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Decadencia capitalista, una coartada del socialismo


Otra vez surgió el fantasma de la decadencia capitalista, el viejo disco rayado que durante muchos años sirvió para darle una justificación al régimen totalitario para que asesinaran a la democracia y las libertades individuales.

La mejor coartada del castrismo para imponer el socialismo a la cubana fue el poderoso, convincente y determinante criterio del barbudo Carlos Marx de que el sistema capitalista estaba en decadencia y le quedaba poco para estirar la pata.

En realidad para el Mesías en jefe saber que otro barbudo, igual que sus iluminados de la Sierra Maestra , alertaba en un libro sobre la lucha de clases, la disputa por el poder económico y el triunfo de la burguesía sobre la libre propiedad del capital, y que los proletarios al solo tener su fuerza de trabajo eran lo que asumirían el poder dentro del socialismo, fue como anunciarle que se comería un buen trozo de jamón pata negra, su comida preferida.

Y como la decadencia del capitalismo estaba ahí mismito, cuando abrazó la capa roja de la doctrina, fue necesario, para quedar bien ante los ojos celosos de la inquisición marxista de la URSS, rechazar todo lo que viniera de ese sistema capitalista infectado, putrefacto. Por eso fue necesario cortarles el cabello a los jóvenes peludos cubanos. Eso era moda del decadente capitalista. No y no.

¿Los Beatles?, nada de eso y menos de cuatro gringos que tocan música decadente. (Todo lo que fuera en ingles era gringo, ok) ¿Chiclets?, NO, ¿revistas y películas norteamericanas? NO y NO, prohibidos. Eso es decadente; pantalones con grandes etiquetas, NO. Todo debía ser socialista, limpio, cuadrado, medio tosco, feo la mayoría de las veces, pero con la prístina pureza del diamante de la clase obrera, hecho por supuesto en la meca del socialismo. “Made in CCPP, claro el idioma del enemigo es universal y habría que utilizarlo hasta el momento del triunfo.

Por supuesto aquello que por estrategia dijo con la mano en el corazón y la voz quebrada ante la sociedad norteamericana de editores de periódicos de Estados Unidos en Washington el 18 abril de 1959 de que “respeto al comunismo, solo puedo decirles una cosa: no soy comunista, ni los comunistas tienen fuerza para ser determinante en mi país”, no podía ser considerado como serio. Además a esas alturas no sabía muy bien lo de la decadencia capitalista.

Cuando más feliz estuvo el caribeño Mesías cubano, fue cuando le dijeron de un austriaco naturalizado gringo, llamado Joseph Shumpeter, quien también certificaba de buena tinta que el capitalismo estaba en decadencia, con la particularidad de que el odiado sistema caía por sus éxitos, según su tesis, pero ese detalle no importaba si delante de la historia marchaba con el estruendo apocalíptico de su terminación la decadencia capitalista.

Para el máximo de todos los máximos castristas, el socialismo representaba una bendición, porque el fascismo a las claras no podía acogerlo, pero no olvidaba que Hitler comparó su sistema con el estalinismo cuando dijo que “Es más lo que nos une que lo que nos separa del bolchevismo... Por encima de todo poseemos el genuino espíritu revolucionario”

Tener un sistema que constriñe la libertad individual y aparenta ser bueno, noble, compasivo, solidario, servicial en contrapunto de su enemigo capitalista considerado malvado, criminal, egoísta, despiadado era mejor que tener el mítico cuerno de la abundancia o sacarse el premio gordo de la lotería.

Un gato no podría lamerse mejor los bigotes ante tanta impunidad de colocar a la sociedad y a una aparente igualdad por encima de los individuos y su libertad con la edulcorada abstracción del colectivo, del todo juntos que vale más que las personas concretas, lo cual sirve para todos los ataques contra aquellos individuos que osan rebelarse.

Un estado que como padre dominante entrega a sus ciudadanos derechos sociales envueltos en concesiones que obligan a esas personas guardar un agradecimiento eterno y un compromiso político constante, sopena de perder esas ventajas, es sin lugar a dudas el peor castigo que pueden recibir los individuos de esa sociedad.

El socialismo totalitario tiende a convertirse poco a poco en un poder absoluto que mantiene a la sociedad en un estado de constante dependencia. Todo eso y un poco mas se hallaba detrás del terrible “coco” de la decadencia del capitalismo, que por supuesto coreó a viva voz el líder de los lideres castristas todo el tiempo de manera fiel.

Sin embargo la suma del tiempo aumentó, las contradicciones fueron insolubles y el campo socialista se llenó de flores democráticas y cambiantes. La señal que le anunciaron los clásicos, el gringo y todos aquellos señores con edades donde se pierde la memoria y hay incontinencia urinaria, quienes ocuparon el puesto preponderante del poderoso partido comunista soviético, nunca llegó para el Mesías caribeño, quien como un peñón, incluso mucho después que paso el águila por el mar, esperaba la necesaria decadencia del capitalismo.

Tal vez enfurecido por tanta indiferencia a su devoción o quizás también por poseer la edad donde la memoria es como un flash de cámara, o porque necesitaba volver a ser material de primera plana o porque finalmente fue sincero, lo cierto es que el mesías en jefe dijo a un periodista que el modelo socialista no valía la pena.

Luego rectificó su declaración y argumentó que lo malinterpretaron; no fue eso lo que quiso decir y claro terminó su nueva intervención aclaratoria con su caballo de guerra, la tesis que lo sostuvo en todos los años de esperanza de caminar un día hacia el Edén socialista donde pasta Carlos Marx, adormecido por la lectura del Capital – al parecer no dejó de redactar y ya anda por el tomo 400-. ¿No saben cual tesis es?

Pues que todo el mundo sabía que su idea “es que el sistema capitalista ya no sirve ni para Estados Unidos ni para el mundo, al que conduce de crisis en crisis que son cada vez más grave, globales y repetidas”. Otra vez surgió el fantasma de la decadencia capitalista, el viejo disco rayado que durante muchos años sirvió para darle una justificación al régimen totalitario para que asesinaran a la democracia y las libertades individuales. Ahora, la diferencia sustancial y definitiva es que el mesías esta viejo y decadente y lo peor es que muy pocas gentes le hace ya caso a sus visiones apocalípticas y negativas del viejo sistema.

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