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Ganar la calle


La indignación pues va en aumento, aunque hasta el momento el fenómeno de los 'indignados' no pasa, en el caso de Cuba, de las portadas del periódico Granma desde el que se intenta desacreditar, ante los lectores cubanos, las sociedades democráticas donde existe un marco legal que permite precisamente que se produzcan manifestaciones de descontento en las calles.

En los últimos meses crece la opinión de que la calle es la respuesta, no a los problemas de Cuba, pero sí quizás al déficit de atención de una élite empecinada en no escuchar a la mayoría, básicamente porque no quiere y nunca lo ha precisado, también porque no existen esos mecanismos de diálogo que hagan efectivo el sentir general, lo que podría lograrse con un sistema verdaderamente democrático y respetuoso con las libertades individuales.

El empuje de la Primavera Árabe en los países del norte de África así como los movimientos en países occidentales surgidos al calor de las acampadas de Madrid han hecho que muchos dirigieran después la mirada hacia La Habana, escenario en el que se reproducen todos los factores de desigualdad social, corrupción y ensimismamiento del poder central. Dicho lo cual, donde hoy es necesaria una Revolución, donde hoy urgiría una revuelta popular es, ante todo, en Cuba. A pesar de todo, esa revuelta es inexistente.

Lo que muchos articulistas están haciendo últimamente es preguntarse cuáles son las razones que hacen que en Cuba esta situación no se produzca aunque se hayan detectado todos los condicionantes que la hacen una eterna candidata para el despliegue callejero de pancartas y la vociferación de consignas en cada esquina, y no precisamente para pedir a Obama la liberación de los Cinco. A raíz de unas declaraciones de Yoani Sánchez al periódico El Comercio de Perú, en las que afirmó que a los cubanos se les había extirpado el órgano de la rebeldía, el sociólogo Haroldo Dilla discrepó después en un artículo en Cubaencuentro argumentando que ese órgano no había sido extirpado sino que más bien lo que había pasado era que la sociedad cubana había sido "modelada sin él".

El autor señala que el régimen ha tenido siempre la habilidad para librarse de presión mandando al exterior los espíritus más revoltosos, los que decidieron protestar "con los remos". La masa restante fue moldeada y apaciguada a partir de lo que garantizaban las relaciones del castrismo con el bloque soviético en cuya base eran preparadas "sus tres comidas". Así pues, con una salida de emergencia siempre a su alcance, ahora se duda de que la élite que capitanea el castrismo tenga esa capacidad de acomodarlo todo en beneficio propio. "Y aunque es cierto que el régimen mantiene una fuerte capacidad de control represivo y la llegada de la Scarabeo puede conducir a una nueva era de relativa bonanza, -sostiene Dilla-, no creo que ello baste para reproducir el modelo de subordinación sin fisuras que puso un apretado fórceps sobre el órgano de la rebeldía".

Desde otra perspectiva, también el opositor Darsi Ferrer ha escrito que la ola de informaciones que van llegando a la audiencia cubana sobre la Primavera Árabe, aunque con retraso y manipuladas, no están cayendo en saco roto. Aunque pocos lo crean, esas informaciones van sedimentándose y crean una conciencia nueva. "No se debe obviar que desde el exterior llegan influjos nada apetecibles para el escenario de campo de concentración platanero impuesto por la fuerza", asegura Ferrer. Y Sostiene que las tecnologías que acompañan el fenómeno de la globalización están "agrietando las bases al régimen". ¿Alguien duda más sobre los supuestos beneficios de Internet para la causa de la libertad de Cuba?

Lo más determinante para el opositor es que "no hay obstáculos que eviten la contaminación", ya que "esta realidad se filtra y transforma gradualmente la conciencia y el conocimiento tanto de represores como reprimidos, detallando el callejón sin salida nacional en que todos están sumidos". Incide Ferrer en otra cuestión crucial y es que, mientras se deterioran las condiciones de vida de los cubanos, más crecerá el ejército de los descontentos, ante lo cual el régimen se vería abocado a aumentar su aparato represivo e incluso implementar "un sistema de castigo masivo a la ciudadanía". ¿Alguien cree que el castrismo puede actuar tan impunemente todavía sin que se desencadenen consecuencias desde el exterior?

La indignación pues va en aumento, aunque hasta el momento el fenómeno de los 'indignados' no pasa, en el caso de Cuba, de las portadas del periódico Granma desde el que se intenta desacreditar, ante los lectores cubanos, las sociedades democráticas donde existe un marco legal que permite precisamente que se produzcan manifestaciones de descontento en las calles. Algunas -la minoría- acaban en altercados y golpes, pero la mayoría no.

Sobre la indignación y la necesidad de manifestar de alguna manera el descontento por parte de la población en la Isla también se ha referido Eliécer Ávila en una serie de dos artículos en Diario de Cuba. El joven que sacara hace algunos años los colores al presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón, se pregunta ahora cuál es la mejor manera de iniciar un proceso mediante el cual el pueblo exija, franca y directamente, los cambios que desea. Su receta viene a ser la vía pedagógica, considerando que cada cubano tiene la posibilidad de plantarse ante una injusticia que se produzca en su entorno más inmediato. "Nuestra sociedad está llena de personas inteligentes, científicos, profesores, artistas… Hombres honrados, en general, que están despertando y están dentro del sistema. Y desde ahí también se puede hacer insostenible la mentira".

Sea como sea, va haciéndose cada día más insostenible un sistema que no permite a sus ciudadanos expresar libremente sus anhelos y hoy se nota que Cuba es un país con un gran déficit en este sentido por el cúmulo de años en los que hacerlo ha sido perseguido. Dejar de perseguir al que es o piensa diferente es un gran avance para la concordia. Por eso también algunos, como la bloguera Míriam Celaya, ha celebrado que durante el último año se hayan abierto mínimos espacios de diálogo que permiten el intercambio de opiniones, como es el proyecto Estado de SATS. Hace falta que se avance mucho más, que se despenalice el disenso. Esa, probablemente, sea la base para la construcción de cualquier futuro mejor.

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