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Ahmadinejad y sus aliados del Alba


Irán, como una de las fuentes del terrorismo islámico siempre ha mirado hacia América Latina, y no precisamente con buenas intenciones

Los problemas que enfrenta el hemisferio son un caldo de cultivo para incentivar la desestabilización y promover cambios radicales, que solo conducen al establecimiento de regímenes de fuerza sustentados en un populismo despótico. Algo similar a lo que el comunismo, u otras ideologías extremistas, han procurado a través de la historia.

La proyección hacia el exterior del régimen fundamentalista de Irán no es nueva, como tampoco lo es el fortalecimiento de sus fuerzas armadas, que amén de desarrollar constantemente nuevas tecnologías y estar intentando desarrollar un arma nuclear, tiene cerca de medio millón de efectivos en servicio activo.

Como todo régimen de fuerza, Irán necesita un enemigo externo que le posibilite generar crisis internas que justifiquen las acciones represivas contra su propio pueblo, a la vez que establece alianzas con gobiernos afines con sus propósitos, como es el caso de los países que integran la alianza extremista que encabeza Hugo Chávez.

Por décadas, la dictadura de los Guardianes de la Revolución se había circunscrito a respaldar a los grupos terroristas de Hamas y Hezbolá, a tener una estrecha relación con la dinastía Siria de los Al Asad y a generar una constante desestabilización usando a sus correligionarios chiítas que residen en los países árabes, pero en esta ocasión la proyección hegemónica trasciende el océano y arriba con extremo vigor a América Latina en un momento en que Teherán se apresta a presidir el Movimiento de los No Alineados, que aunque no tiene la influencia del pasado, continúa siendo un instrumento conveniente de penetración y propaganda.

Mahmud Ahmadinejad ha mostrado un gran interés en América Latina, región que ha visitado desde el 2006 hasta la fecha en varias ocasiones.

Su país cuenta con representaciones diplomáticas en muchos países del hemisferio y trata de fortalecer las relaciones comerciales con todos, aunque es evidente que sus asociados más estrechos son los regímenes de Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, sin excluir la dictadura cubana, su aliado más antiguo en el continente.

Ahmadinejad viajó por primera vez a Cuba en 2006, para participar en la Asamblea del Movimiento de Países No Alineados, pero como fue en el período en el que Fidel Castro enfermó tuvo que suspenderse el encuentro.

El gobierno iraní siempre mantuvo unas relaciones estrechas con la dictadura cubana. La alianza se remonta a 1979, cuando el gobierno de Cuba reconoció al régimen fundamentalista iraní y afirmó que no había contradicción entre religión y revolución, en el preciso momento que los religiosos cubanos eran perseguidos en la isla. Los ayatolas y los dictadores cubanos siempre han estado asociados por el profundo odio que sienten hacia Estados Unidos y hacia toda sociedad democrática.

Ahmadinejad, que está retando a Estados Unidos en su zona de influencia más cercana, y fortalece alianzas con los enemigos de Washington, tiene entre sus objetivos a la opinión pública latinoamericana, a la que espera influenciar a través de Hispan TV.

La Habana y Teherán, que han negociado para el intercambio de noticias, remarcaron el interés de ambos países de integrar los medios de comunicación en sus relaciones. En estas conversaciones está incluida la red de televisión Telesur radicada en Caracas, que es una herramienta de difusión chavista.

Ezatollah Zarghami, jefe de radiodifusión de la República Islámica de Irán, dijo que “esta nueva red en español tendrá un papel importante en la reflexión de la legitimidad ideológica de nuestro sistema para el mundo”, un comentario que es un instrumento para el proselitismo del islamismo más radical.

Venezuela, por sus características geográficas, riquezas y la ambición de Hugo Chávez, es en la actualidad el aliado natural de los extremistas iraníes, pero no el único.

Los líderes de los países del Alba, por sus convicciones, son enemigos de la libertad, y a pesar de las diferencias culturales y hasta religiosas que pueden tener con Irán, es más fuerte su rechazo a la democracia y a la soberanía personal, que cualquier otra convicción. ¡Este es el peligro que enfrentamos!

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