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¿Con todos y para el bien de todos y sin negros?


Mientras un grupo de ciudadanos de un mismo país no reciban la misma cuota de los derechos que tiene los otros, sin favoritismo, subestimación, discriminación, una nación nunca será completa.

Dentro de la nacionalidad cubana hay un tema soslayado a través de los siglos, el cual al ser abordado o bien tratan de restarle la seriedad que merece o prefieren barrerlo debajo de la alfombra social con distracciones y eufemismos con el que evitan afrontar en toda su dimensión el nombre de esta peliaguda cuestión: la inequidad social contra el negro.

Es doloroso el ocultamiento en la historia, de manera premeditada por parte de una ideología de supremacía racista blanca, sobre los valores que el negro aportó a la conformación de la nación y la cual va más allá incluso de la célebre frase del sabio Fernando Ortiz de que “sin el negro Cuba no sería Cuba”.

El investigador Juan Benemelis en “Los Fuegos Fatuos de la nacionalidad cubana”, libro que escribió en conjunto con el profesor Iván Cesar afirma:

La realidad histórica de la Isla, desde 1902 ha estado teñida de un cuerpo bibliográfico donde muchos actores del drama son ignorados. En la construcción de las instituciones republicanas, junto al general mambí Julio Sanguily y al mambí y político republicano Orestes Ferrara, no se advierte la profundidad del aporte de intelectuales negros como Juan Gualberto Gómez, Generoso Campos Marquetti, Martín Morúa Delgado, Rafael Serra Montalvo, de Lino Dou. La historiografía no abunda sobre la intencionada política de promover la inmigración española como ingeniería social para alterar en favor de los blancos el balance étnico; ni la lucha de los segregados negros por sus derechos civiles en las primeras décadas republicanas; ni la discriminación racial, ni el asesinato a mansalva en Oriente de cinco mil miembros del Partido Independiente de Color.

Muchos cubanos no conocen esos datos u otros sustanciales que describen el aporte de esa masa humana que llegó del África para quedarse y ser parte importante en el destino y desarrollo de la isla y se debe al grupo que sustenta la ideología racista de hegemonía blanca, el cual comenzó a tejer una serie de estereotipos contra las personas de piel no blanca, que marcó toda una respuesta social prejuiciada, injusta y discriminatoria que todavía se muestra desafiante y terca en pleno siglo 21.

La subestimación contra las personas de piel negra -y es necesario significar que la discriminación se sustenta en la subjetividad del color de la piel o las facciones- va mas allá de una simple subjetividad de un grupo social contra otro. Es sin dudas una armazón teórica bien estructurada y entretejida dentro de la conciencia de la sociedad cubana.

Ese menosprecio determina que aquellos que no tienen la piel de una cierta tonalidad clara o rosada son incapaces de gobernar o tener papeles protagónicos de cualquier tipo dentro del tejido social y siempre necesitarán estar subordinados por quienes, gracias a una suerte de predestinación divina, que ellos mismos decidieron, son los llamados a llevar las riendas de la sociedad en todos los sentidos.

Y esa tesis caló de tal manera en la historia cubana que incluso muchas veces las propias víctimas de ese abuso prefieren no defender sus derechos y colocarse al lado del grupo dominante, como ocurre con las personas de piel clara llamadas mulatos “adelantados”, nombre vejatorio como califican a esos mestizos o mestizas, quienes no poseen rasgos negroides y pueden desmarcarse con facilidad del grupo de piel negra para conseguir una mejor colocación social ante los ojos escudriñadores de los racistas.

El término mulato, al que muchos prefieren ser llamados, antes que negros, es una voz humillante definida por los europeos esclavistas de manera arbitraria que denigra a ese grupo humano, porque la palabreja viene del término mula, el animal de carga.

La palabra refleja, según la visión europea esclavista, el producto humano del cruce de la “raza blanca” con la “raza negra”. Dicho de una manera directa, el caballo o yegua son los blancos, mientras que los negros son los burros.

Un buen ejemplo de esa manera humillante con el que la ideología racista “pone en su lugar a la chusma negra”, la mostró el presidente Tomas Estrada Palma, quien al finalizar la guerra le ofreció un puesto de portero al general Quintín Banderas.

Don Fernando Ortiz en “Más cerca de la poesía mulata, escorzos para un estudio” define con claridad la perspectiva en que se mueven los ideólogos para conformar su teoría de supremacía racial.

“Uno dominó al otro por el histórico avance evolutivo de sus posiciones y técnicas y clavó al otro en una concepción de “mala-vida”. La religión del dominado se tuvo por ridícula y diabólica; su lenguaje era “un ruido, no una voz”; su arte, risible; su moral, abominable; su familia desvinculada; su costumbre sin derecho; su ideación, absurda; su trabajo, brutal; su economía ineficaz... ¡Todo fue negación y maldad! Se quiso al negro como ser deshumanizado.

Por eso no es raro que el periódico “La Voz de Cuba” difundiera este anuncio el 14 de enero de 1869 que tal vez sea risible para muchos, pero que esconde el trasfondo de esta situación que todavía no se discute con verdadera franqueza dentro de la sociedad cubana.

Un humanitario químico acaba de encontrar un medio de volver blancos a los negros por medio de procedimientos científicos. Baste saber que después de tres días de tratamiento el negro que se ha visto sometido constantemente a una fumigación de nitrato de plata, sale de la caldera más blanco que la nieve.

Hoy en día la insinuación de la caldera con nitrato de plata en que debemos meternos los negros se disimula de otras maneras como la socorrida frase patriotera de que todos somos cubanos, lo cual diluye el problema para crear sentimientos de que los negros quieren dividir al país al protestar y afrontar esta discriminación visible.

Vale decir que las personas de la piel no blanca, en toda la historia del país, nunca plantearon una nación dominada por los negros, ni antes, ni ahora. Tanto Aponte como el Partido independiente de Color siempre buscaron la integración entre blancos y negros en una sola nación, pero que todos tuvieran las mismas oportunidades y beneficios.

Lo que ocurre con la tesis de que todos somos cubanos – punto que es cierto y no se discute- es que hay un grupo de cubanos que históricamente no les va bien y siguen a la espera de que se reconozcan todos sus derechos y la pregunta es: ¿hasta cuándo tendrán que esperar?

El desequilibrio racial en la isla dentro de la sociedad es de tal magnitud que el relator del Comité de la ONU para la eliminación de la discriminación racial, Pastor Elías Murillo señaló: que “los descendientes de esclavos africanos sufren todavía una discriminación estructural que se refleja en la gran brecha socioeconómica que los separa de la media de la población”.

Ante eso el viceministro de relaciones exteriores, Abelardo Moreno Fernández reconoció “que subsisten ciertos prejuicios raciales derivados de factores históricos y socioculturales”. Bonitos eufemismos que esconde toda una política de exclusión que esgrime, tanto la elite del poder de la isla como los grupos del exilio que coinciden en esa manera de pensar.

Benemelis y Cesar en su libro “Los Fuegos Fatuos de la nacionalidad cubana” hacen las siguientes interrogantes que deberían hacer reflexionar a quienes luchan contra la injusticia social que cometen contra este grupo humano, ya sea del color de la piel que sea y sobre todo para aquellos que la sustentan.

¿Quiénes eran los amos de las dotaciones de esclavos? ¿Quiénes eran los gobernantes que impedían la igualdad del negro en la república? ¿Quiénes ostentan los resortes del poder y la economía por encima de la mayoría negra-mulata en el actual Estado cubano? Si el esclavo pide su libertad y no se la conceden; si el negro pide igualdad y equidad en la República y se lo niegan; si la mayoría pide una representación equitativa en la nación contemporánea y está excluida ¿qué debe hacer para lograr sus derechos?

Mientras un grupo de ciudadanos de un mismo país no reciban la misma cuota de los derechos que tiene los otros, sin favoritismo, subestimación, discriminación, una nación nunca será completa. Los cubanos debemos discutir sin complejos, ni demoras esta situación que denigra aquella formula de amor que dijo José Martí el 26 de noviembre de 1891: “Con todos y para el bien de todos”.Mientras no pongamos la justicia tan alta como las palmas, como aseguró también el propio Martí, Cuba será para alegría de la ideología de supremacía blanca: “Con todos los blancos para el bien de ellos y sin negros”. Eso hay que cambiarlo entre todos.

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