayo del 2017 recibió la Medalla de la Libertad que otorga el gobernador del estado de la Florida.

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