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Cosecha castrista


La paradoja está en que mientras los artífices de las brigadas de respuesta rápida y actos de repudio se pavonean satisfechos por la cúpula del poder, la chusma que golpea con desenfreno a los inconformes y grita loas al régimen vive en la más abrupta miseria.

El castrismo ha engendrado una especie de ser amorfo, depravado y envilecido que se pasea por las calles de la isla, a la espera de una orden para arremeter contra el prójimo. Este tipo de individuo existe y se multiplica amparado en el régimen que lo diseña y dirige. Quienes agreden con endemoniado espíritu a sus coterráneos en defensa de la revolución (perdón debí decir involución) son el producto genuino de un sistema perverso, traicionero y despreciable.

La gentuza que ataca sin piedad a sus compatriotas en Cuba, como su mentor, alimenta el odio entre cubanos, denota ausencia de valores y demuestra ineptitud ideológica. Quienes gritan rabiosos consignas estériles, acorralan a disidentes, maltratan a mujeres "de blanco" y delatan al vecino por pensar como no quiere el régimen, son desperdicios sociales, como lo es el gobierno de la Habana.

La paradoja está en que mientras los artífices de las brigadas de respuesta rápida y actos de repudio se pavonean satisfechos por la cúpula del poder, la chusma que golpea con desenfreno a los inconformes y grita loas al régimen vive en la más abrupta miseria.

Las detestables criaturas que defienden a la dictadura son también víctimas. Quienes se muestran como fervorosos partidarios del oficialismo castrista, no lo son, se trata sólo de ciegos corderos hechos para existir en manada, vivir en la indigencia y aplaudir con tonta devoción al creador del daño, tal y como lo reflejo con maestría George Orwell en su libro "Rebelión en la granja", esa es la cosecha castrista.

La pregunta obligada es: ¿Cómo incorporar la cosecha castrista a una Cuba libre y democrática?

¿Quién tiene la respuesta?

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