Enlaces de accesibilidad

El ostracismo castrista


El ostracismo castrista es mucho peor y cruel, porque no solo le arrebata a las persona sus derechos como ciudadanos, sino que le aborta al resto de sus compatriotas sus obras, sus trabajos, su espiritualidad como creadores.

Una de las más viejas prácticas del castrismo y que iniciaron desde el comienzo de su nefasto gobierno fue borrar de la conciencia social a todas las personas que se marchaban de la isla.

El razonamiento castrista para explicar esa aberración es sencillo. Aquellos que no apoyan a la humanitaria revolución son “enemigos de la patria” –léase patria son los Castro- y por supuesto son “marionetas del imperio” que no merecen ser recordados por el pueblo.

De esa manera eliminaban su presencia dentro de la isla. Los que se fueron no tenían nombres, ni obra, ni trascendencia histórica. Todos eran enviados al ostracismo y dejaban de ser cubanos.

En realidad el ostracismo fue una disposición griega que se decretó en Atenas como lucha contra la tiranía y para aplicarla se reunían anualmente en una asamblea donde votaban a mano alzada. Para determinar el destierro de una persona se anotaba su nombre en una pieza de cerámica (ostrakom) y si alcanzaba una mayoría de votantes, la persona se desterraba por diez años, sin embargo no perdía jamás sus derechos como ciudadano e incluso podía ser perdonado.

El ostracismo castrista es mucho peor y cruel, porque no solo le arrebata a las persona sus derechos como ciudadanos, sino que le aborta al resto de sus compatriotas sus obras, sus trabajos, su espiritualidad como creadores.

Ejemplos hay como para llenar cientos de cuartillas, pero ¿no es criminal que los cubanos no conocieran la obra del poeta y narrador camagüeyano Severo Sarduy, del extraordinario periodista y poeta Gastón Baquero y del vigoroso escritor Guillermo Cabrera Infante?, por solo citar a esos tres.

¿No es un atentado a la decencia que por disentir no se escuchara en las emisoras y la televisión las canciones de Celia Cruz, nuestra embajadora cultural más poderosa en muchos años?

Incluso obras realizadas dentro del mismo proceso castrista fueron desechadas porque sus creadores abandonaron la isla como fue el repertorio de los coreógrafos de Danza nacional, Arnaldo Patterson y Víctor Cuellar.

Películas que dejaron de exhibirse en la televisión nacional porque un actor o el director se marcharon como son: “Alicia en el pueblo de Maravillas”, “Fresa y Chocolate”, “El elefante y la bicicleta”, “Adorables mentiras”, “La vida es silbar”, “Pon tu pensamiento en mí”, “Video de familia”, “Hacerse el sueco”, entre una larga e interminable relación.

¿No borraron del registro de las series nacionales de béisbol, un libro sagrado para los seguidores de esta disciplina, a jugadores que tomaron la vía del exilio como René Arocha u Orlando Hernández?

Pero hay más. El ostracismo castrista es tan implacable que la sola sospecha puede inhabilitarte profesionalmente. Un gran sonero como fue el cantante Raúl Planas no pudo viajar nunca con la orquesta Rumbavana porque se pensaba que podía “desertar”. De esa manera solo cantaba nacionalmente con la agrupación. ¿No es eso una crueldad extraordinaria?

Incluso personalidades del propio socialismo, que el “cacastrismo” asegura defender, sus pensamientos y publicaciones no circularon durante mucho tiempo en la isla. Un buen ejemplo fue la comunista Rosa Luxemburgo, quien junto a León Trotski estuvieron desaparecidos del firmamento castrista hasta después de la caída del socialismo.

Lo de Rosa se entiende cuando vemos unas de sus citas que para la comprensión oficial puede hacerle juego al imperio: “La libertad, sólo para los miembros de gobierno, sólo para los miembros del Partido, aunque muy abundante, no es libertad del todo. La libertad es siempre la libertad de los disidentes. La esencia de la libertad política depende no de los fanáticos de la justicia, sino de los efectos vigorizantes y benéficos de los disidentes. Si "libertad" se convierte en "privilegio", la esencia de la libertad política se habrá roto."

La censura del castrismo es tan despiadada que cantantes como Julio Iglesias y otros más que intervinieron en el Festival del Viña del mar, luego del golpe de estado de Pinochet, dejaron de escucharse por las emisoras oficialistas.

Durante más de cincuenta años el grupúsculo –para usar una de sus palabritas- que dicta los destinos de la isla censura, borra, elimina la obra, trascendencia de valiosos cubanos que fuera de la patria llevaron el nombre de Cuba a lo más alto.

El régimen tiene formas para justificar su descarado y criminal método de ostracismo y se basa que deben defender la obra revolucionaria. ¿Pero defenderla de qué? ¿Del conocimiento de los propios cubanos para que no conozcan el valor de otros cubanos?

Esa crueldad hay que anotársela también al castrismo dentro de sus crímenes, hay que anotarle su inhumano ostracismo.

XS
SM
MD
LG