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El mayor logro del castrismo: consolidar el miedo


¿No resulta contradictorio que una parte del programa político que ejecuta un gobierno para mantenerse en el poder, ese mismo gobierno se lo recuerde a esos ciudadanos como un favor que les entrega, como es el caso de la educación en la isla?

El régimen instaurado en Cuba a partir de 1959 inculcó a cubanos y extranjeros a través de sus discursos y formidable aparato divulgativo lo exitoso de su programa de gobierno para algunos sectores económicos y sociales en la isla y esos llamados triunfos recibió el genérico nombre de “logros de la revolución”.

La natalidad de la palabrita se pierde en la bruma de la febril actividad del Mesías en jefe y sus aliados durante esos primeros años cuando decapitaron toda la antigua estructura económica y social del pasado y de paso heredaron sus beneficios para colocarle la etiqueta de “hecho por la revolución” donde comenzaron a tejer su mito.

La realidad es que detrás de cada logro de la revolución hay un derecho arrebatado a la población de una manera calculada y muy bien enmascarada. Lo peor de todos esos logros es que resulta un arma eficaz para chantajear a los ciudadanos.

¿No resulta contradictorio que una parte del programa político que ejecuta un gobierno para mantenerse en el poder, ese mismo gobierno se lo recuerde a esos ciudadanos como un favor que les entrega, como es el caso de la educación en la isla?

Cada uno de los cubanos en la isla repite que gracias a la revolución se educó. ¿Acaso no es obligación de ese estado entregar la educación tal y como prometió dentro de su proyecto político? ¿Entonces, por qué hay que agradecer lo que es un recurso de ese partido para seguir en el poder?

Uno de los más contundentes logros que exhibió el gobierno castrista en esos primeros años fue la campaña de alfabetización, su primer movimiento estratégico para comenzar la penetración ideológica donde derribó a dos pájaros de un tiro.

El primer lugar separó a los ingenuos y románticos jóvenes de sus familiares y les insufló el ideal que realizaban un acto humanista, el cual solo ellos, gracias al espíritu revolucionario que les entregaba la revolución, podían realizar y de paso los entrenó para que enseñaran a las personas que no sabían leer con aquellos libros, como el manual “Alfabeticemos” y la cartilla “Venceremos” saturados de mensajes subliminales ideológicos de aceptación para el nuevo gobierno, donde entre las lecciones de la cartilla se encontraban títulos como “la revolución” o “Fidel es nuestro líder”.

De acuerdo con el Atlas of Economic Development de Norton Ginsburg en 1961, el nivel de alfabetización de la Isla era del 80 por ciento, semejante al de Chile y Costa Rica, y superior al de España. Al terminar la campaña de alfabetización el 22 de diciembre de 1961, el gobierno cubano aseguró la reducción del porcentaje de analfabetismo del 20 por ciento a un 3.9 por ciento. Sin embargo el censo poblacional de 1970 registró un índice de analfabetismo de un 12,9 por ciento.

¿En nueve años creció un 9 por ciento el analfabetismo en un país que de manera tan drástica anunció su reducción? ¿Qué ocurrió con estas estadísticas? A ciencia cierta lo que afirmó el humorista estadounidense Mark Twain: Hay tres clases de mentiras: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas.

Y de eso se trata estos logros de la revolución, que si bien en cierta medida se mostraron visibles, fueron rotundas mentiras de que se entregaron al pueblo para su desarrollo y bienestar, sino fueron vehículos imprescindibles para el sometimiento de la población dentro de las presiones sicológicas con las que chantajea a su población.

Pero veamos, el 26 de diciembre de 1960 se dispuso la primera reforma integral de la enseñanza que declaraba que la enseñanza tenía carácter público y debía ser prestada por el estado como deber intransferible y era además un derecho que debía garantizarse a todos los cubanos sin discriminación y con carácter gratuito.

Todos los cubanos, sin discriminación. Sin embargo desde el mismo comienzo el mesías en jefe incitó a sus seguidores que solo aquellos convencidos revolucionarios eran los únicos con derecho, los otros habría que reeducarlos o aislarlos por ser “arboles torcidos”. ¿No me creen?, vean lo que afirmó en la escalinata de la Universidad de La Habana el 13 de marzo de 1963 sobre los jóvenes quienes les gustaba el rock.

“Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (RISAS); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre”, dijo.

Y agregó: “Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS). La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones”.

“¿Jovencitos aspirantes a eso? ¡No! “Árbol que creció torcido...”, ya el remedio no es tan fácil. No voy a decir que vayamos a aplicar medidas drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, ¡no!”

“Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia (RISAS), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente”.

Resulta evidente que el mesías ya comenzaba a pensar en los bochornosos Unidad de ayuda a la producción (UMAP), aquellos campos de concentración desarrollados en la isla entre 1965 y 1968 a los cuales llevaron alrededor de 25 mil jóvenes entre religiosos y homosexuales.

Sin dudas el mayor logro de la revolución cubana no es ni la salud, ni la educación y mucho menos el deporte, su mayor y poderoso logro fue castrar la libre expresión, la libertad y consolidar el miedo dentro de la población cubana.

Su máximo logro es hacer creer que todos sus programas son para beneficiar al pueblo, cuando en realidad sirven para mantener en el poder al grupúsculo de la Sierra Maestra, pese a que su ineficacia en gobernar tenga destruida la economía del país y la intolerancia de sus ideas mantengan fracturada a la nación.

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