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Cuba y el descubrimiento de la verdad


¿Hasta cuando el actual gobierno experimentará a gobernar y se mantendrá aferrado al poder absoluto?

El conocimiento de la verdad y su búsqueda por encontrarla es algo que obsesiona al ser humano desde tiempos inmemoriales y sin dudas es la carrera más larga que realiza el hombre desde su aparición por este globo que se llama Tierra.

Gracias a ese afán por buscar la verdad surgieron los filósofos, los políticos obtuvieron una plataforma para sus planes electorales, las religiones una forma para desacreditar a otras religiones, los profetas exclusividad en sus designios, los poetas rimas para sus versos y los escritores temas en sus libros; en fin, que el negocio de la verdad favorece a casi todo el mundo.

Por esa razón es que hay innumerables pensamientos dirigidos a la sagrada misión que tenemos todos por encontrar la verdad. Pero no todo el mundo quiere conocer a esa que el pequeño Larousse certifica como “calidad de lo que es cierto”.

Giacomo Leopardi, un poeta italiano que vivió entre los años 1789 y 1837, y nombrado en su tiempo como el poeta del pesimismo afirmaba sobre el recurrente tema con esta frase: “la felicidad está en la ignorancia de la verdad”.

Claro, el bardo italiano tenía sus razones en decir eso porque tuvo una salud desastrosa durante toda su vida y detestaba que los médicos le dijeran sus padecimientos. Luego, la reflexión de Leopardi ofrece un teorema infalible: cada quien habla de la verdad según sus conveniencias.

Y esa particularidad de hablar la verdad de acuerdo a sus conveniencias ocurre con el “comunicativo” gobierno de los hermanos Castro, el cual repite de forma machacona, desde hace mas de 53 años su apego a la verdad pura, cristalina, limpia, sin afeites, rotunda y sobre todo revolucionaria. Todavía resuena aquella frase de José Martí que el líder supremo retomó en 1959: "Nos casaron con la mentira y nos obligaron a vivir con ella, por eso nos parece que se hunde el mundo cuando oímos la verdad”.

Miremos las verdades del régimen desde una posición de respeto para aquellos que todavía muestran embeleso por el sistema de gobierno que lleva las riendas de la isla. Dejemos a un lado aquellas mentiritas de conveniencias que por necesidad histórica para construir el poder de su gobierno dijo el máximo líder el 5 de enero de 1959, como aquello de:… “quien dice libertad de prensa, dice libertad, dice libertad de reunión; libertad de reunión y derecho a elegir libremente, no solo al Presidente, sino los trabajadores a elegir a sus dirigentes. Derechos que no se pueden arrebatar...”

O la espectacular “pinochada” (neologismo como acto de decir mentiras) del 7 de enero de 1959 cuando afirmó:… “Cuando se suprime un derecho se termina por suprimir todos los demás derechos, desoyendo la democracia. Las ideas se defienden con razones, no con armas. Soy un amante de la democracia.”

No, nada de eso que dijo en el 59 se lo sacaremos, vayamos a los hechos posteriores que se encuentran a la mano muy cerca.

Por ejemplo el 26 de julio de 1961 el comandante aseguró: “Es necesario, es imprescindible que el pueblo conozca qué es el socialismo en qué consiste el socialismo, y cómo se llega a esa sociedad, y que a esa sociedad no se llega en veinticuatro horas, ni en un mes, ni en dos años que a esa sociedad más justa no se llega si no es sobre la base del trabajo y sobre la base del desarrollo económico de la nación.”

Perfectas palabras para arrancar un proyecto de gobierno. No hay reparos, sin embargo ¡!50 años después¡¡ el mismo gobernante frente a unos jovencitos estudiantes afirmó: “Entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante era creer que alguien sabía de socialismo o que alguien sabía cómo se construye”

Lo interesante de todas estas verdades revolucionarias que se convirtieron en mentiras es que significaron años de vida para millones de sus seguidores, quienes en un santiamén, no solo dejaron su juventud, aspiraciones y sueños, sino lo más duro en la actualidad: fingir creer que todo es por culpa del imperio y ese recurso también se lo quitó el nuevo sublíder durante una de sus intervenciones frente al parlamento de la isla.

“Más de una vez he expresado que nuestro peor enemigo no es el imperialismo, ni mucho menos sus asalariados en suelo patrio, sino nuestros propios errores", enfatizó Raúl Castro.

Lo llamativo de las verdades del castrismo es que siempre los errores son llamados en plural, en conjunto. Los equivocados son los otros que no entendieron las orientaciones, son los pobres periodistas que no comunican bien las ideas, son los obreros que no trabajan todo lo suficiente, son los maestros que no educan con calidad. Ellos, los máximos líderes, están dentro de ese conjunto amorfo, indistinguible que comete el error, pero como lo señalan, lo llaman por su nombre, reconocen la verdad y se alejan para erigirse encima en lo alto y entonces juzgar a los demás.

¿No resulta sospechoso que siempre en más de 50 años tengan que pagar los platos rotos los subalternos y nunca los líderes históricos? ¿Qué tipo de agua bendita tienen por encima ese grupito de dirigentes políticos que los exonera de ser llevados al banquillo de los acusados?

Por menos que eso otros gobiernos en diferentes partes del mundo perdieron el poder y sus líderes fueron enjuiciados, ya sea por casos políticos, civiles o criminales, ya que si no cumplen con lo establecido en sus respectivos programas deben ser sustituidos. ¿Eso no les inquieta a los últimos embelesados con las “verdades” castristas.

No se puede estar ciego a las realidades y el régimen, pese a sus grandes planes y sueños de un futuro luminoso, el cual no pondremos en dudas tal vez pensaron, es ineficiente, torpe en sus decisiones y dictatorial.

¿Hasta cuando el actual gobierno experimentará a gobernar y se mantendrá aferrado al poder absoluto?

Solo hasta que los cubanos de la isla descubran la verdad, su verdad y no la que durante medio siglo enarbolan los hermanos Castro y su elite del poder.

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