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El Deporte entre dos latas de refresco


El deporte del futuro estará atrapado por esas dos latas de refrescos que luchan por imponer el mismo sabor con un nombre distinto.

Predecir si en los siglos venideros se erradica el doping o el Comité Olímpico Internacional (COI) democratiza su estructura, es tarea harto difícil de saber, lo único que nadie debe dudar es que detrás del deportista de ese futuro estará el dinero y las imágenes de Coca Cola o Pepsi Cola, los dos refrescos más importantes del planeta que compiten a brazo partido dentro del mundo deportivo actual.

A decir verdad Coca Cola tuvo un paso delante de su rival cuando entró en 1985, junto a diez empresas importantes, dentro del programa de comercialización TOP, el cual otorgó unos 500 millones de dólares al COI y le permitió exhibir su producto en todas las competencias olímpicas.

Ese logro de la compañía que tiene 126 años de fundada, propició palabras eufóricas de uno de sus ejecutivos en una reunión del olimpismo, como si ya fueran dueños del deporte mundial: “nada es más universal que los Juegos Olímpicos y ningún producto es mas universal que la Coca Cola”.

El fallecido y querido dirigente olímpico mexicano Guillermo Montoya, “Don Memo”, reconoció en un intercambio que sostuvimos en 1998 que nunca pensó que la comercialización pudiera comprar el espíritu olímpico y tuvo que aceptar esa verdad cuando la propia revista del COI reconoció que Coca Cola es el refresco del espíritu olímpico y escuchó en la reunión del centenario que el representante de ese refresco afirmara, sin ambages, que si el COI esperaba mayor apoyo financiero la calidad de los juegos no podía ser menor.

Detrás de esa pretensión de los ejecutivos del refresco, se halla la realidad de los 48 mil millones de este producto que se consumen en el mundo en un solo día. El valor de mercado de la Coca Cola creció en 20 años de 4.3 millones de dólares a 167 mil millones lo que le valió apoderarse del mercado de refresco a nivel mundial.

Con el desarrollo a niveles insospechados de las comunicaciones en estas últimas décadas, el deporte y sus protagonistas saltaron al medio del escenario publicitario como jugosas carnadas, en todo tipo de productos.

En medio de esa rebatiña establecida por las firmas comerciales para que los deportistas garanticen las bondades del sus productos, Coca Cola y Pepsi entablan una guerra donde las balas son las botellas o latas de refrescos que abren bajo el peculiar sonido de la efervescencia, y donde los consumidores quedan atrapados bajo el embrujo de imitar a sus ídolos deportivos.

Pepsi, en una de esas estrategias chinas del arte de la guerra, hizo valida esa sentencia de que las oportunidades de victoria están en el ataque y siempre tomarás lo que atacas si lo haces en un punto que el enemigo no espera.

Y Pepsi atacó con negociaciones individuales en donde Coca Cola trató con equipos. Así surgió la escaramuza del futbol mexicano, cuando la llamada “Generationext” firmó a más de 40 futbolistas.

El trato fue que enseñaran el logo de la refresquera si anotaban un gol, lo que representaba dinero para el futbolista y una contribución para los niños de la calle. El rechazo no se hizo esperar. Coca Cola protestó contra el ardid de Pepsi y la rebelión de los futbolistas en México solo se controló cuando las amenazas de los directivos de los clubes comprometidos con la Coca Cola subieron de tono hacia los infractores.

Un problema similar ocurrió en Brasil cuando la Confederación Brasilera de Futbol firmó antes del Mundial de Francia, un contrato de patrocinio por 30 millones de dólares con la Coca Cola y los de Pepsi al enterarse “jinetearon” a las estrellas brasileras de manera exclusiva para anunciarse por televisión.

Los dimes y diretes de ambas compañías refresqueras no solo están en el plano deportivo, sino se hallan en todos los terrenos y sus reclamos y quejas recuerdan esa vieja canción cubana de “Songo le dio a Burundanga y Burundanga le pegó a Bernabé”

Los refrescos de cola representan el 60 por ciento del mercado anual de las bebidas carbonatadas, valorado en 54 mil millones de dólares en los Estados Unidos. Diferentes estudios aseguran que ocasionan cálculos renales, caries, hipertensión y obesidad, asimismo la cafeína que contienen en frio acelera su acción y provoca taquicardia, insomnio, dolor de cabeza, ulcera gástrica y ansiedad.

La atracción de las dos bebidas es irresistible y para escapar a su seducción solo es posible en regímenes de corte religioso, como el iraní donde hace varios años atrás, su líder religioso, Ayatola Alí Jamenei emitió un decreto religioso que prohibía entre sus fieles beber Coca Cola o Pepsi, porque envenenaban el espíritu musulmán.

Nadie puede prever cual será el destino de la humanidad, ni cuando terminará el azote del SIDA o se eliminará el hambre, ahora pensar en un mundo sin refrescos de cola, inmerso por completo dentro de las actividades deportivas, es algo que ni el mismísimo Julio Verne o Nostradamus, de estar vivos se atreverían a vaticinar. El deporte del futuro estará atrapado por esas dos latas de refrescos que luchan por imponer el mismo sabor con un nombre distinto.

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