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Alfredo Zayas Alfonso, el escritor


Además de su exitoso accionar político, Zayas deja una voluminosa obra literaria que incluye considerables aportes en las investigaciones lexicográficas no sólo en el ámbito de la isla sino del Caribe.

Si Alfredo Zayas Alfonso no hubiese pasado a la historia como presidente de la República de Cuba, entre 1921 y 1925, sin dudas lo hubiese hecho como intelectual, dado que el político y periodista, nacido en la habanera barriada de El Cerro el 21 de septiembre de 1861, cuenta en su haber con una sólida obra literaria manifiesta en varios géneros; más intelectual, la verdad sea dicha, que muchos de nuestros intelectuales al uso y al abuso, del pasado y del presente, pero, ¡ay!, sobre todo del presente.

Me refiero a esos intelectuales que, la voz engolada, opinan moderadamente ante los medios de difusión acerca de lo humano y lo divino, ponficando, profetizando, proponiendo, promoviendo, promoviéndose, sobre todo previéndose, siempre con una obra cumbre a punto de terminar, pero que nunca terminan, dotados de lo verbal, de una cultura de la oralidad, convenientemente situados en lo que ellos pomposamente llaman postmodernismo pero, paradójicamente, sin rebasar aún la era de los aedas, revoloteando, a veces pesadamente, en los estadios anteriores a la escritura, arriesgados trapecistas que, describiendo una extendida parábola en el espacio, en el espacio y en el tiempo, saltasen desde los primordiales cantares de gesta, pasando por alto la imprenta, hasta aterrizar en el presente de la virtuosa virtualidad.

Estos verbales, envarados además, ataviados de boina y desaliño, desbordando cariño, amor a la humanidad, a los pobres de la tierra, ecologistas y pacifistas, socialistas por más señas, socialistas vegetarianos, no carnívoros, faltaba más, defensores de la dictadura del centro, a todo trance y a veces en trance, diciendo una cosa y su contraria a un tiempo, apóstoles del lugar común, rebeldes contra Dios (acá nada arriesgarían puesto que de ateos presumen), sumisos ante la demagogia desbordada de la opinión pública, casi púbica, demagogia establecida como dogma de vida, y a veces de muerte, estos verbales, mirarían por sobre el hombro a Alfredo Zayas Alfonso para decirle, ¿intelectual tú?, ja, intelectuales nosotros, tú serás, si acaso, político... con esa facha... uf... político y punto.

Pero Zayas cursó estudios en los colegios Madame Boblag y El Salvador, por lo que desde el inicio recibió una esmerada educación, y después logra matricular en la carrera de Licenciatura en Derecho, en la Universidad de La Habana, incorporándose a las tertulias intelectuales y políticas; pues los intereses de unas y de otras confluían adecuadamente en la persona del futuro presidente.

Zayas empieza su carrera política dentro del Partido Autonomista, donde se convierte en una importante figura, pero su pensamiento derivó, cada vez más, hacía entroncar con el de quienes proclamaban el camino de la insurrección y la independencia, por lo que en 1895 ingresa al Partido Revolucionario Cubano y, como resultado de su labor conspirativa, las autoridades coloniales decretaron su encierro y expulsión, confinándolo posteriormente en las prisiones españolas del norte de África; ¡vaya, verbales, tomen!, ustedes que presumían de rebeldes, acá tienen a un verdadero rebelde; no rebelde por moda de boina y desaliño, no, nada de eso, rebelde por tomar riesgos, pagar un precio por su rebeldía. Por supuesto, Zayas no la ha tenido fácil en ese sentido, y no la ha tenido fácil por el simple hecho de haber nacido en una nación que dio un Céspedes, que dio un Maceo, que tuvo un Gómez, y, para colmo, hasta un Martí le gana en cuanto a peripecia guerrera, debido a ello, debido a nuestra cultura de violencia, cultura de cuartel, del machete, del rompe y rasga, del dale al que no te dio, bueno, pues se le ha llegado a acusar hasta de cobarde, a endilgarle al patricio el nombrete de Saya, Saya en sustitución de Zayas, que usa saya, sayita, que es hembrita, sambenito que no le dieron los marxistas, sino los machistas, pero que los marxistas al mando alimentaron por aquello de la lucha de clases y la vía armada como vía santa para acceder al poder, poder absoluto por supuesto, pero no era cobarde, de cobarde nada, si no que prueben nuestros verbales, intelectuales al uso, ¡a ver si se atreven!, a correr los riesgos que Zayas corrió por los ideales libertarios en que creía.

Con el advenimiento del fin del poder español, Zayas aumenta su participación en el panorama político de la isla y ocupa, sucesivamente, las posiciones de fiscal y subsecretario de Justicia, ambas durante la intervención norteamericana, secretario de la Convención Constituyente de 1900, alcalde, concejal del La Habana, senador y presidente del Senado en 1905, vicepresidente de 1909 a 1913 en el gobierno de José Miguel Gómez y, por último, presidente de la República en el periodo de 1921 a 1925.

Pero, regresando a la índole intelectual del político, digamos que presidió la Academia de la Historia de Cuba y la Sociedad Económica de Amigos del País, fue director de la revista Habana Literaria, y escribió para publicaciones como La Discusión, Revista Cubana, El Teatro, El Fígaro, Bohemia y, por otro lado, compiló en dos tomos las obras de José de la Luz y Caballero, 1890-1891. Zayas deja además una voluminosa obra de su autoría, entre la que cabe destacar Cuba autonómica, 1899, El presbítero D. José Agustín Caballero, su vida y sus obras, 1891, Un capítulo de la historia general de Cuba: 1867-1868, 1916, y La poesía patriótica en Cuba hasta 1868, 1930.

No obstante, donde la labor intelectual de Zayas viene a alcanzar relevancia, y no sólo en el ámbito nacional sino en el caribeño, es en el de las investigaciones lexicográficas, con obras como Diccionario de voces usadas por los aborígenes de las Antillas Mayores y de algunas de las Menores y consideraciones acerca de su significación y de su formación, publicada en La Habana en 1914 y editada por segunda vez en 1921. Pero Zayas no sólo incursionó en la ensayística y en las investigaciones lexicográficas sino que, poeta romántico, escribió los volúmenes Motivos de mis versos, 1878, además de los títulos Balance, Chasco, La cita y Al Caer la Nieve; escrito este último, hay que decir, en 1896 y tras las rejas de la Cárcel Modelo de Madrid.

A finales de 1897, tras salir de la prisión, Zayas se establece en Cayo Hueso, Estados Unidos, ciudad muy activa dentro de la delegación del Partido Revolucionario Cubano, y ocurre que su dominio del idioma inglés le facilita el trabajo de cabildeó en los círculos de la alta política norteamericana y, desde esa nación, establece una red de comunicaciones con los revolucionarios de Pinar del Río y La Habana, y organiza exitosos envíos de municiones y alimentos; destacándose así en la lucha por la independencia de Cuba.

En tanto político Zayas fue el cuarto presidente de la República, sustituyendo a Mario García Menocal, y su administración no estuvo exenta de crisis que el mandatario supo solucionar mediante el diálogo y los pactos, al punto de resolver la insurrección del Movimiento de Veteranos y Patriotas sin disparar un tiro.

En agosto de 1923 Zayas sancionó la denominada Ley de los Sargentos, en virtud de la cual se concedía una serie de beneficios a ese estamento militar y, entre 1923 y 1925, se dictaron medidas y ocurrieron acontecimientos de gran resonancia pública, como el de la compra, por el Estado, del antiguo y ruinoso Convento de Santa Clara de Asís de La Habana, en una cifra que supuestamente doblaba la que una firma privada había pagado anteriormente, hecho que motivó la famosa Protesta de los Trece, en la que un grupo de jóvenes intelectuales denunció en acto público la transacción. En 1923, Zayas dictó un decreto que reconocía la personalidad jurídica de la Federación de Estudiantes de la Universidad de La Habana, y consagraba el principio de intervención del alumnado en el gobierno del alto centro docente.

Otras disposiciones que aprobó fueron la Ley de Reforma de la Renta de Lotería Nacional, la Ley de Consolidación Ferroviaria o Ley Tarafa, la Ley de Garantía para la Expropiación Forzosa de Tierras para el Monopolio de la Electricidad y la Ley para el Dragado de la Bahía de Cárdenas; asimismo aprobó la amnistía para liberar o perdonar a los encausados por malversación de fondos en la Renta de Lotería Nacional y otras dependencias estatales.

Muerto en La Habana en abril de 1934, dedicado a la escritura y la investigación histórica desde que abandonara la presidencia, presidencia que por otro lado sería recordada como una de las más respetuosas de las libertades individuales en la isla, Alfredo Zayas Alfonso corrió la suerte, o mala suerte, de muchos hombres que, siendo grandes no sólo en la política sino también en las letras, terminan, como Wisnton Churchill y Orestes Ferrara, recordados sólo por el accionar, ciertamente más ostentoso, en los entresijos del poder e ignorados en el accionar, ciertamente más pudendo, en las entelequias del pensamiento; pero, pésele a quien le pese, el presidente Zayas es más intelectual, la verdad sea dicha, que muchos de nuestros intelectuales al uso y al abuso, del pasado y del presente, pero, ¡ay!, sobre todo del presente.

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