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El Padre Román que yo conocí


Cientos de anécdotas y experiencias guardo en mi corazón del querido Sacerdote y Obispo que demuestran hasta la saciedad su vida ejemplar como hombre de Dios.

Ordenado en Cuba. Expulsado a España. Misionero en Chile. Sacerdote y Obispo en Miami. Humilde guajiro nacido en los campos de Cuba cerca de San Antonio de los Baños, pudo estudiar en el Instituto de La Habana y perteneciendo a la Acción Católica sintió el llamado al sacerdocio y como parte de la carrera emprendida marchó a Canadá donde hubo de terminar la carrera emprendida para dedicar su vida al sagrado ministerio.

Apenas un año después de ejercer su ministerio sacerdotal fue sacado de su residencia por un grupo de milicianos que lo mantuvieron detenido e incomunicado hasta que, sin pasaporte ni ninguna de sus pertenencias personales, fue obligado junto a ciento treinta religiosos más entre los que se encontraba el Obispo Auxiliar de La Habana, Monseñor Eduardo Boza Masvidal a abordar el vapor español Covadonga que tras una larga travesía arribó a España con su carga humana sin precedente en la historia.

Tras una estadía de varias semanas en España fue enviado como misionero a la Diócesis de Temuco en Chile donde ejerció su apostolado sacerdotal entre la humilde población indígena hasta que se le brindó la oportunidad de volver a Canadá por su experiencia anterior. A su paso por Miami y al constatar la creciente presencia de la población cubana exiliada sintió el llamado de acompañar a su creciente grey que aumentaba a diario dada la situación imperante en Cuba.

Corría el año 1968 cuando recién salido de un Cursillo de Cristiandad hube de conocer a aquel santo sacerdote que atraía por su humildad, sencillez y sobre todo por su irradiante santidad.

La afluencia diaria de cubanos exiliados, en su mayoría católicos, hacía crecer a la recién ampliada Diócesis de Miami y con clara visión del futuro el Obispo Coleman Carol donó unos terrenos junto al mar, al lado del Hospital Mercy, para que se construyera una Ermita dedicada a la Santa Patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad, con la condición de que fuese levantada con el aporte de la creciente población cubana. El designado para la ingente labor no pudo ser otro que aquel sencillo y santo sacerdote que emprendió cuesta arriba la difícil y santa labor logrando centavo a centavo recaudados de la fe y el amor de miles de cubanos que abrían su corazón y sus escasos bolsillos para lograr lo que al transcurrir de los años sería entronizada como Santuario Nacional de los Estados Unidos de América.

Durante largos años hemos sido testigos de la admirable, encomiástica y santa labor del que por méritos indiscutibles fuese nombrado Monseñor y más tarde Obispo a cuya ordenación tuvimos el honor de asistir y ser testigos como era bendecido según los ritos Eclesiales por varios Obispos norteamericanos y por el que fuese su mentor y guía que vino especialmente para la ocasión desde Venezuela el querido y ya en camino de beatificación Boza Masvidal.

Cientos de anécdotas y experiencias guardo en mi corazón del querido Sacerdote y Obispo que demuestran hasta la saciedad su vida ejemplar como hombre de Dios. Debo resaltar su actuación cuando el éxodo del Mariel durante el gobierno del presidente Carter cuando en medio de un caos sin precedentes en la historia más de 125,000 cubanos de todos los estratos sociales arribaron a un inadecuado Miami que como consecuencia de la situación creada tuvieron que ser alojados (detenidos) en diversas cárceles de la nación.

Oakdale y Atlanta fueron víctimas de desordenes y protestas de los detenidos que provocaron que la Guardia Nacional fuera llamada para intervenir con lo que hubiese sido un baño de sangre que fue evitado por el Santo sacerdote que con su presencia en las mismas pudo evitarlo gracias a que se había dado a conocer entre los presos contestando cientos de sus cartas por lo que fue reconocida su presencia entre los sublevados al grito de “Ha llegado el Santo” y arrojando sus rústicas armas a través de la cerca al verlo pasar montado en un jeep con el rosario en la mano.

Mi amigo el Obispo Román fue mi guía y mi sostén física y espiritualmente durante los cuarenta años que se ha editado la Revista IDEAL. En momentos de alegría y los más numerosos de preocupación y desánimo fue él quien nos alentó para que IDEAL llegara a cuarenta años.

Hoy nos anima el saber que seguiremos contando con su ejemplo y ayuda desde el cielo.

Publicado en la revista IDEAL de abril del 2013
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