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Muerte en Caracas y asesinato en Cuba


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Como de Chávez ya se ocupa casi todo el mundo, quiero poner mi granito de arena en otro costal que está por llenarse.

La muerte del presidente Hugo Chávez, anunciada el martes 5 en Caracas, fue una de esas noticias que, no por esperada, dejar de ser impactante.

Abarcadora, además, porque todavía ocupa titulares en la mayoría de los medios de prensa del mundo. De los más grandes a los más pequeños. Una información así, deja poco espacio para compartir otros hechos relevantes.

Como de Chávez ya se ocupa casi todo el mundo, quiero poner mi granito de arena en otro costal que está por llenarse.

Me refiero al asesinato de los dirigentes opositores Oswaldo Payá y Harold Cepero, del Movimiento Crisitiano Liberación ocurrido el 22 de julio de 2012 en la carretera Las Tunas-Bayamo, en la región oriental de Cuba.

La revelación (yo diría confesión) que el político español, Angel Carromero, le hizo al diario Washington Post, no deja espacio para otro calificativo: asesinato. Fue una entrevista exclusiva publicada en el sitio digital del diario estadounidense, una hora antes de que en Caracas, el vicepresidente Nicolás Maduro, anunciara la muerte de Chávez.

La confesión de Carromero es tan impactante y dramática que hoy el Washington Post se ha unido al clamor de la familia Payá, pidiendo una investigación internacional sobre su muerte y la de Cepero.

Estos son algunos fragmentos de la confesión de Carromero, publicados en el sitio Café Fuerte. La entrevista completa en inglés se puede encontrar aquí, y el editorial, acá.

Carromero inicia su confesión recordando que el manejaba el auto siniestrado, a su lado iba el sueco Jens Aron Modig, mientras que Payá y Cepero viajaban en el asiento posterior. Desde que salieron de La Habana fueron seguidos por autos con placas oficiales.

“Con bastante frecuencia yo lo miraba a través del espejo retrovisor y podía ver a los dos ocupantes del auto mirándonos agresivamente. Yo tenía miedo, pero Oswaldo me dijo que no me detuviera si ellos no nos lo indicaban o nos forzaban a hacerlo. Conduje con cuidado, sin darles razón alguna para detenernos. La última vez que miré por el espejo, me di cuenta de que el auto se había acercado demasiado -y de repente sentí un impacto estruendoso por detrás.

Perdí el control del auto y también la conciencia -o eso es lo que creo, porque, a partir de ese momento, mis recuerdos no son claros, quizás por los medicamentos que me suministraron. Cuando recuperé el conocimiento, me habían puesto en una furgoneta moderna. No sé cómo había llegado hasta allí, pero ni Oswaldo, ni Harold, ni Aron estaban dentro del vehículo. Pensé que era extraño que sólo fuera yo y supuse que el resto de ellos no necesitaban atención en el hospital.", afirmó.

Carromero dijo que luego del accidente fue introducido en un van muy moderno y llevado inconsciente a un hospital en Bayamo. Recuerda que la primera persona con quien habló fue una agente uniformada del Ministerio del Interior, a quien le declaró lo ocurrido: que su auto fue golpeado por un Lada rojo..

“Estaba rodeado por soldados uniformados. Una enfermera me dijo que me iban a poner una línea intravenosa (IV) para extraerme sangre y sedarme. Recuerdo que me siguieron extrayendo sangre y cambiándome la línea constantemente, lo que realmente me preocupó. Todavía tengo las marcas de eso. Pasé las siguientes semanas medio sedado, y sin saber exactamente lo que me habían inyectado en mi cuerpo

Una vez que salí del hospital, me llevaron a una cárcel en Bayamo. Es lo peor que yo he vivido jamás. Yo estuve en régimen incomunicado, sin poder ver la luz del día. Caminábamos entre las cucarachas hasta que me pusieron en la celda de la enfermería, junto con otro preso cubano. Las condiciones eran deplorables. Un chorro de agua caía desde el techo una vez al día, el inodoro no tenía tanque y se podía usar solo cuando tenías un cubo de agua para tirárselo después a la taza. La celda estaba llena de insectos que me despertaban cada vez que caían sobre mi cuerpo. Aunque no recuerdo casi nada específico de aquellos días, las imágenes vienen a mí -y solo deseo que fueran pesadillas y no recuerdos.

El video que las autoridades dieron a conocer se grabó en esas circunstancias. Como los espectadores pueden ver, mi cara y mi ojo izquierdo están muy hinchados, y yo hablo como si estuviera drogado. Cuando un oficial me dio un cuaderno en el que se exponía la versión oficial del gobierno cubano, yo me limité a leer declaraciones de ese cuaderno. De hecho, usted puede verme leyendo expresiones cubanas que yo no conocía, como "accidente de tránsito" (en España es "accidente de tráfico"), y puede verme dirigiendo la mirada hacia la esquina derecha, que era donde estaba parado el oficial que sostenía las notas. Yo tenía la esperanza de que nadie podría creer que el video hubiera sido libremente grabado, o que lo que yo decía allí correspondía a lo que realmente sucedió.

No sólo soy inocente -yo soy una víctima más, que también podría estar muerto ahora. Sé que esta decisión podría provocar más ataques brutales contra mí de los medios de comunicación desde Cuba, pero no merezco ser considerado culpable de homicidio involuntario, y, sobre todo, yo no podría vivir siendo cómplice con mi silencio.

No sé lo que me dieron por línea intravenosa en Cuba, pero sigo teniendo grandes lapsos de memoria. Lo que no han podido lograr es que me olvide de Oswaldo, una de las personas que más me han impresionado en mi vida. Él es el verdadero protagonista de esta pesadilla. Él fue una persona excepcional y nunca lo olvidaré".
Algunos medios españoles de prensa se han hecho eco de las revelaciones de Carromero, a pesar del huracán noticioso desatado por la muerte de Chávez, la situación económica de España, las sombras que rodean a la Casa Real y las incidencias del fútbol español.

Es imposible predecir a dónde conducirá la confesión de Carromero, pero no hay dudas que esa mancha de sangre no será muy fácil de borrar del supuesto expediente reformista del raulismo.

Publicado en El Timbeke el 6 de marzo del 2013
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