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Siria y el pragmatismo de Washington


El secretario de Estado estadounidense, John Kerry (izq), asiste a un encuentro con el líder de la Coalición Nacional Siria (CNFROS), Ahmed Muaz al Jatib (der), en Roma, Italia.
El secretario de Estado estadounidense, John Kerry (izq), asiste a un encuentro con el líder de la Coalición Nacional Siria (CNFROS), Ahmed Muaz al Jatib (der), en Roma, Italia.

Hoy en Siria es evidente que el Gobierno de Assad ha perdido la guerra civil, pero nadie es capaz de decir en estos momentos quien la ha ganado.

La decisión de la Casa Blanca de abandonar su imparcialidad en la guerra civil siria es un alarde de pragmatismo: ante la evidencia de que el presidente Assad ha perdido la partida, Washington se apunta a ganador.

El realismo político del nuevo Secretario de Estado John Kerry es absoluto, pues va con la corriente, pero lo hace con prudencia. Estados Unidos les ha prometido desde ahora ya a los rebeldes ayuda económica, sanitaria y alimentaria, pero no militar.

Ello se debe a dos razones, una, fundamental, es que en hoy en Siria es evidente que el Gobierno baasista de Assad ha perdido la guerra civil, pero nadie es capaz de decir en estos momentos quien la ha ganado. Porque contra Assad se ha rebelado una pléyade de descontentos, desde los sunitas radicales patrocinados por Arabia Saudita hasta los campesinos meridionales a los que ayuda el Estado de Israel interesado más que nadie en que la estabilidad política siria sea quebradiza y limite el peligro militar que corre Israel

Entre los dos extremos figura un sinfín de partidos políticos y grupúsculos y hasta banderías personales de lugareños ambiciosos que ven en las aguas revueltas de cambio su oportunidad de prosperar. En estas condiciones, sin un ganador perfilado, ningún Gobierno del mundo democrático quiere ni puede decantarse a favor de alguno de los revolucionarios

La otra razón importante de la cautela estadounidense en Siria se llama Rusia. Desde la época del estalinismo, Siria ha sido un aliado militar importante del Kremlin y la mayor base naval rusa del Mediterráneo está en territorio sirio. Moscú sabe al igual que Washington que el régimen de Assad está agonizando, pero dado el fuerte vínculo diplomático ente las dos capitales, ha optado por la misma prudencia que Kerry, pero de forma pasiva.

Putin espera el desenlace definitivo de la guerra civil para empezar a tomar posiciones políticas en la nueva Siria. En estas condiciones, una opción demasiado decidida de Washington en el conflicto siria encerraría el riesgo de echar a Rusia en los brazos de uno de los contendientes, volviendo a complicar enormemente el juego diplomático del Oriente Próximo
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