Su novia Lara y su perra Lila, dos tripulantes desconocidos (un monje entre ellos) y un velero de 1974 le bastaron al fotógrafo y artista David Berenger para cumplir el sueño de salir desde Barcelona, España, atravesar el Mediterráneo, cruzar al África, llegar al Caribe y asomarse a Cuba, un viaje largo que se dice en pocas frases.
Nueve meses y cinco mil millas náuticas. Tres continentes, pocos recursos y muchas ganas. Este martes, un equipo de Radio Televisión Martí se llegó a la bahía de Miami, a la altura de la Calle 15, en Miami Beach, a conversar con los peculiares tripulantes del Lourdes-Emyca y conocer las verdaderas motivaciones de su viaje.
¿Por qué un viaje así?
"Porque viajar es una manera de estar en contacto con la naturaleza, con el planeta. Y un viaje de esta manera es también una desconexión de la sociedad. Tengo una pasión por viajar, por el mar. A parte de eso, por la familia, por volver a ver a mis amigos. En Europa es más difícil encontrarme con la gente que me crié, con los amigos, entonces “si Mahoma no va la montaña, la montaña no va a Mahoma tampoco”. Uno tiene que irse para donde uno quiere. Mi familia materna y paterna, mis amistades, Cuba... yo quiero estar con mis amigos, esos son motivos suficientes para uno hacer este viaje hasta la luna, si uno quiere".
Lara, su novia y guardiana de la conversación, prefiere entrecortar las frases, pensar y responder despacio.
Cuando un hombre como David te invita a un viaje como este, ¿por qué se le dice que sí? A la vista de muchos es "un loco"…
“Un loco puede ser bueno, puede ser malo, eso depende. Igual sí, ¿por qué no? Da igual lo que vayamos a hacer, lo vamos a hacer juntos, es súper bonito, tampoco es una locura como parece, es muy bonito aprender a navegar”, indica.
“No ha habido tanta diferencia entre la que fui y esta después de este viaje: a mí me gusta viajar y aprender cosas nuevas y esto es un aprendizaje muy grande, no solo en navegar, también en el amor”, resume la mujer.
¿Quién ha sido Lara en el viaje?
"Lara es un motor propulsor en este viaje por todo su apoyo, por todo su amor. Este viaje lo estamos haciendo como una familia, no tiene sentido que una semillita que es el amor tuviera que vivir el viaje con separaciones, teníamos que vivir el viaje de la familia, esto es una manera de unirnos, de emigrar, son muchas cosas a la vez".
¿Y Lila, la perra Lila?
Hace diez años David se llevó a su perra Lila de Cuba hacia España, regresó luego del funeral de su querida madre a la isla, pero tuvo que hacerlo sin Lila, en este viaje de vida, tan largo, asegura, no iba a dejarla otra vez.
"Cuando regresé me di cuenta de que la perra había envejecido mucho. Que había sufrido el haberme separado tres meses de la perra y esa es mi compañera de vida".
Se ha buscado la vida haciendo fotos con su "cámara de cajón flamenco". Cuando reunió mil euros, narra David, en Menorca, compró el velero en desuso a un italiano, quien además le vendió todas las deudas de las que no tenía ninguna idea.
Era un contrato leonino, afirma. De ese entuerto se salvó por los buenos oficios de un abogado y la buena voluntad de las empresas aseguradoras cuando le vieron el interés que le puso para echarlo a la mar.
“Me la aplicó, yo no sabía nada de este mundo y me la aplicó. Pero cuando las empresas vieron que yo fui trabajando el barco cada día, que fui pagando cada vez, se dieron cuenta de que yo quería echar el barco al agua, que hice operaciones muy fuertes, como la de quitar la orza del barco. Hubo empresas que me dijeron: hasta aquí, no me pagues más, te vamos a ayudar a echar el barco al agua”.
Hacerse al mundo
La travesía hace nueve meses empezó en Barcelona y sigue por Valencia (puerto de Gandía), Cartagena y Gibraltar. Averiados, conocen a un médico cubano "que tenía el mismo sueño de viajar, pero al vernos nos dijo que su viaje no se iba a dar aún. Él nos ayudó mucho”, rememora David.
La larga ruta empezaría ahora. Marruecos, en donde estuvo detenido y no “podíamos comprar comida”. Las autoridades se llenaron de curiosidad ante su caso, relata: “Tienes un pasaporte cubano, tienes un barco holandés, una novia española, y viajas con un amigo suizo, no entiendo”, le dijo el oficial.
Su siguiente parada fue en Canarias.
De su llegada a Cabo Verde recuerda haber capeado un temporal y luego de cuatro días se decidieron a lanzarse desde el Atlántico directamente a Martinica, en el Caribe.
La Habana: "No se puede"
Entrar a su país, a su ciudad natal era lo más esperado. Luego de los trámites necesarios, rememora, notó algo diferente a los demás puertos. “Era el único país en que me esperaban los militares, como diez personas con especialidades distintas”, asegura David.
El destino principal del viaje, aclara, era ver a sus familia y amigos. “Me empezaron a leer la cartilla. La cartilla se llama ‘No se puede’".
“Me dijeron: ‘tú sabes que no puedes haber traído regalos para nadie. No puedes bajar comida, no puedes invitar a nadie a tu embarcación, no puede venir siquiera tu familia, no puedes navegar con la embarcación en Cuba, no puedes pescar… tú viniste a ver a tu familia; tú, vete y deja el barco aquí’. No puedes, no puedes, no puedes…”, enumera.
Luego de tantos años sin volver, lamenta David, estuvo una semana con familiares y amigos, y cinco días sin poder salir de Marina Hemingway arreglando el barco para llegar a Miami.
Estados Unidos: Una puerta legal
Cuba, comentaron los entrevistados, es de los pocos sitios del mundo que no tiene áreas de fondeo, una ‘tierra franca’ donde anclar y pedir ayuda ante cualquier percance.
En Estados Unidos tocaron territorio por Cayo Hueso, se presentaron a la estación migratoria y recibieron la bienvenida: Una visa B2 y permiso “para transitar por aguas americanas”.
“Ellos me dieron las visas gratis, Cuba no hizo eso. Yo tuve que pagar allá las visas de mi esposa y de mis tripulantes. Aquí me dijeron que qué ayuda yo necesitaba. Les dije que llegar a Miami a ver a mi familia, se identificaron con nosotros, me dieron las visas: ‘Welcome to The United States, tienes seis meses para resolver tus problemas, continúa’", celebra el joven marino.
Reparar el Lourdes-Emyca
Han apelado a los amigos “y la buena voluntad de muchos” para reparar el Lourdes. Para ello han abierto un fondo de recaudación voluntaria a través de la plataforma GoFundMe bajo el nombre “David Lara Lila, los sobrevivientes del Altlántico”, en el que ya tienen algo más de 500 dólares.
“Nuestro barco es nuestra casa y necesitamos reparar el barco para continuar viajando. Nuestro barco es nuestro país, es nuestra libertad y ha servido de casa a muchísimas personas. Con tu ayuda podremos seguir nuestro camino”, reza la convocatoria.
Ahora que suenan los tambores de la repatriación a Cuba, David sentenció: “Allá no tengo la oportunidad de vivir honradamente, no existe porque siempre tienes que vivir bajo una economía sumergida, quiero trabajar con mi cámara y mantener mi barco honradamente, todavía eso allá no se puede”.
Sin embargo, para este marino cubano del siglo XXI, su gran aspiración es la gran familia que lo ha seguido como artista y a la que lleva adondequiera que va.
“Yo quiero navegar con mis amigos, esto no es normal, que yo no pueda llevar a David (su amigo, el artista David D’Omni) a Cojímar, navegar, tirar el ancla y después continuar”, explica.
“Quiero poder montar a mis amigos en el barco, conocer el Caribe juntos, poder venir a Miami con mis amigos y decirles: venga, vámonos a ver una película en tal cine que la estrenan tal día. Es bien triste que no pueda navegar con mi padre, que de pequeño me impulsó a la vida en el mar, porque él era constructor de barcos”, concluyó.
[Siga a Luis Felipe Rojas en @alambradas. Audiovisuales: C. Ojeda]