Enlaces de accesibilidad

Fracturas seculares


Como esos edificios tambaleantes de La Habana Vieja que tan bien simbolizan el legado del castrismo, las fracturas entre el régimen y los diferentes estratos de la población cubana se hacen cada vez más patentes, tanto en el plano social como el económico y el político.

La mitología castrista confronta hoy en día un alto grado de descomposición paulatina. Más allá de la propaganda oficial, hay todo un desmoronamiento de las percepciones comunes de los ciudadanos que está cuestionando la validez no sólo de la cúpula gobernante, sino hasta del falso concepto de “revolución” en sí mismo. Este proceso ocurre en el ámbito de la realidad cotidiana, y tiene mucho más que ver con la verdadera reformulación del modelo que todos los congresos que reflejan la prensa y las entidades oficialistas.

Los signos están ahí, a la vista de todos y a la orden del día. Como esos edificios tambaleantes de La Habana Vieja que tan bien simbolizan el legado del castrismo, las fracturas entre el régimen y los diferentes estratos de la población cubana se hacen cada vez más patentes, tanto en el plano social como el económico y el político.

En un país minado por la corrupción de un capitalismo de Estado en poder de una sola familia, los conceptos revolucionarios dejan de tener sentido y peor aún, ya ni siquiera son convenientes. En estos momentos resulta más práctico tener cuatro chavitos en el bolsillo que un carnet del Partido.

Es en este marco, usando una frase típica de la jerga comunista, que se celebra el quincuagésimo aniversario de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), acentuado aún más por una evidente fractura que se viene gestando en el ámbito intelectual. Cabe señalar como botón de muestra de esta realidad las renuncias públicas a la UNEAC de los hermanos Félix y Francis Sánchez, y la expulsión del pintor Pedro Pablo Oliva, entre otros casos.

Como colofón a las celebraciones por el medio siglo de la organización, su Presidente Miguel Barnet se extendió en un discurso enfocado principalmente en los lineamientos económicos, y la necesidad de “arrasar con la burocracia”. Un verdadero despliegue de imaginación novelística, desplegado por ¿ironías del destino? en el Gran Teatro de La Habana. Tal vez sea mejor pensar en justicia poética.

En un desesperado intento por generar una identidad cultural para el nuevo modelo Raulista, el acto fue presidido por Raúl Castro, acompañado por nada más y nada menos que Esteban Lazo, con el propio Barnet, Roberto Fernández Retamar y el inefable Ariel Prieto, como parte de la galería. La foto del evento, con el neodictador en medio y los cuatro acompañantes repartidos a cada lado, habla por sí sola. Unidad en la senilidad.

Peo el pueblo cubano ya no vive de imágenes, como lo demuestra la plaga de deserciones que azota a la esfera del deporte. La debacle deportiva que asoma en derrotas contra Curazao en béisbol y contra Tailandia en voleibol, disminuye la imagen de prepotencia e invencibilidad que proyectaba el régimen por medio de las hazañas deportivas, siguiendo el patrón de la Alemania nazi y la Unión Soviética. La fractura en el campo deportivo resulta prácticamente imparable porque las deserciones combinan la ventaja económica con el deseo de los atletas de llegar a la cúspide de sus carreras. Una vez más, la mejor manera de avanzar ya no es ser fiel al Partido sino todo lo contrario, “desertar” de sus filas.

Otra de las grandes fracturas, quizás la más importante, es la que está ocurriendo en el ámbito religioso. En los últimos dos casos, la pastora Soraya Milanés Guerra fue destituida como líder de las Damas Bautistas de Oriente por visitar al opositor Jorge Cervantes en el hospital, y el pastor Carlos Montoya, de la Iglesia Cristiana Interdenominacional, fue expulsado por ofrecer una entrevista a un canal de televisión de Miami. En total, cinco pastores han sido expulsados en los últimos dos meses por sus relaciones con grupos disidentes.

La ofensiva contra los “pastores rebeldes” no es fortuita, forma parte de un diseño estratégico de represión. El régimen busca por este medio cortar las líneas de comunicación entre sus oponentes (la oposición), y el pueblo, a través de suprimir las actividades de líderes de opinión popular como pueden ser los pastores. El diseño está claro, impedir a toda costa el surgimiento de “congregaciones rebeldes”, para evitar así el desarrollo de poder en números dentro de la oposición.

De ahí que estos pastores resulten tan incómodos, puesto que rompen el nuevo esquema de identidad que plantea la dictadura, que apunta a una involución hacia un estado seudo secular que escucha a la Iglesia, pero a la misma vez establece el alcance de la misión pastoral, ajustado al marco de la “Revolución”.

El problema radica en que, a pesar de la voluntad del régimen, las fracturas son un hecho político más contundente que los marcos. Estas fracturas que asoman en la Cuba de hoy tampoco son hechos fortuitos, sino señales de un rompimiento que responde a realidades del mundo moderno. No se pueden componer, ni detener, con diseños que miran al pasado.

XS
SM
MD
LG