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¿Intercambio cultural?


De una manera fría y calculada juegan con la nostalgia del nuevo grupo de exiliados, desgastados socialmente, quienes se encuentran bastantes alejados de los valores del exilio histórico, son menos activos desde el punto de vista político.

Los temas sobre Cuba siempre arrancan desde los extremos y en el enfrentamiento de los argumentos por lo general se pierde la objetividad de encontrar al menos un ángulo donde razonar como ocurre ahora con las planificadas visitas de artistas que viven en la isla a los Estados Unidos.

Vamos por partes sobre este espinoso asunto. Nombro como visitas planificadas y no “intercambio”, como lo denominan los defensores a ultranza de este proyecto, porque según el diccionario un intercambio es el “cambio reciproco de cosas entre dos o más personas o también la “reciprocidad de servicios entre organizaciones de diversos países.”

Hasta el momento-según conozco- no existe una verdadera reciprocidad cultural entre Cuba y Estados Unidos, solo llegan artistas, cantantes y otros valiosos exponentes en otras especialidades desde allá, pero de esta orilla no sale nadie que le vaya a cantar a la gente de La Tropical, la Casa de la Música o el Amadeo Roldan y no digo que acepten a los artistas opositores, como califican a Gloria Estefan o Willy Chirino, sino a cualquier artista ciudadano de los Estados Unidos, cuyas raíces sean cubanas y que demuestre a sus hermanos de la isla el desarrollo alcanzado por los creadores de esta orilla.

Esa posibilidad no se consigue por la sencilla razón de que el gobierno cubano mantiene su política de exclusión, de separación, de aversión a quienes no comulgan su credo político. El castrismo no perdona a los que decidieron abandonar su ideal político, ni siquiera intenta lanzar un ramo de olivo para confraternizar y cierra sus defensas bajo la misma divisa del odio que caracteriza su doctrina de medio siglo en el poder.

¿Resulta extraño que eso ocurra? ¿Alguien se asombra de esa actitud? Claro, siempre hay sus despistados, pero si existen algunos que no conocen estas verdades, serán los menos.
El castrismo decide quién puede entrar a Cuba y algo vital y que resulta un punto importante para razonar en este tema. EL CASTRISMO DECIDE QUIEN SALE DEL PAIS. Nadie puede abandonar la isla sin un permiso que otorga el propio régimen, el cual está avalado por una organización del propio estado.

Si estamos de acuerdo en este punto vital es preciso decir que todos los artistas que vienen a los Estados Unidos reciben la autorización necesaria, firmada y con la garantía del Partido Comunista Cubano, que tal como dice el artículo cinco de la constitución es “la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”.

Y como el Partido “organiza y orienta” –léase los hermanos Castro y la junta militar que los respalda en el gobierno- no cabe la menor duda de que hay una planificación detrás de esos viajes de estos artistas cubanos, quienes por supuesto no son los culpables sino victimas tambien de esta combinación maquiavelica de su gobierno.

Solamente un tonto puede creer que el castrismo no aproveche de una manera u otra la enorme ventaja de enviar a estos grupos. En primer lugar con sus agentes de influencias tratar de dividir a la oposición del exilio, crean una falsa imagen de apertura al permitir que sus artistas vengan al “imperio” y luego regresen victoriosos al “seno del pueblo” y sobre todo provocar que los grupos más radicales del exilio protesten de manera violenta para presentarlos como energúmenos llenos de odio.

De una manera fría y calculada juegan con la nostalgia del nuevo grupo de exiliados, desgastados socialmente, quienes se encuentran bastantes alejados de los valores del exilio histórico, son menos activos desde el punto de vista político, y apuestan por los grupos musicales que les recuerda su país bajo la simpleza del razonamiento de que no hay nada malo en asistir a bailar con las orquestas, ya que la cultura nada tiene que ver con la política.

En realidad dentro de un mundo ideal no hay nada malo, ni pecaminoso en disfrutar de la musicalidad de grupos bailables como la Charanga Habanera, Van Van o Manolito Simonet y su trabuco por solo mencionar a esos. Quizás muchos del viejo exilio actual habrían bailado de la misma manera hace 40 años de tener en aquellos tiempos los conjuntos de Enrique Jorrín y La Aragón la oportunidad de venir a los Estados Unidos.

Por desgracia no estamos en un mundo ideal y el verdadero pecado de los que respaldan la tesis del arte por el arte estriba, no en gustarles o no las orquestas, bailar o no con ellas, sino en propagar y creer que estos encuentros artísticos en los Estados Unidos no tienen un fondo político, un entramado de manipulación castrista. Por favor, ¿están ciegos a la realidad?

¿Quién puede creer, después de más de 50 años, en la sinceridad de un régimen que utiliza cualquier método con tal de mantenerse en el poder? Solo las personas con un alma muy pura, los ingenuos recalcitrantes y los solapados agentes del castrismo caen dentro de estos convencidos.

El régimen necesita a toda costa acallar las voces del exilio que denuncian sus constantes y permanentes violaciones a los derechos humanos de los ciudadanos cubanos en la isla, su flagrante asesinato a la libertad de expresión. Necesita desacreditar a quienes se les enfrenta para continuar sus planes camaleónicos de eternizarse en el poder bajo un sistema semi-monarquico familiar.

Y la carnada perfecta es enviar estos grupos populares para incentivar la discordia, el mal humor y el rompimiento entre personas, que lejos de estar separadas deben mantenerse unidas ante el mismo victimario y no hacerle el juego. Asimismo pensar que solo con amor romperemos esas barreras que impiden a todos los cubanos unir a nuestro país otra vez, resulta también una utopía atractiva, pero al final no deja de ser una utopía ineficaz frente a un régimen que no le tiembla la mano para emplear cualquier tipo de violencia o coacción contra sus rivales.

Creo que la violencia, como apuntó el escritor argentino Jorge Luis Borges, es el último refugio de los débiles y la propia historia lo recoge: la violencia solo engendra violencia, ya sea de forma física o verbal. Sin embargo el amor pusilánime, sin lucha, ni propósito es como aquello de echar rosas a los cerdos. NO se consigue nada.

Es preciso combatir al régimen con sus propias armas de propaganda, entender que cuando la bruja entrega una manzana es para envenenar a Blanca Nieves y no para que se alimente. ¿No resulta sospechoso que un gobierno que desprecia a los que se van de su proyecto, ese mismo gobierno les envie grupos musicales para que se diviertan?.

Mahatma Ghandi, un hombre que fue capaz de poner de rodillas a la arrogante Gran Bretaña con su metodológica lucha no violenta de forma pacifica, afirmó que “más que los actos de los malos, me horroriza la indiferencia de los buenos”.Respeto a quienes creen en el arte por el arte como goce estético y aquellos que profesan que el amor es capaz de romper todas las trabas. No dudo que esas creencias puedan ser ciertas. Ahora lo que sí es imposible negar es que detrás de los inofensivos artistas que llegan de manera constante a los Estados Unidos no hay una planificación del castrismo. Bailen, disfruten si quieren, pero no se engañen por favor y mucho menos piensen que ese es el camino para cambiar la situación en Cuba.

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