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Díaz-Canel: el diálogo imaginario y el cinismo de Estado


Raúl Castro (i) junto al primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel (d) y el canciller Bruno Rodríguez.
Raúl Castro (i) junto al primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel (d) y el canciller Bruno Rodríguez.

En medio de la transición al capitalismo de estado del siglo XXI –verdadero signo del raulismo–el discurso oficial distorsiona la imagen de la Cuba real.

Es sabido que el cinismo es la herramienta más socorrida de los regímenes dictatoriales, donde los términos democracia y demagogia se tornan sinónimos para legitimar los intereses del poder. Se trata de una política que bien pudiera definirse como “cinismo de Estado”. Si bien esta aberración tiende a acentuarse hacia las fases finales del sistema en cuestión, lo cierto es que se va tornando cada vez más ineficaz al apelar desmedidamente a sentimientos y emociones de las masas, incluso cuando ya es evidente la pérdida del apoyo popular a los líderes.

La profunda dicotomía entre el logos oficial, las intenciones de la clase en el poder, la realidad social, la ausencia de derechos y la enajenación de las personas comunes con relación a la política, acentúan el absurdo, como lo demuestran las palabras del Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, durante su reciente visita a la provincia de Las Tunas el pasado viernes 1ro de noviembre, donde se reunió con miembros de la Asociación Hermanos Saíz, estudiantes universitarios y trabajadores de la prensa.

Un artículo publicado en el libelo Granma, reseña la visita del emisario castrista a la provincia como un hecho que provocó una “Profunda reflexión en torno a cuánto se puede y se debe hacer aún en todo el país, para defender la verdadera cultura cubana, enfrentar formas de indisciplina social ajenas a los valores de la revolución y acentuar productivamente las mejores experiencias…”.

Díaz-Canel exhortó a su auditorio a trabajar de conjunto para “poner fin a la banalidad, la vulgaridad y la indecencia presentes en ciertos productos, como expresión de la pseudocultura que el enemigo pretende imponer mediante sus programas de subversión política e ideológica contra nuestro país”.

El ventrílocuo favorito del gobierno no ejemplificó sobre este particular, pero se deduce. Existe preocupación y temor por parte de la cúpula ante las nuevas tendencias culturales que se están manifestando en Cuba, especialmente en la capital, tales como las recientes y espontáneas celebraciones de Halloween, con disfraces y dulces, y la proliferación de salas de proyecciones de películas en 3D y de videojuegos, que se habían extendido entre los negocios privados escapando a los controles de la censura gubernamental y se contaban entre las variantes recreativas más aceptadas por los cubanos hasta su expresa prohibición y ulterior cierre en días pasados.

Al gobierno, creador de los vulgares mítines de repudio y de las más indecentes consignas, le repugna cualquier influencia de origen estadounidense que se filtre a los cubanos, incluidas las celebraciones festivas, pero la tienen difícil para evitarlas, habida cuenta de la creciente y constante cifra de cubanos emigrados a ese país que mantienen vínculos con sus familias en Cuba, así como del gusto de este pueblo por productos culturales de aquella nación, como por ejemplo la música, las series televisivas, la cinematografía, etc.

Conocido el descontento progresivo en la sociedad ante la crisis general permanente y la incapacidad gubernamental para ofrecer soluciones, Díaz-Canel parece haber sido comisionado por el cónclave de ancianos de la casta verde-olivo para ofrecer una imagen de democracia, fortaleza y control, por lo que “llamó a generar un diálogo permanente que genere propuestas”, (redundancia del redactor) y –algo digno de ocupar el sitial de honor entre las frases generadas por el cinismo de Estado– exhortó a aprovechar más “las amplias posibilidades que ofrecen las redes sociales y las nuevas tecnologías para llevarle al mundo la realidad cubana, desde todos los sectores sociales y productivos”. Todo esto dicho en una de las provincias más atrasadas y con menor conectividad en un país ya marcadamente desconectado del mundo.

Por otra parte, en Cuba, donde solo existen dos monólogos paralelos y totalmente inconexos –el de la elite del poder y el de los millones de cubanos desposeídos– el diálogo siempre ha sido el gran ausente en las relaciones entre ambos extremos, en tanto los últimos acontecimientos en torno a las contramedidas aplicadas al naciente sector privado demuestran que no existe una verdadera intención de diálogo por parte de las autoridades, ni siquiera con aquellos sectores que aportan económicamente al Estado.

En medio de la transición al capitalismo de estado del siglo XXI –verdadero signo del raulismo–el discurso oficial distorsiona la imagen de la Cuba real. Des-gobierno y des-gobernados continúan marchando en direcciones opuestas: aquel, hacia el monopolio absoluto de toda la riqueza y el poder; éstos, hacia mayor pobreza y desesperanza con menos libertades. ¿Y el “diálogo”? Apenas otro eufemismo en un canal de mando que solo funciona en una dirección… siempre hacia abajo.

Publicado en Cubanet el 12 de Noviembre del 2013
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    Cortesía de Miriam Celaya

    Miriam Celaya (La Habana, Cuba 9 de octubre de 1959). Graduada de Historia del Arte, trabajó durante casi dos décadas en el Departamento de Arqueología de la Academia de Ciencias de Cuba. Además, ha sido profesora de literatura y español. Miriam Celaya, seudónimo: Eva, es una habanera de la Isla, perteneciente a una generación que ha vivido debatiéndose entre la desilusión y la esperanza y cuyos miembros alcanzaron la mayoría de edad en el controvertido año 1980. Ha publicado colaboraciones en el espacio Encuentro en la Red, para el cual creó el seudónimo. En julio de 2008, Eva asumió públicamente su verdadera identidad. Es autora del Blog Sin Evación
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