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El rumor del G2, un daño importado


 Un hombre lee el diario oficial Granma.
Un hombre lee el diario oficial Granma.

La más común y desgastada manera de introducir desconfianza sobre algún crítico u opositor, es esparcir el rumor “fulanito es del G2”.

Bajo el mando de Yuri Andrópov,en la KGB, se organizó toda una terrorífica maniobra, destinada a sembrar la duda para que a ojos del mundo se cuestionara y estigmatizara, al eminente científico y activista en favor de los derechos humanos y las libertades civiles, Andréi Dmítrievich Sájarov, premio Nobel de la Paz en 1975.

Contra el disidente ruso, se crearon rumores, comentarios y burlas malintencionadas, también se falsificaron y publicaron documentos de su vida personal que parecían creíbles e invitaban a juzgar. Toda la fuerza de un Estado, haciendo pulso contra un individuo.

Algún tiempo ya ha pasado desde entonces; pero ese continúa siendo el más común de los homicidios a la credibilidad y el decoro del ser humano.

Ese signo instituido como terrorismo estatal – destreza muy bien aprendida, con notas de sobresaliente, por el “siempre tan humanitario” gobierno revolucionario -parece estar cobrando fuerza. Es el modus operandi, que el MININT convierta un nombre en tiro al blanco exagerando una verdad, minimizando realidades, tergiversando puntos de vista, multiplicando las dudas y alimentando el cuchicheo.

Todo aquel que toma distancia de la doctrina común, se convierte en objeto de crítica, repudio o burla. Ya sea, por su nivel cultural, su forma de vestir, de hablar, color de la piel, inclinaciones sexuales e incluso modales. El gobierno se esmera en escoger su disidencia, y logra identificarla con lo feo, la mendicidad, lo disfuncional o frustrado.

Cuestionable proceder; pero muy bien pensado; ¿quién tiene entre sus aspiraciones llegar un día a ser pobre? Los ídolos de multitudes son lindos, poderosos, talentosos, inteligentes o ricos.

Existen múltiples formas para desacreditar al ser humano. Quien disienta dentro y fuera de la isla, o enfrente a esa dictadura que ha dado muestras fehacientes de no respetar ni las más elementales normas de ética, mucho menos de legalidad; tiene un adjetivo endilgado, para con él menoscabar su autoridad y reputación.

La más común y desgastada manera de introducir desconfianza sobre algún crítico u opositor, es esparcir el rumor “fulanito es del G2”. Más que horror siento vergüenza cuando oigo a los cubanos cuestionando a los cubanos, utilizando los mismos argumentos de esa oscura maquinaria que, aunque bastante oxidada, logra aún tener efectividad en su engranaje. No tenemos por qué hacernos eco de tanta duda.

Es cierto que el desarrollo tecnológico es directamente proporcional a la libertad humana; pero el internet también se ha convertido en la herramienta perfecta, de él se vale el estado cubano, para lanzar al espacio “medidas activas y desacreditadoras”, convencido, que impulsado por sus agentes de influencia, colaboradores especiales, y los cada día menos simpatizantes, usen a desinformados, resentidos y/o envidiosos como caldo de cultivo en la web y redes sociales.

Necesitamos cambiar viejas estructuras, abandonar obsesiones y con un poco de esfuerzo borrar los prejuicios que el tiempo marco, como tatuaje, en el centro del genoma cubano.

El daño es antropológico; tenemos que superarlo, se hace necesario.
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    Juan Juan Almeida

    Licenciado en Ciencias Penales. Analista, escritor. Fue premiado en un concurso de cuentos cortos en Argentina. En el año 2009 publica “Memorias de un guerrillero desconocido cubano”, novela testimonio donde satiriza  la decadencia de la élite del poder en Cuba.

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