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Exquemelin: escritor, cirujano y pirata


El autor apunta que el inicio de Henry Morgan en la piratería se produce nada menos que en relación con la isla de Cuba pues, debilitado el filibusterismo debido a la política de apaciguamiento entre Londres y Madrid, ocurre sin embargo que el gobernador de Jamaica solicita los servicios del pirata porque, según dice, ha recibió informes de la intención por parte de los españoles de invadir Jamaica desde Cuba.

Alexandre Olivier Exquemelin, quien viviera aproximadamente entre los años 1645 y 1707, fue un destacado depredador de los mares, además de destacado cirujano y escritor francés a quien debemos, más allá de apresuradas operaciones quirúrgicas y asaltos al abordaje, la autoría de una de las obras que más fuentes documentales ha aportado al estudio de la piratería durante el siglo XVII, Bucaneros de América, publicada originalmente en holandés por el sello editorial de Jan ten Hoorn en Ámsterdam, 1678, para tres años después ser traducida y publicada en español.

El cirujano de a bordo de muchos de los más temidos y temibles bandoleros marítimos durante el siglo XVII es, por otro lado, el autor que más elementos fidedignos ha aportado a la historiografía moderna sobre el accionar filibustero en el Caribe y fuente no citada de la inmensa mayoría de las obras que, con más o menos éxito, han abordado el género dedicado al apasionante tema de la piratería.

Debido al libro de Exquemelin se pueden disfrutar, a la distancia de los hechos, las más relevantes aventuras de los más arrojados bucaneros del siglo XVII, quienes asolaron con saña sin par las costas de las posesiones del imperio español en América y, en consecuencia, mucho del imaginario de la piratería que sobrevive anidando en el inconsciente colectivo de las naciones (haciendo las delicias de los infantes y menos pedestre la cotidianidad de los adultos) se debe mayormente, hay que decir, al autor y aventurero francés.

Se presume que Exquemelin era un hugonote francés que, nacido en Honfleur, sale hacia las Indias en 1666 huyendo de las persecuciones religiosas de la época, a bordo del barco Saint Jean al servicio de la Compañía Occidental de Francia, y que al intempestivo encuentro con una nave pirata, que no sería otra cosa que intempestivo encuentro con su verdadero destino, es capturado como esclavo y vendido, para acabar con sus huesos en el mayor emporio de piratas en el Caribe, la isla de Tortuga.

El escritor Exquemelin describe la isla con todos sus detalles en lo que se refiere a frutos, fauna y vegetación, y describe además a los bucaneros franceses y a los más famosos filibusteros que merodeaban al asalto de las costas caribeñas de América y, sobre todo, describe la forma de ser y de actuar de dichos patibularios personajes. Así, el autor y aventurero relata los oscuros orígenes de François L'Olonnais, conocido por los españoles como Francisco Nau, El Olonés, y abunda en la historia de Jenry Morgan y de las principales operaciones de piratería y latrocinio llevadas a cabo por estos feroces fuera de ley en contra de las ciudades hispanas del hemisferio.

Acerca del accionar de El Olonés contra los intereses españoles de las Indias Occidentales, Exquemelin destaca la poderosa flota que organizó el pirata para desembarcar en ciudades y poblados del litoral americano con el fin de saquearlos, abrasarlos y despojarlas de todo tesoro. En lo referente a Morgan el escritor nos da noticias sobre el modo en que el inglés tomó la resolución de embestir y despojar de su riquezas a la ciudad de Puerto Bello, de la despiadada conquista que llevó a cabo a merced de la ciudad de Maracaibo y de como el mismo Morgan arrasa la ciudad de Panamá. Por otra parte, sus apuntes geográficos, su vocación naturalista y sus análisis antropológicos nos develan no sólo al simple escritor sino al hombre dado a las deducciones de la índole científica; así la relación que nos lega sobre instituciones, costumbres, tradiciones, armas y herramientas de tribus a punto de extinción son datos de enorme interés para los estudios de la antropología moderna.

De esta manera describe Exquemelin a la tristemente célebre Isla de Tortuga: “Situada al lado del norte de la famosa y grande isla Española, cerca de la tierra firme, a una altura de veinte grados y treinta minutos. Es grande en sesenta leguas. Llamáronla Tortuga por tener la forma de tortuga o galápago de mar (…) En la parte que mira al norte no vive gente (…) La parte poblada se divide en cuatro, llamadas Tierra Baja (…) Plantación del Medio (…) la tercera se llama la Ringot (…) la cuarta se llama La Montaña…” Y, más adelante, da detalles sobre la toma de la ciudad de Panamá por parte de Morgan y sus hombres, en diciembre de 1670: “El décimo día pusieron toda la gente en orden, y al son de tambores prosiguieron la marcha derechamente a la ciudad, pero uno de los que guiaba aconsejó a Morgan no tomase el camino principal porque creía que hallarían en él gran resistencia de emboscadas. Hallólo a propósito el conductor y escogió otro camino que presentaba el bosque, aunque era muy difícil y penoso. Viendo los españoles que avanzaban los piratas por donde no esperaba, se vieron obligados a dejar sus fortalezas y venirse al encuentro de sus enemigos. El general de los españoles puso sus tropas en orden. Consistían en dos escuadrones, cuatro batallones de infantería y un muy gran número de toros bravos que numerosos indios habían traído, con algunos negros y otros, para este fin”.

Exquemelin apunta que el inicio de Morgan en la piratería se produce nada menos que en relación con la isla de Cuba pues, debilitado el filibusterismo debido a la política de apaciguamiento entre Londres y Madrid, ocurre sin embargo que el gobernador de Jamaica solicita los servicios del pirata porque, según dice, recibió informes de la intención por parte de los españoles de invadir Jamaica desde Cuba. Un año más tarde, el hermano del gobernador encarga a Henry Morgan la misión de organizar a los corsarios ingleses, con el fin de descubrir el punto cubano desde donde los ibéricos planeaban lanzar la invasión de Jamaica.

Entonces el temible Morgan convocó un cónclave de corsarios, ralea que al final fue compuesta mayormente por filibusteros franceses, en un punto de la costa sur de Cuba al que concurren unos setecientos hombres y doce embarcaciones y, según narra el escritor Exquemelin, el dicho cónclave de notorios opta por asaltar la ciudad de Puerto Príncipe; que fue tomada con relativa facilidad el 27 de mayo.

No obstante, la tropa de desorejados había procurado tomar primero La Habana, pero sucede que la bien defendida ciudad desalentó a los desorejados que siguieron rumbo a Puerto Príncipe por ser una presa que se ofrecía mansa a su ferocidad; así, durante el asalto a Puerto Príncipe Morgan mandó encerrar a los vecinos en las iglesias y encabezó el saqueo de la población. Exquemelin nos cuenta en su obra: “Luego que los piratas se señorearon de la villa, metieron a todos los españoles, tanto hombres como mujeres y niños, y también a los esclavos en las iglesias, y recogieron todos los bienes de pillaje que pudieron hallar. Corrieron después por todo el país, trayéndose cada día muchos bienes y prisioneros, y muchas vituallas, con las que dispusieron opulentos banquetes, sin acordarse de los hambrientos prisioneros, a quienes dejaban morir sin necesidad (...) Castigaban a las mujeres y a las criaturas con el mismo modo y no les daban casi nada de comer, por lo que murieron la mayor parte.”

Luego, debemos deducir, que el pirata y el prosista anidados en Exquemelin, sierpes amalgamadas en el falo del caduceo, harían que la obra Los bucaneros de América deviniera un relato verdadero y exhaustivo de los más destacados asaltos acometidos en los últimos años de la piratería en las costas de las Indias Occidentales por los bucaneros de Jamaica y la Tortuga y que, por si fuera poco, deviniera además en la obra del siglo XVII que más comics, cine y literatura ha generado en las más importantes lenguas del mundo; y quizás esto ha ocurrido porque el autor y aventurero no sólo realiza el relato detallado de los legendarios hechos que le toca en suerte vivir, sino que viene a describir de manera minuciosa la vida diaria, los usos y costumbres, los afanes y desmanes, la fiereza y los festines de los más afamados y temidos bandoleros del Mar Caribe. Luego, debemos deducir, que los infantes y los adultos, los unos que terminan transmutándose en los otros, habrán tenido unas vidas más plenas, menos pedestres, gracias no al prosista, ni mucho menos al pirata, sino gracias más bien, hay que decir, al maridaje, mezcolanza de prosista y pirata que habitaron al hotentote.

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