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El futuro: arma secreta del castrismo


El pueblo de Cuba merece la felicidad y un destino mejor que no consigue después de más de 50 años de “castrianismo”.

El Mesías en Máximo que se apropió del destino de Cuba a partir de 1959 llegó sostenido por los espíritus de Lenin, Marx y Stalin dentro de los muertos que lo protegen en su panteón, con la convicción secreta de que escuchaba a Martí desde el mundo extrasensorial lo cual podría parecer síntomas de un loco si no fuera por su mística convicción de que todo será posible gracias a un arma revolucionaria: el futuro.

¡Oh, el futuro! Qué sería de un verdadero mesías revolucionario sin el futuro, sin la percepción de ese mundo maravilloso, donde todos somos iguales, vestidos con las mismas ropas, en edificios similares, todos cantando la internacional agarraditos de la mano, sin la presencia del odioso imperialismo y de esos burgueses que solo protestan por los derechos humanos, la libertad de expresión. ¡Cuántas tonterías!

Por esas últimas simplezas fue que el 2 de enero de 1965 les aclaró a los paganos, a esos descreídos burgueses, que solo los iluminados por su nueva secta del socialismo tenían derechos. “Los burgueses no tienen derechos, los burgueses no tienen derecho político, no tienen derecho a gobernar. Todos los conceptos son distintos. Ahora los periódicos no son de los burgueses, donde publicaban lo que les daba la gana para "reventar" a los trabajadores; ahora los periódicos son de los trabajadores, donde se publica lo que les da la gana a los trabajadores para "reventar" a los explotadores y a los imperialistas.” A buen entendedor con pocas palabras bastan.

Todos aquellos que tenían la fe suficiente en su nueva concepción religiosa-política se salvarían para llegar tomados de su diestra al ansiado futuro que por supuesto estaba al doblar de la esquina, solo era necesario ahorrar, trabajar y esperar.
En 1972, el 22 de diciembre, en la catedral del socialismo ante los cardenales de la santa orden, es decir el comité central del Partido Comunista de la URSS, el máximo de todos los máximos dijo con voz emocionada que ya nadie podía dudar “que el futuro pertenece por entero al socialismo y la figura de Lenin se agiganta ante la historia y sus ideas luminosas”.

Ese mismo día para que lo respetaran aquellos rusos reveló su constante comunicación con su muerto favorito y anunció que “José Martí, guía y apóstol de nuestra guerra de independencia contra España nos enseñó ese espíritu internacionalista que Marx, Engels y Lenin confirmaron en la conciencia de nuestro pueblo”

Los cubanos no sabíamos que desde esa fecha teníamos “montados” espiritualmente también a Marx, Engels y Lenin. Lamentablemente para esos nuevos miembros del santoral socialista ya los esclavos africanos habían realizado siglos atrás la transculturización de sus dioses y no quedaba ningún orisha para bautizarlos. En fin, todo no puede ser perfecto.

La premonición del futuro para el Mesías en jefe no adquiere los ribetes de Nostradamus y a veces el futuro se limita a solo decir “algún día tienen que desaparecer las colas y algún día debemos liberarnos de la libreta”, como aseguró el 2 de enero de 1965. Claro, algún día es algo un poco incierto dirán los descreídos paganos, pero los días para los iluminados ocurren de manera diferente y en la actualidad ya no hay libreta, aunque las colas siguen un poco más, pero cáspita – eufemismo para no decir la palabra criolla, mas cuando hablamos de un santo- todo no puede ser a la vez.

Igual el presentimiento por el futuro puede ser de otra manera como argumentó el 2 de enero de 1964 en la Plaza de la Revolución. “Cómo es nuestro presente? Nuestro presente es un presente de trabajo, de esfuerzos, de dificultades, eso lo sabemos. Pero, sin embargo, no hay nada que pueda hacer cambiar esa infinita esperanza que tenemos en ese esfuerzo de hoy; esa infinita esperanza que tenemos en el mañana no habrá nada que pueda hacerla cambiar por aquel pasado sin esperanzas.” Hay que decir que el futuro siempre llega con esperanza, es como el agua con azúcar, una sostiene a la otra.

Como todo santo varón los momentos difíciles lo rodearon y al parecer no interpretó bien a Carlos Marx – es el único que todavía habla alemán dentro del cielo socialista y no se comunica en español- cuando hizo la misa para saber cuándo podría precisar una fecha del futuro, porque la gente se cansaba.

De esta manera en su púlpito habitual de la Plaza de la Revolución reveló, el 2 de enero de 1966, la siguiente buena noticia, luego de anunciar que disminuiría la cantidad de arroz para los ciudadanos en la libreta de abastecimientos. Como se dice una buena y una mala.

“Si llevamos adelante nuestros actuales planes agrícolas, con el incremento de la producción de leche, de carne, de vegetales, de frutas, de viandas, con el incremento de nuestra producción azucarera que nos permitirá establecer una base industrial, para rendimientos incomparablemente más altos en nuestra agricultura; con nuestros planes de desarrollo de la industria pesquera que como ustedes han visto en días recientes incorporaron 30 nuevos barcos de construcción nacional con el mantenimiento de nuestro actual plan de huevos, e incluso el incremento. Para el año 1970 estaremos, gracias a nuestro actual esfuerzo, gracias a las líneas de desarrollo esencialmente agrícola de la economía en estos primeros años, entre los pueblos mejor alimentados, y no solo en cantidad sino en calidad. Y una dieta alimenticia, que quien quiera persuadirse de ello que se informe acerca de los principios elementales de la dietética y verá que esa dieta puede ser mucho más rica en proteínas, en vitaminas, en elementos minerales y en energéticos, que la dieta que teníamos cuando habitualmente nuestro consumo se basaba en el arroz.” ¡Qué linda explicación para quitarles el producto a las gentes!

¡El año 1970! ¡Oh Lenin mío!, al fin los seguidores contaban con una fecha, una marquita cercana al bello, pero a veces casquivano futuro. Ya no importaba admitir ignorancia total en asuntos de Estado o en la propia geografía del país como reconoció el 2 de enero de 1969. “Hay que decir la verdad: al principio de la Revolución no conocíamos ni la geografía de Cuba, ¡ni la geografía!, digamos que ni el paisaje. Imagínense el desarrollo agrícola de un país por quienes no conocen ni la geografía”.

Entonces 1970 pasó, como dijo el poeta José Ángel Buesa, sin saber que pasó. Bueno no tanto porque fracasó con la zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar, pero eso no cuenta. Fue un revés en victoria y el contaba con el arma secreta.

La cercanía del paraíso se mantuvo lejana después de 1970, difusa en el horizonte temporal, casi en el limbo, pero gracias al santo padre Lenin, el futuro comenzó a perfilarse por quinquenios, el último grito de atisbarlo con ojos socialistas, como afirmó el máximo mesías del Caribe, el 27 de diciembre de 1980.

“Hemos aprobado el Plan Quinquenal 1981-1985, el primer año de ese plan, que es el de 1981...Si de todas formas hacemos lo que nos proponemos, lograremos un avance considerable y estaremos entrando en las mejores condiciones para el avance en los 15 años que mediarán entre 1985 y el 2000, porque ya estaremos trabajando a largo plazo en ese período. Se dan condiciones mucho mejores para lograr una dirección en la economía y en los servicios, en todo, y para lograr una eficiencia mucho mayor. Empezaremos a cosechar frutos de lo que hemos estado sembrando en este quinquenio que está por terminar, con un país mucho mejor organizado y con cuadros mucho más experimentados, con una experiencia de conjunto muy superior”. Ahora sí, ahora sí, nadie joroba esto, decían en corrillos privados sus seguidores.

Las cosas no mejoraron después de dos quinquenios, pero el futuro estaba ahí, dúctil, manuable, fácil de utilizar con las herramientas necesarias y ya en plena guerra santa, la que llamó periodo especial. Desenterró de la sepultura a otro muerto para que lo calzara el 1 de enero de 1999.

“Como dijo Mella, todo tiempo futuro tiene que ser mejor. Comprobémoslo en las metas que nos hemos trazado para 1999. Consolidemos y profundicemos, trabajemos, luchemos, combatamos con el espíritu con que lo hicieron nuestros heroicos compatriotas en Uvero, en los días gloriosos de la gran ofensiva enemiga, en las batallas y en los hechos que hemos recordado hoy…..ya estamos seguros de la victoria (Aplausos)….. Lucharemos por nuestro pueblo y por la humanidad. Y nuestra voz puede llegar y llegará muy lejos”.

Esa nueva visión del futuro lo decía en la fecha cuarenta del triunfo y de sus primeros sermones y todavía no se llegaba al instante mágico. Por supuesto hay que padecer para ascender y si Moisés con los judíos, tras cuarenta años de vagar por el desierto fue que arribó a la tierra prometida, los seguidores del “castrianismo” debían esperar un poco más, agudizar mas su mirada hacia el futuro, ser mas humildes.

El mesías en jefe, ya con una experiencia fabulosa sobre los intríngulis del más hacia delante, fue capaz, el 26 de julio del 2003, de no ser solo el inspirador de todas las citas contundentes acerca del porvenir. Vean como puede saber hasta los sueños de la inmensa mayoría. ¡Qué santo, santo, santo!, como dice Nicolás Guillen en su poema “Soy un hombre puro”, que por supuesto la continuación de diablo, diablo, diablo de esa misma poesía no le corresponde al máximo, mas máximo de todos los máximos cubanos.

“Deseo asegurarles algo parecido a lo que dije ante el tribunal espurio que me juzgó y condenó por la lucha que iniciamos hace hoy cinco décadas, pero esta vez no seré yo quien lo diga; lo afirma y augura un pueblo que llevó a cabo una Revolución profunda, trascendente e histórica, y supo defenderla:
¡Condenadme, no importa! ¡Los pueblos dirán la última palabra!
¡Gloria eterna a los caídos durante 50 años de lucha!
¡Gloria eterna al pueblo que convirtió sus sueños en realidades!”

¡Brillante!, ya sus aptitudes adivinatorias alcanzan tal magnitud que logra ver que dicen pueblos enteros.

En fin, lo cierto es que de todos sus augurios no cabe la menor duda que el más próximo lo dijo el 1 de enero de 1959 en el parque Céspedes de Santiago de Cuba: “Podrá estar seguro el pueblo de una cosa, que es que podemos equivocarnos una y muchas veces, Y este pueblo bien merece todo un destino mejor, bien merece alcanzar la felicidad que no ha logrado en sus 50 años de república; bien merece convertirse en uno de los primeros pueblos del mundo”.

Si cambiamos la palabra república por revolución, entonces tenemos que quitarnos el sombrero ante el Mesías en jefe, porque pudo cumplir una de sus profecías. Si, el pueblo de Cuba merece la felicidad y un destino mejor que no consigue después de más de 50 años de “castrianismo”.

Esperemos que el futuro deje de ser lo que era y se convierta en una verdadera solución para mandar hacia el pasado esta etapa futurista del régimen castrista.

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